Hemos visto en las dos primeras partes de este dosier algunos de los problemas éticos que abre la inteligencia artificial (IA). Otro de los grandes problemas éticos que se producen en relación con la IA tiene que ver con la cuestión de la autonomía y la libertad humana. En el marco de la Unión Europea, los problemas sobre estas cuestiones en muchos casos se ven reducidos al tratarse de manera muy frecuente en contraposición al escenario chino y, en menor medida, al estadounidense.
Así, se señala cómo en estos territorios cada vez está más extendido el uso de tecnologías de IA enfocadas al control, que para su funcionamiento recopilan datos de manera masiva y agresiva, y, en ocasiones, llegan a violar la privacidad. Algunos casos son como el de Nueva Orleans (Estados Unidos), donde estuvo operando durante seis años un sistema de predicción de delitos que había sido donado por la empresa Palantir sin ser sometido a escrutinio público.
Se trataba de un sistema de vigilancia constante que buscaba predecir futuros delitos e identificar a posibles delincuentes aprovechando que esta ciudad se había situado entre las más peligrosas de Estados Unidos. El programa finalizó en 2018. En ciudades como Oregón y Florida también se han instalado tecnologías inteligentes de reconocimiento facial, como Rekognition, diseñada por Amazon.
En el caso de China, el país asiático lleva casi una década perfeccionando un sistema de puntuación social a través del cual, mediante la extracción masiva de datos y el uso tecnologías de IA, premia los comportamiento cívicos al mismo tiempo que castiga a todas aquellas personas cuya conducta se considera indeseable. Estos últimos comportamientos incluirían no pagar multas, saltarse las normas de tráfico, no asistir a las citas sanitarias, etc.
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