¿Qué es la filosofía moral? ¿Cuáles son sus conceptos más importantes? ¿Significa lo mismo ética que moral? ¿Y el bien y el mal propio y el común? Son todas ellas preguntas que pretende responder Apuntes de filosofía moral, de Antonio Guerrero, quien nos explica por qué su libro aspira a convertirse en un manual de consulta para las cuestiones éticas clásicas, aún vigentes.
Por Antonio Guerrero, graduado en filosofía
Arrancando con los presupuestos del Génesis, Apuntes de filosofía moral hace un recorrido histórico por la filosofía clásica y contemporánea, estableciendo los pilares básicos de la filosofía moral. La forma que reviste el libro puede parecerse a la Iconología de Cesare Ripa, basada en las “alegorías” morales, y de igual manera este libro pretende que el lector lo use como manual de consulta para lo personal.
Nadie dudará del significado que tienen para sí mismo el bien y el mal, aplicado a su propio contexto, como fruto de sus experiencias y conocimientos; no obstante, es más difícil establecer el sentido del bien y el mal cuando se trata de los demás y cómo esa apreciación, siempre para nosotros supuesta, representa gran parte de nuestras relaciones sociales. En ese trance –la pluralidad de significados posibles, contingentes– se dibuja el marco moral donde se produce la vida del ser humano y donde más tarde o más temprano aparece una reflexión aún mayor sobre qué son el bien y el mal de una forma más atemporal y genérica. Cuando eso se produce utilizamos otros términos como moral, ética o filosofía moral.
Habida cuenta de la necesidad del ser humano de saber cuál es el bien y el mal definitivo, si es que eso es posible, surge la necesidad previa de establecer claridad al problema de la definición. Cuando se habla de filosofía moral, por ejemplo, también se alude a ética; son ambos conceptos análogos. La moral significa otra cosa, sin embargo. Si la ética es la reflexión sobre lo que es “bueno y malo”, la moral supone las normas sociales y los valores, posteriores a ese análisis filosófico.
Centrándonos en la ética, aparece como la rama de la filosofía que estudia lo correcto o no del comportamiento humano: esto es la virtud, el deber, la felicidad, etc. En realidad, la ética tiene como centro de atención las acciones humanas y las características de las mismas. Por eso existen muchas digresiones sobre la relación entre libertad y felicidad, o entre libertad y justicia: foco de diferentes planteamientos éticos de donde resulta el concepto de dignidad y otros como el de responsabilidad, o incluso el de bien común. Las acciones humanas constituyen el escenario donde se produce el acto moral en sí, como acto racional sistemático que repercute en los niveles individual, social, antropológico, ontológico… Dicho acto se tiene como acto libre y consciente, de ahí lo de acto racional. Y en sí mismo supone un juicio sobre las cuestiones que antes planteábamos, pero con el fin de determinar si es ético o no, si es bueno o malo, si con el ejercicio o la ejecución de ese acto moral nos encontramos en el lado del bien o del mal.
Valores directrices para la sociedad
Por otro lado, la moral, «lo relativo a los usos y las costumbres» es un conjunto de normas, valores, costumbres e incluso creencias que funcionan como directrices en la sociedad. Gracias a su carácter normativo es posible distinguir qué es lo bueno y lo malo, sus hechos, cuáles son las acciones correctas y cuáles son las incorrectas.
Recordemos que la ética era una reflexión filosófica, de ahí lo de filosofía «moral». Separar una de otra supone situar a la ética en el nivel de la propuesta sobre lo correcto en las acciones humanas y a la moral en el nivel de la codificación: códigos de comportamiento concretos.
«Separar una de otra supone situar a la ética en el nivel de la propuesta sobre lo correcto en las acciones humanas y a la moral en el nivel de la codificación: códigos de comportamiento concretos»
El origen de la moral es la costumbre, arranca de las pautas vinculadas al grupo social y a la tarea de supervivencia. Desde ahí los códigos de comportamiento han ido evolucionando y necesitando de la razón y el entendimiento como nueva fuente de la moral. En ese sentido hablamos de filosofía moral: ética. Ahora podemos argüir que la ética siempre será una actividad teórica y la moral una práctica, más conectada a la acción. Es curioso cómo Aristóteles distinguió entre virtudes éticas, encaminadas hacia la consecución de un fin y orientadas al terreno de la práctica, y las virtudes dianoéticas, puramente intelectuales.
El papel de la cultura
No obstante, cuando se mantiene un comportamiento moral no suele pensarse, en principio, en estos conceptos. Por lo general, actuamos de manera muy intuitiva y emocional, amén de establecer una reflexión posterior al respecto. Además, gran parte de nuestro comportamiento está determinado por la cultura en la que vivimos. En el caso concreto del bien y el mal, existe una vinculación plena con la cultura (no solo religión) cristiana de la formamos parte. Tales conceptos vienen del Génesis, en el Antiguo testamento.
