No ser gobernados pastoralmente
En una conferencia impartida en la Sorbona en 1978, Foucault define la «crítica» en términos políticos como la voluntad de no ser gobernados pastoralmente, es decir, a través de una relación de obediencia permanente por medio de una serie de técnicas como la dirección de conciencia o la confesión. Este tipo de gobierno pastoral, de origen hebreo, se habría generalizado con la institucionalización de la Iglesia. La particularidad de este tipo de gobierno es que actúa, al mismo tiempo, sobre el rebaño, es decir, sobre la totalidad del grupo dado, y sobre cada una de las ovejas o miembros del grupo, en particular.
Al tratarse de un poder totalizante e individualizante, el gobierno pastoral pertenece tanto a la historia de un poder de tipo biopolítico —entendido como el gobierno de las poblaciones— como a la historia de los procesos de individualización o de sujeción individual. De esta manera, el pastorado inaugura la historia del sujeto occidental.
Esta forma de sujeción pastoral, por medio del establecimiento de una relación jerárquica que ha de ser permanentemente respetada y obedecida en nombre de la autoridad, fue ampliamente cuestionada a partir del siglo XVI a través de un movimiento de crítica que representaba una forma de resistencia frente a la autoridad establecida.
En una conferencia en la Sorbona en 1978, Foucault define la «crítica» en términos políticos como la voluntad de no ser gobernados pastoralmente, es decir, a través de una relación de obediencia permanente por medio de una serie de técnicas como la dirección de conciencia o la confesión
Este movimiento de crítica generalizada se materializó de distintas formas. En primer lugar, la Reforma protestante representa, para Foucault, el primer movimiento crítico como arte de no ser gobernado al introducir la crítica bíblica en el seno de la Iglesia y proponer una lectura alternativa de las Sagradas Escrituras. En segundo lugar, el derecho natural representó igualmente otra corriente de esta actitud crítica, ya que desde su aparición en el siglo XVI va a desempeñar una función crítica al defender la existencia de unos derechos universales frente a leyes particulares que se consideran injustas.
Por último, la crítica se manifiesta en el ámbito del conocimiento cuestionando las certezas impuestas por la autoridad, tanto a través de la revolución científica —piénsese en la defensa del heliocentrismo por parte de autores como Copérnico o Galileo— como de la filosofía, como ejemplifica Descartes en su Discurso del método para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias y su cuestionamiento de las certezas adquiridas por la enseñanza escolástica.
Deshacer las relaciones entre poder, verdad y sujeto
Estos fenómenos de cuestionamiento frente a lo que se nos impone como evidente con poder de ley inamovible, en el ámbito de la Biblia, del derecho y de la ciencia o el conocimiento, son capitales en la historia de la cultura occidental y nos muestran la actitud crítica como una forma de deshacer las relaciones entre poder, verdad y sujeto establecidas previamente por la práctica social gubernamental. En palabras de Foucault:
«Si la gubernamentalización es en efecto el movimiento mediante el cual se trataba, en la realidad de una práctica social, de sujetar a los individuos a través de unos mecanismos de poder que invocan una verdad, pues bien, yo diría que la crítica es el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad sobre sus efectos de poder, y al poder sobre sus discursos de verdad; la crítica será el arte de la inservidumbre voluntaria, el de la indocilidad reflexiva. La crítica tendría esencialmente por función la de sujeción en el juego de lo que se podría denominar, con una palabra, la política de la verdad».
Foucault, ¿Qué es la crítica?
La Reforma protestante representa, para Foucault, el primer movimiento crítico como arte de no ser gobernado al introducir la crítica bíblica en el seno de la Iglesia y proponer una lectura alternativa de las Sagradas Escrituras
El trabajo arqueológico de Foucault se sitúa en esta tradición crítica al tratar de describir las relaciones de saber-poder que sostienen la aceptabilidad de un sistema, ya sea el de la enfermedad mental, el de la penalidad, el de la delincuencia, el de la sexualidad, etc.
Su método arqueológico es crítico en la medida en que «recorre el ciclo de la posibilidad desde el hecho de la aceptación hasta el sistema de la aceptabilidad, analizado a partir del juego de saber-poder». Este análisis le permite a Foucault mostrar la naturaleza histórica de las condiciones de aceptabilidad de los sistemas, que como resultado de investigaciones como Historia de la locura o Vigilar y Castigar aparecen como arbitrariedades violentamente impuestas.
«No era en modo alguno evidente por sí mismo que la locura y la enfermedad mental se superpusieran en el sistema institucional y científico de la psiquiatría; tampoco era un hecho dado que los métodos punitivos, el encarcelamiento y la disciplina penitenciaria, terminaran por articularse en un sistema penal; tampoco lo era que el deseo, la concupiscencia, el comportamiento sexual de los individuos tuvieran que articularse efectivamente unos con otros en un sistema de saber y normalidad llamado sexualidad»
Foucault, ¿Qué es la crítica?
¿Quiénes somos?
En Le Nouvel observateur, en abril de 1979, Foucault vuelve a la pregunta formulada en 1784 por la Gaceta de Berlín: «¿Qué es Ilustración?», y a la que respondieran tanto Inmanuel Kant como Moses Mendelssohn, para señalar el momento inaugural en el que la filosofía se constituye como tradición crítica, de la que Hegel, Nietzsche, Husserl, la Escuela de Frankfurt o el propio Foucault pueden considerarse continuadores.
Este sentido crítico tendría que ver con la problematización del tiempo presente, de la contemporaneidad: «¿Qué es esto que somos nosotros en este tiempo presente que es el nuestro?». Una pregunta que desde entonces habría sido la piedra de Sísifo de toda la filosofía que vino después. Foucault se alinea con esta tradición crítica y, frente al «pienso, luego existo» cartesiano como primera certeza sobre la que construir, plantea todo su trabajo a partir de una constatación y su cuestionamiento crítico: «Existimos, pero ¿quiénes somos?».
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Nantu Arroyo es investigadora posdoctoral en la Universidad Autónoma de Madrid, donde se doctoró en Filosofía con la tesis «Orígenes culturales de la Ilustración europea». Es miembro del proyecto europeo Failure: Reversing the Genealogies of Unsuccess, 16th-19th Centuries, y del Grupo de Investigación GenNeo («Genealogías del Pensamiento Contemporáneo»). Su ámbito de docencia e investigación es la historia de la filosofía moderna y contemporánea, la filosofía política y de la cultura, y los estudios foucaultianos.
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