Desde los albores de la representación pictórica, el retrato ha sido uno de los lugares artísticos más recurrentes en la historia de la pintura. En este ejercicio, el reto no yace en captar la composición de los objetos cual bodegón, pues el ser humano no es únicamente cuerpo material, sino que es también mente, sociedad individualizada, alma que se fuga por un rostro único. ¿Cómo pintar, entonces, lo que no es tangible? ¿Cómo esculpir un rey? ¿Cuál es el color del rostro de aquel que está, tembloroso, frente a la muerte? El retrato en la pintura es la filosofía cromática del alma.
¡Seamos realistas, pintemos lo imposible!
El transcurso de la historia del arte nos ha brindado una miríada de soluciones para afrontar tamaño reto. Estas soluciones no siempre han gozado de la libertad debida, pues la sombra política del retrato es larga y, dice el rey de turno, al César lo que es del César. Con el tiempo, un nuevo amanecer achicó esta sombra y el retrato pudo pisar la calle: de la corte a las curanderas (como Velázquez), del conde al joven mendigo (como Murillo).
Después de este tímido amanecer, llegó el vendaval de las vanguardias. ¡Revolución! ¡Cambios! ¡Ruptura! ¡Seamos realistas y pintemos lo imposible! Así, arengados por la apertura del infinito, por el sabor de las múltiples posibilidades, las vanguardias rompieron los moldes. En lo concerniente al retrato, y liberadas —por fin— de la atadura del clasicismo y su ortodoxia, miles de preguntas bullían al mojar el pincel.
¿Cómo pintar a los que no tienen voz? Probablemente como lo hizo Nonell —muy influido por el impresionismo y la España negra—: sin mostrar su cara (pues nadie los ve), con trazos gordos, genéricos (ya que no hablamos del uno, sino de los muchos) y envuelto en los colores que corren por la espalda de la sociedad. Los únicos colores que ven los olvidados.
Pero las vanguardias no son solo conciencia de los límites del arte, sino también conciencia de sí, conciencia de su gran cambio, ¡aire que se siente a sí mismo! ¿Cómo pintarnos a nosotros mismos, decían, a los que tenemos la fuerza del viento? ¿Quiénes estamos, quiénes arreamos? ¿Quiénes somos, cómo nos configuramos?












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