En el Jardín del Edén había dos árboles: uno era el árbol del conocimiento del bien y el mal y el otro, el árbol de la vida. Ya sabemos la mitología: Yahvé prohibió comer del árbol del conocimiento en un extremo del jardín, estando el de la vida en el centro. Cuando apareció la serpiente, tentó a la mujer, y al comer la manzana, ambos fueron conscientes de su desnudez y sintieron vergüenza. Al mismo tiempo Yahvé les expulsa del jardín perdiendo con ello la inmortalidad proporcionada por los frutos del árbol de la vida, del que sí podían comer.
De esta experiencia mitológica podemos deducir dos cosas: comer del árbol del conocimiento les dio, a pesar de la expulsión, la sabiduría para discernir lo bueno de lo malo (al sentir vergüenza de la desnudez), estableciendo así un comportamiento moral. En ese sentido, el árbol del conocimiento es el árbol “de la dualidad”, de donde resultan el bien y el mal. Sin embargo, el árbol de la vida es el árbol “de la unidad”. Con el árbol del conocimiento se produjo la caída del hombre a través del pecado original, pero también se produjo el surgimiento cultural de la moral y la aceptación del carácter inconformista del ser humano. La ambición del hombre es clara: decidir por sí mismo, con su propio criterio de lo bueno y malo, ante el deber o mandato externo. Al desobedecer, Eva demuestra capacidad de discernimiento; elige sus propias creencias y doctrinas bajo el privilegio de poder elegir. En términos religiosos estaríamos en un caso de libre albedrío y en términos filosóficos en uno de libertad individual.
«Si bien es cierto que la ética surgió en diferentes culturas, fue en la occidental donde la disciplina adquirió talante filosófico, siendo Aristóteles el iniciador formal»
A bote pronto ese fue el arranque de la moral en nuestra cultura y de donde siempre extraemos referencias sobre el bien y el mal hasta llegar a lo justo y lo injusto. Pero esa idea de base se ha ido modulando a lo largo de la historia y tal modulación ha sido de orden conceptual. Para desarrollar esta idea es justo aclarar que, si bien es cierto que la ética surgió en diferentes culturas, fue en la occidental donde la disciplina adquirió talante filosófico, siendo Aristóteles el iniciador formal con sus ideas sobre las virtudes (antes hubo más filósofos, aunque no trataron formalmente a la disciplina, amén de sus reflexiones: Sócrates, que trató la ética individual, Platón, la idea del bien, y el elenco de presocráticos al mismo tiempo). Tras Aristóteles, el cristianismo fundido con el neoplatonismo llevó la idea del bien y el mal, el árbol del conocimiento y la teoría de las virtudes platónicas al mundo que conocemos. A partir del Renacimiento y hasta el siglo XVIII surgieron modulaciones nuevas: en lugar de primarse “el deber” anclado en la tradición y en los dogmas religiosos, comenzó a darse importancia al deber subjetivo, basado en la razón como única arma para la creación moral. Kant formuló “un deber” desde la libertad individual y el intelecto frente al determinismo de la naturaleza. Desde ahí surgieron teorías sobre cuál era la naturaleza ética humana, como las de Hobbes, Rousseau, los utilitaristas, etc.
En España existe una gran tradición ética, desde Séneca hasta la actualidad. Son muchos los éticos aparecidos en este país. Acortando la cronología acabaré con José Luis Aranguren y su idea de la ética de la responsabilidad. A la ética subjetiva, surgida a partir del Renacimiento y sobre todo en el siglo XVIII, él le encontró defectos. La ética debía tener relación con la sociedad, por eso una ética basada solo en la razón y la libertad individual no podía ser completa. La ética debía ser social y desarrollar la idea de responsabilidad, de ahí su idea de la ética de la responsabilidad. Esta consideración llevaba implícita otra: el estado de justicia, donde el ente público se implicará moralmente con sus ciudadanos a través de una moral aplicada (el derecho, las instituciones) y garantizará el bien común.
A raíz de lo dicho, con las modulaciones sobre la idea del bien y el mal establecidas en nuestra cultura, sería muy interesante tejer un mapa conceptual ético de las grandes preocupaciones del hombre de nuestro tiempo para detectar en ellas dichas modulaciones. Eso es lo que aparece en el libro. Dichas preocupaciones describen quiénes somos y cómo es nuestra existencia actual. Al mismo tiempo pueden servir de guía interior para el descubrimiento personal de la ética y cómo aplicarla a lo cotidiano. Ese pretende ser el objetivo de este libro.
Sobre el autor
Antonio Guerrero Ruiz (Huelva, España, 1971) es graduado en filosofía y articulista de prensa. Ha publicado La mentira zurda (2011) y Literatura zurda (2016). Temperamento. Pensamiento filosófico en la obra de Mary Shelly es su tercer libro y es la consecuencia de su trabajo fin de carrera bajo la dirección de Amelia Valcárcel. Actualmente colabora con el periódico Diario de Almería y con las revistas Quimera, Clarín y Calicanto, Gestiona el blog lamiradazurda.blogspot.com. Allí aparece su obra completa.
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