El pensamiento feminista se ha nutrido de conceptos llenos de disputa. Casi ningún término de los que hoy utilizamos ha venido sin lucha filosófico-política entre quienes lo planteaban y quienes lo rechazaban. Como pensamiento antihegemónico, que ha luchado contra un orden de cosas, el feminismo ha aprendido que no basta con abrir discusiones concretas, sino que es necesario poner sobre la mesa todas las cuestiones.
En este diccionario feminista traemos no solo conceptos clave del pensamiento filosófico feminista, sino también parte de las discusiones y el contexto que los vio nacer y los que hoy están sobre la mesa. Para nosotros, la filosofía es eso mismo: más un proceso que un resultado. Queremos que este diccionario feminista sea parte de ese proceso, que pueda ser ampliado y discutido, como el propio pensamiento. Que se parezca a una radiografía de un presente que no para de cambiar y al que queremos acompañar.
Antimperialismo
La reflexión en torno al imperialismo fue iniciada por el pensamiento marxista, en concreto, el de Vladimir Lenin. En esta reflexión, se entendía que el imperialismo era, más que un modo de opresión, una forma económica concreta del sistema capitalista, donde este basaba su reproducción del capital en la explotación de las clases subalternas de los países coloniales y en el expolio de sus recursos.
Dentro de la reflexión del antimperialismo, el papel del feminismo antimperialista ha sido muy notable. Autoras como Rosa Luxemburgo, Flora Tristán (aunque sienta las bases pero no es una filósofa propiamente marxista), Eleanor Marx o Clara Zetkin pusieron sobre la mesa la necesidad de analizar, cuestionar y destruir la estructura del capitalismo patriarcal e imperialista para la liberación total de la especie humana.
Una de las preocupaciones fundamentales del feminismo antimperialista es la forma en que las guerras, la ocupación militar y otras formas de imperialismo impactan de manera específica en las mujeres. Este feminismo reconoce, además, que las mujeres no son simplemente víctimas pasivas, sino que también son agentes activos en la resistencia contra el imperialismo y la lucha por la justicia.
El feminismo antimperialista se opuso a la guerra interimperialista que enfrentó las grandes potencias europeas entre 1914 y 1918. La Primera Guerra Mundial fue, así, su primera prueba de fuego. La posición antimperialista en este contexto fue denominada «derrotismo revolucionario» y se trataba de exponer que en una guerra entre potencias imperialistas no había ningún bando progresivo.
En las guerras entre potencias imperialistas, señalaban, se enfrentaban los trabajadores de diferentes países para defender los intereses de la burguesía. En este contexto, las mujeres, los trabajadores y la juventud debían unirse para combatir a la propia guerra: ¡guerra a la guerra!
En cambio, en las guerras entre una potencia imperialista y una colonia, las antimperialistas se posicionaban a favor de la segunda, aunque con una perspectiva independiente de los gobiernos regionales, que rara vez apostaban por implantar un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
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