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Una filosofía del tiempo

El filósofo belga Pascal Chabot publica «Tener tiempo. Ensayo de cronosofía», un libro en el que aborda la relación entre nuestras sociedades y el tiempo a lo largo de la historia. La manera que tenemos que percibir la temporalidad determina las formas actuales de percibir nuestra propia experiencia, que el autor denomina «hipertiempo» y plazo».

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El filósofo Pascal Chabot aborda la relación histórica de nuestras sociedades con el tiempo. Imagen a partir de vectores extraídos de Canva Pro, con licencia.

El filósofo Pascal Chabot aborda la relación histórica de nuestras sociedades con el tiempo. Imagen a partir de vectores extraídos de Canva Pro.

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Hay universidades con vistas al mar, hay científicos «progresistas» que dedican su tiempo a cazar y estudiar colibríes cuando su plumaje colorido provoca incendios en la selva escolar. Mientras la fauna crece entre falacias categóricas y maleza irracional, marineros sin rumbo son arrastrados por la tempestad, asomando sus narices al claustro universitario.

De corazón ligero, desean respirar aromas de complicidad, pero al mirar los relojes de aquel santuario del conocimiento, regresan aterrados al océano: la libertad no se puede cuantificar. Entre tanto, la vida de los hombres y mujeres de toga sigue transcurriendo entre la eficiencia y el esclavismo temporal del trabajo. Los naufragios y los cadáveres de rigor son los temas de sus grandes coloquios.

La metáfora del marinero, que experimenta el tiempo de forma distinta al hombre de ciencia que desea matematizar el mundo desde su escritorio, me parece justa para mostrar esa forma de vivir la vida desde la serenidad, aprendiendo a leer los guiños de la naturaleza, los ciclos lunáticos, dejándose llevar por el flujo marítimo y acariciando la dirección del viento para direccionar su proa al puerto más bello.

Frente a él, aquel hombre de ciencia u homo laborans afianza su cotidianidad en la cuantificación competente del tiempo, y en la obtención de resultados concretos que uniformen no solo los aspectos subjetivos de los objetos, sino también la forma y los plazos que esos hombres y mujeres deben dedicar a dichos objetos.

Mientras para los «científicos» —cito al filósofo belga Pascal Chabot— «los momentos excepcionales, los Kairós, las ocasiones, los acontecimientos y las repeticiones quedan al margen», construyen un tiempo objetivo fundador de un conocimiento de aspiración universal. El marinero moldea su vida a partir de un tiempo más íntimo, pero sin dejar de estar atento a los cambios incontrolables de la naturaleza. Por ello mismo no es menos sabio, comprende que, a pesar del soberbio dominio que da lo artificial de su timón sobre el océano, este gran monstruo marítimo asegura que lo único seguro es la incertidumbre.

La metáfora del marinero, que experimenta el tiempo de forma distinta al hombre de ciencia que desea matematizar el mundo desde su escritorio, me parece justa para mostrar esa forma de vivir la vida desde la serenidad

Tener tiempo
Tener tiempo. Ensayo de cronosofía, de Pascal Chabot (Alianza Editorial).

Sobre este tema llamado «tiempo», del cual no existe sinonimia, Pascal Chabot ha escrito un valioso libro: Tener tiempo. Ensayo de cronosofía. Podríamos definir esta obra más como una genealogía a la foucaultiana, que piensa a detalle la singularidad del concepto, encontrando allí una historia diferente a la que hasta hoy se ha elaborado. Chabot dibuja cómo es que algunos esquemas temporales moldearon un sentido particular para el desarrollo de —cito la idea de genealogía de Foucault— «los sentimientos, el amor, la consciencia y los instintos, captando su entorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles».

