Probablemente si pensamos en una disciplina científica bien cimentada y carente de todo cimbreo e inestabilidad, nos venga a la mente, antes que ninguna otra, la matemática. Presente en culturas antiquísimas como Egipto y Mesopotamia, se trata de uno de los pilares sobre los que se ha sustentado la el resto de disciplinas científicas y muchas humanísticas.
Las matemáticas han sido un pilar para sí mismas. Los planteamientos de antiguos matemáticos como Euclides o Pitágoras han seguido formando parte del currículo de todo estudiante de matemáticas hasta la actualidad porque seguían constituyendo la base teórica de las matemáticas más modernas.
Los principios y axiomas de Euclides supusieron, así, la base de lo que conocemos como geometría plana y de la lógica y fueron establecidos en una obra llamada Los elementos, escrita en torno al 300 a. C. El cálculo infinitesimal bebe hoy del pensamiento de Arquímedes (siglo III a. C.), que formuló algunos de los principios de la hidrostática o la mecánica.
Matemáticas y filosofía: un largo matrimonio
No podemos decir que la historia de las matemáticas haya sido un camino fácil, en línea recta y sin saltos abruptos. Más bien al contrario: las matemáticas, al construirse en relación con disciplinas como la filosofía o la física que las han puesto en contacto con una realidad difícilmente reducible a concepto, se han visto inmersas en numerosas crisis y, en palabras del filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, «cambios de paradigma».
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