«Me percaté entonces de que la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas. Que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos». ¿Puede, pues, la mirada del sujeto modificar el objeto?, le preguntaríamos hoy a Miguel Delibes al recordar estas palabras de La sombra del ciprés es alargada. Este 12 de marzo se cumplen 10 años de su muerte.
Por Jaime Fdez-Blanco Inclán
Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) es probablemente uno de los autores españoles que mayores cotas de simpatía, respeto, cariño y admiración despierta, tanto durante sus más de 50 años como literato como tras el fin de su carrera y su muerte. Miembro de la Real Academia Española de la Lengua (desde 1973), ganador de innumerables premios (el Nadal, el Cervantes, el Príncipe de Asturias de las Letras, el Nacional de Narrativa, etc.), homenajeado por universidades, ciudades y países, venerado tanto por lectores contumaces como por simples curiosos, Delibes se presentaba como un personaje singular que fue capaz de ganarse, casi sin quererlo, el afecto y la devoción de cuantos tuvieron la oportunidad de leerlo y conocerlo. ¿Qué pensamiento hizo de Delibes ese ejemplo que tantos tratamos de seguir?
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