Es cierto que dentro del mundillo de las obras divulgativas existen ejemplos que más bien parecen parodias de la ciencia a tratar. En ocasiones, se trata de productos que nada aportan realmente al usuario, más allá de la pérdida del dinero que hayan pagado por ellas. Y también es cierto que su número, con el paso de los años, ha crecido hasta niveles sorprendentes: es casi imposible acudir a una librería sin darse de bruces con, al menos, media docena de libros de divulgación o autoayuda, especialmente si nos fijamos en el estante de best sellers.
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