El mito del realismo capitalista
En 2009, el teórico británico Mark Fisher publicó el ensayo Realismo capitalista: ¿no hay alternativa?. En él explicaba el espíritu de época de las últimas décadas según el cual el capitalismo sería el único sistema económico y político viable y cualquier posibilidad de imaginar una alternativa coherente había sido desterrada.
Desde esa asunción la izquierda institucional convertía en lema reformista la sospecha de que no se trataba de reemplazar el capitalismo, sino de mitigar sus peores excesos, en palabras de Fisher, adoptando lo que Žižek llama capitalismo disfrazado de «realismo pragmático». La derrota se asumía como punto de partida, el cierre antiutópico estaba en plena forma.
Incluso nos llegaron a expropiar el impulso utópico. Žižek habla en varios textos del «núcleo utópico de la economía neoliberal». De ahí surgiría la operación ideológica que trata de imponer una narrativa que culpa del colapso a desviaciones secundarias, pero nunca al capitalismo, que sería el sistema que supuestamente nos ofrecería el horizonte utópico.
Un sentido común que campó a sus anchas en los años 90 del siglo pasado, espoleado por la caída del muro de Berlín y la tesis del «fin de la historia», y que se prolongó extendiendo sus tentáculos hasta el presente. El realismo capitalista es una suerte de mito que elimina todo mito anterior para instaurar el propio: «el del individuo libre que ejerce sus propias decisiones».
Las distopías de las últimas décadas recogen, vehiculan y multiplican tanto este mito de la libre elección del individuo, obviando la imposibilidad de elegir dentro del chantaje capitalista, como el cierre en torno al capitalismo que Jameson expresó en esa frase tan citada de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Una tendencia que considero ha ido en aumento hasta llegar a permear la inmensa mayoría de los productos distópicos, convirtiendo las distopías críticas en un pequeño reducto que resiste ahora y siempre al invasor. Así, las distopías hegemónicas exacerban gestos que se anunciaban en narrativas anteriores: los conflictos son desgracias sobrevenidas, fenómenos metereológicos, que ocultan los mecanismos que generan las contradicciones.
Las distopías de las últimas décadas recogen, vehiculan y multiplican el mito de la libre elección del individuo, obviando la imposibilidad de elegir dentro del chantaje capitalista, pero las distopías críticas son un pequeño reducto que resiste ahora y siempre al invasor
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