La vida que sugiere Nietzsche
Estos días he evocado con insistencia uno de los últimos recorridos que mi más querido amigo dio alrededor de Sils María, el «templo» donde Nietzsche pensó su eterno retorno. Las imágenes de su historia son tan claras que aún siento como si lo estuviera acompañando muy de cerca, mientras la rueda finita de la vida hacía coincidir nuestros instantes en un solo camino, en un sendero compartido en el que ambos seguiríamos al pie de la letra la sugerencia nietzscheana de pensar en lo que más nos apasiona hacer —como si fuéramos a repetirlo en un eterno retorno—, convirtiéndolo así en nuestra actividad más cotidiana.
Lo que más le complacía a mi amigo era rodar en bicicleta mientras su cabeza volaba entre los archipiélagos de la filosofía. Aquel día, transitando por las cercanías de Sils María, me contó lo siguiente:
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