¿De qué debe ocuparse la filosofía? Diferentes filósofas y filósofos de distintos países del mundo nos aportan sus reflexiones. Partiendo de esa pregunta, unos plantearán el cometido de esta disciplina, otros nos hablarán de dónde han de estar sus límites, si es que los tiene, o de hasta dónde pueden llegar sus análisis, etc.
Pensamiento de David Sánchez Usanos. Filósofo español
David Sánchez Usanos es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y coordinador de investigación en la escuela SUR del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Sus líneas de investigación tienen que ver con la experiencia temporal y con las intersecciones entre filosofía y literatura. Compagina su actividad docente e investigadora con la traducción y la crítica literaria y musical. Entre sus últimas publicaciones destaca el libro A tres versos del final. Filosofía y literatura (Siglo XXI).
No me entusiasma la palabra «objetivo» aplicada a la filosofía, pues me suena a algo parecido a un grupo de personas reunidas en algún sótano clavando chinchetas en un mapa o planificando algún asalto. Encuentro más preciso algo como «efecto» y, entonces, me plantearía la pregunta de qué efectos puede producir la enseñanza o la lectura de la filosofía.
Incorporo lo de «enseñanza» o «lectura» porque creo que la filosofía, por sí sola, no hace nada. Es más bien un ámbito o una disciplina que tiene que ver con la conversación y con la discusión. A lo que más se parece la filosofía es a un intento de generar modelos, de ofrecer esquemas que aspiren a explicar el funcionamiento del mundo —¿cómo son las cosas?, ¿qué hay realmente?, ¿cómo se producen las interacciones?— o que nos den unas pautas de acción que sirvan para regular nuestros conflictos.
La enseñanza de la filosofía consiste actualmente en la exposición de una selección de propuestas de este tipo que se han dado a lo largo de la historia, lo que produce una familiaridad con cierto vocabulario y con ciertos autores que han terminado por ser canónicos. Pero, como todo canon, está continuamente redefiniéndose y hoy se estudian o se leen desde la filosofía autores que en el pasado no se consideraban «filosóficos» —Marx, Nietzsche o Freud son ejemplos muy evidentes— o se abordan cuestiones que, por su amplitud, han sido dejadas de lado por otras disciplinas que se plantean objetivos —estas sí— más concretos y susceptibles de encajar en una terminología y metodología científicas.
De este modo, en filosofía se pueden abordar con una casi total libertad de juicio asuntos que en otro tiempo se planteaban la sociología, la psicología o la teoría política y a los que actualmente han renunciado por ser demasiado generales. Creo entonces que la filosofía puede incitar a la curiosidad, a tratar de buscar patrones en lo que sucede y pensar en reglas que lo expliquen. De algún modo exige y estimula distanciarse del puro quehacer y plantearse si las cosas no podrían ser de otra manera; bien entendida, además, creo que puede suscitar una necesaria cautela ante la tentación de haber dado con el modelo o la explicación definitiva. Si ha habido tantos a lo largo de la historia, ¿quién nos asegura que el nuestro es el concluyente, que somos los que hemos dado con la clave última?
La filosofía, por sí sola, no hace nada. Es más bien un ámbito o una disciplina que tiene que ver con la conversación y con la discusión
Vistas así las cosas creo que no hay nada o casi nada privativo de la filosofía, ningún tema o autor que sea exclusivamente o prioritariamente «suyos». ¿No se ocupan también la literatura o el cine de conflictos morales?, ¿no se nutren la poesía o la música de dilemas existenciales? Quizá lo que distinga a la filosofía consista en que los hace explícitos y trata de contextualizarlos y relacionarlos con otros autores, obras y momentos que se han hecho las mismas o parecidas preguntas.
Todo esto equivale a decir que la filosofía se parece más a una determinada forma de leer que a una determinada forma de escribir o de hablar, que la filosofía consiste en una mirada analítica o reflexiva, que es cierto que se beneficia de disponer de cierto repertorio previo y que en un determinado momento ha de hacer frente a la paradoja y a la contradicción: mientras que la lírica, la literatura, la narrativa, el arte e incluso la religión pueden permitirse ser paradójicas o incluso contradictorias, la filosofía tradicionalmente aspira a otro tipo de cohesión. Pero con la aparición de la dialéctica hegeliana y la deconstrucción también esto se puso en cuestión, de modo que tampoco la prevención frente a la contradicción sirve para definir toda forma de reflexión filosófica.
Tampoco creo que la filosofía produzca unos efectos específicos que no se logren por otros medios, pero sí es cierto, que, en tanto que «continente» —ya sea grado universitario, asignatura o género editorial—, sí que sigue pareciéndome el más libre de todos, pues casi cualquier asunto, autor, libro o cuestión puede convertirse en objeto de reflexión filosófica, mientras que el resto de disciplinas o procedimientos se ven mucho más coartadas por exigencias de tipo disciplinar o metodológico.
Eso no asegura que todo aquello de lo que se ocupe la filosofía sea «lo importante», ni que tenga el monopolio sobre ello, pero sí garantiza que no hay nada importante que pueda quedar fuera de la reflexión filosófica y eso, en un mundo y en una experiencia contemporáneos cada vez más empobrecidos y parcelados, me sigue pareciendo un lujo.
No creo que la filosofía produzca unos efectos específicos que no se logren por otros medios, pero, en tanto que «continente» —grado universitario, asignatura, género editorial—, sí me parece el más libre de todos: casi cualquier asunto, autor, libro o cuestión puede convertirse en objeto de reflexión filosófica, mientras que el resto de disciplinas se ven más coartadas por diferentes exigencias
La filosofía tampoco se reduce a la argumentación, que me parece una estrategia discursiva más, pero no puedo dejar de decir que me gustaría pensar que puede contribuir a acabar con dos vicios hoy en día muy extendidos —también entre los titulados universitarios—: el argumento de autoridad y la argumentación ad hominem; la validez de algo no debería depender de quién lo dice, sino que ha de sustentarse en el sentido y en el significado que seamos capaces de atribuirle de forma desprejuiciada.
Es posible que la filosofía sea vista por algunos como algo que posibilita legitimar la extravagancia o el escándalo, o también como la disciplina que permite adornar con una cita clásica una conversación de sobremesa o unas declaraciones a la prensa. Pero me gusta pensar que, sobre todo, sigue funcionando como una especie de refugio para cierto anhelo juvenil, para cierto espíritu de rebeldía o disconformidad respecto a cómo están organizadas las cosas, como un ámbito en el que lo que se discute y lo que se pone en juego no está determinado por la ganancia o la rentabilidad, sino por algo más puro que supongo que tiene que ver con el deseo de un saber de mayor alcance (y también con la pasión y con cierta forma de resistencia de los que no se resignan a dejar de soñar).
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