El libro de Chabot explora así los esquemas a través de los que hemos pensado el tiempo a lo largo de los siglos. En la Antigüedad, encontramos un tiempo que llama «destino» proveído por los dioses o por el monoteísmo castigador del cristianismo. En la modernidad, el tiempo se moldeó como «progreso» con el arranque de una industria, una economía y una ciencia más compleja, fundado en las capacidades de la razón humana. Y así llegamos hasta este tiempo actual casado con lo inmediato que parece desplazar cualquier esperanza en el mañana, un tiempo que instaura la violencia de la afuturalgia en las nuevas generaciones: el tiempo como «hipertiempo» y «plazo».

El libro de Chabot es muy distinto de las concepciones nostálgicas y unilaterales sobre el tiempo. No es como la heideggeriana añoranza del regreso de una temporalidad campirana. Ni tampoco se queda en la aspiración de Byung Chul Han de recuperar la «vida contemplativa» pérdida a causa de la autoexplotación, la superproductividad y la inmediatez hedonista.

Incluso, es distante de la óptica nietzscheana que quiere destruir cualquier resabio platónico o cristiano que nihilice la vida aquí y ahora a cambio de la quimera de la vida eterna, para resignificar de una vez por todas la potencia del instante. Chabot no privilegia ninguna dimensión histórica del tiempo, porque todas han caracterizado prácticas comunitarias y también personales que pueden solucionar, desde la adopción de un tipo de mestizaje temporal, problemas y vidas actuales.

Chabot no privilegia ninguna dimensión histórica del tiempo, porque todas han caracterizado prácticas comunitarias y también personales que pueden solucionar, desde la adopción de un tipo de mestizaje temporal, problemas y vidas actuales

Al contrario de lo que piensan los nostálgicos, tener una consciencia del amplio abanico en el que la humanidad ha esculpido su cultura e historia a partir de distintos esquemas temporales ayudaría a experimentar nuestras propias vidas desde una libertad temporal que en el pasado no era posible.

Escribe Chabot: «Pensar que Destino, Progreso, Hipertiempo y Plazo simplemente se suceden y mueren al dar a luz a sus sucesores sería un error. Siguen influyendo en nosotros, dictando reflejos y prejuicios. Su copresencia está en la raíz de muchos de los problemas actuales, pues es actuante, pero no analiza». Por ejemplo, se puede renunciar a la obligación de seguir la moda de hacer de nuestras relaciones personales cautivas del «hipertiempo», vínculos consumibles e inmediatos, que mientras sirven se quieren, y cuando no, se desechan.

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O, por otro lado, sería inconcebible quedarse pasivos esperando que el «destino» resolviera problemas sociales urgentes, como la crisis alimentaria, o la escasez de insumos hospitalarios en zonas marginadas. También sería absurdo rendirse al tiempo apocalíptico y no hacer mucho hasta ver cumplir el «plazo» anunciado del fin de la especie, ocasionado por los estragos del cambio climático.

La sugerencia existencial de Chabot es entonces actuar desde el «mestizaje temporal», en el cual seamos como aquel marinero —vuelvo a la metáfora con la que inicié— que atraviesa libremente el océano, sin pretender instalarse en una sola isla, mide con su piel las estaciones del año, cabalgando las olas con los poros de su humilde barco y, cuando necesita complicidad, se detiene a saborear el vino en algún puerto.

Así construye su memoria, con estampas marítimas, nadando en la polifonía de múltiples recuerdos. Seamos como el marinero que empapa su tiempo con la profundidad de sus emociones, pero no por ello es soberbio o ignorante a los designios de la naturaleza; él sabe que esta le impone ciclos y fuerzas imposibles de cambiar, que, si no respeta, podrían llevarlo a un acontecimiento fatal: el naufragio.

Sobre la autora
FILOSOFÍA&CO - Julieta Lomeli
Sobre la autora

Julieta Lomelí (1988) es doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de México, con una tesis sobre el pesimismo epistémico en la filosofía de Schopenhauer. Escribe para distintos medios y colabora habitualmente con FILOSOFÍA&CO.

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