En este caso, esa inmensa mayoría es mayoría y es inmensa de verdad: el 99% del mundo entero. Igualdad real es lo que propone este movimiento feminista, diferente, que va más allá y se define, además, como anticapitalista, antirracista, antiimperialista, ecologista e internacionalista. Global. Su meta es acabar con las desigualdades, con todas: por cuestiones de género, socioeconómicas, de raza o lugar de origen. Y al mismo tiempo, según sus tesis, frenar la destrucción del planeta y construir uno más sano y solidario. ¿Un objetivo justo? ¿O excesivamente ambicioso? ¿O utópico? ¿O innecesario o imposible? ¿O difícil, pero imprescindible? Con este feminismo para el 99% arrancamos nuestro dosier sobre igualdad y desigualdad.
“No tenemos ningún interés en romper techos de cristal y dejar que la gran mayoría limpie los vidrios rotos”. La frase tira por tierra una de las ideas más repetidas al hablar de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Y, de paso, toda una opinión (firmemente establecida y muy generalizada) acerca del feminismo. Resulta que eso tan aspiracional de que hay que conseguir que la mujer se haga un hueco en las cuotas de poder y toma de decisiones “rompiendo el techo de cristal”, ese que le impide ascender profesionalmente a puestos de dirección y responsabilidad, requiere una revisión profunda. Tan profunda que acabe con esa idea como meta a alcanzar para lograr la igualdad. Y tiene una explicación. Lo defiende el movimiento del feminismo para el 99% y lo leemos en el Manifiesto de un feminismo para el 99%, el libro que acaba de publicar la editorial Herder, de tres autoras: Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser. Y, atención, porque esto no es lo único que revoluciona.
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