Michel Foucault se dedicó al estudio de diversos temas con una obra profusa de muchas formas diferentes: libros, artículos, cursos, entrevistas, etc. También fue un activista reconocido, en especial en el tema de la prisión.
Foucault nació en Poitiers en 1926 y murió en París en 1984. Estudió Psicología y Filosofía en la École Normale Supérieure de París. Militó durante tres años en el Partido Comunista Francés, aunque luego lo abandonó. Fue uno de los filósofos más importantes de Francia en el siglo XX.
Sus primeras obras tienen como tema principal la salud mental (Historia de la locura en la época clásica, El nacimiento de la clínica y Enfermedad mental y psicología). A continuación, su producción viró en consonancia con el estructuralismo en auge de la Francia de su tiempo con obras como Las palabras y las cosas, La arqueología del saber y Vigilar y castigar. Después de sus estudios sobre el poder, Foucault realizó un viraje ético, principalmente en los tomos 2 y 3 de la Historia de la sexualidad.
Abordamos aquí su pensamiento en diez claves. ¿Qué es lo más importante de su filosofía? ¿Cuáles fueron las herramientas más potentes que nos legó? ¿Por qué se le conoce como el filósofo del poder? ¿Qué hay en su obra más allá de sus estudios sobre el poder? En fin, ¿por qué se caracterizó la filosofía de Michel Foucault?
1 Foucault como arqueólogo del saber
La arqueología del saber es el enfoque metodológico propuesto por Foucault en sus primeras obras. Introdujo este enfoque (crítico) en su obra homónima, La arqueología del saber, publicada por primera vez en 1969. La idea principal que subyace a este método es que el conocimiento humano no es un conocimiento lineal, donde vamos acumulando verdades universales (y sabiendo cada vez más).
Para Foucault, la historia del conocimiento es más bien una serie de discursos históricos que emergen en un determinado contexto y dentro del cual tienen un cierto sentido. Es decir, con la visión del arqueólogo, Foucault propuso estudiar los discursos científicos de una determinada época no como verdaderos o falsos (que sería usar el prisma actual), sino como objetos históricos, esto es, estudiando cómo se produjeron, bajo qué reglas se formaron y las relaciones de poder que los atravesaban.
Para Foucault, el historiador clásico de la ciencia está más preocupado por encontrar continuidades y progresos lineales (y, así, se alegra cuando descubre una visión atomista en la Antigua Grecia). Su propuesta arqueológica, en cambio, se centra más en las discontinuidades y en las rupturas, en las transformaciones que modificaron un determinado régimen del saber. En otras palabras, según la visión foucaultiana, no se trata tanto de juzgar como verdadero o falso el conocimiento que una determinada época tenía, sino de entender cómo surgió ese conocimiento, a qué reglas obedecía y qué regímenes de poder sustentaba.
Este método lo aplicó en diversos campos, tales como la historia de la medicina, la psiquiatría, la criminología y la sexualidad. Una de sus principales herramientas fue el análisis del discurso: ¿bajo qué condiciones un determinado discurso se califica como «científico» o «verdadero» en una determinada época? ¿Qué se puede decir y qué no en un determinado contexto? ¿Qué discursos se excluyen o se marginan?
La visión arqueológica no juzga como verdadero o falso un discurso histórico, sino que lo intenta comprender en su época. El método arqueológico busca entender cómo surgió determinado discurso y por qué fue considerado «científico» o verdadero en su época
2 Episteme
Un concepto clave dentro de la arqueología del saber es el concepto de episteme. Foucault definió este concepto como todas aquellas condiciones históricas que hacen posible la emergencia de ciertos discursos y formas de conocimiento en una época determinada. Es decir, la episteme de una época son las reglas básicas de conocimiento de esa época, las formas de conocer que sustentan aquello que es conocido y que puede ser tomado como verdadero.
Foucault introdujo este concepto en Las palabras y las cosas (1966). En esta obra, Foucault identificó tres epistemes principales dentro de la historia del pensamiento occidental: la episteme renacentista (siglos XVI-XVII), la episteme clásica (siglos XVII-XVIII) y la episteme moderna (desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX). Cada una de estas epistemes está asociada con diferentes formas de conocimiento, categorías de pensamiento y regímenes de verdad que han definido la experiencia humana en sus respectivas épocas.
La episteme no se refiere simplemente a un conjunto de ideas o teorías, sino que implica una estructura más profunda que organiza las formas de conocimiento y establece los límites de lo que es concebible en una época dada. Por ejemplo, la episteme renacentista se caracterizó por la semejanza como categoría básica del conocimiento. De esta forma, el cuerpo se pensaba como semejante a la Tierra, con las venas como los ríos, los huesos como las rocas. También con la metáfora del ser humano como microcosmo (es decir, el ser humano como semejante al mundo).
A través de su análisis de las epistemes, Foucault busca mostrar cómo el conocimiento humano está históricamente condicionado y cómo las formas de pensamiento y conocimiento cambian radicalmente en diferentes períodos históricos. Al hacerlo, Foucault desafía las concepciones tradicionales de la historia del pensamiento, pero además nos invita a reflexionar sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento y las formas en que estas están intrínsecamente ligadas a las estructuras sociales, culturales y políticas de cada época.
Foucault llamó episteme al conjunto de categorías o formas de conocer que sustentan que algo sea considerado «verdadero» en una época determinada. De esta forma, la verdad no es algo objetivo, sino que depende de aspectos históricos
3 Locura
Foucault aplicó la arqueología del saber a muchos ámbitos, entre ellos a la historia de la medicina. De esa historia, el concepto por el que más se interesó fue la noción de locura, investigando sobre la historia de la psiquiatría y las formas en que la sociedad occidental ha definido y tratado a las personas consideradas «locas».
En su obra Historia de la locura en la época clásica, publicada en 1961, Foucault examinó cómo la locura ha sido conceptualizada y tratada en la Europa occidental desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Foucault abordó la locura desde múltiples perspectivas, incluyendo su relación con el poder, el conocimiento, la moralidad y las instituciones sociales. Sus estudios nos permiten comprender cómo esta categoría ha sido utilizada para ejercer control social y perpetuar relaciones de poder.
Para Foucault, la locura no es simplemente un fenómeno individual o patológico, sino más bien una construcción social y cultural que varía según el contexto histórico y las formas de poder en una sociedad determinada. Uno de los puntos de inflexión en la historia de la locura, según Foucault, fue el establecimiento de los asilos y hospitales psiquiátricos en el siglo XVIII.
Estas instituciones representaban un nuevo enfoque en el tratamiento de la locura, pero también estaban imbuidas de formas de control social y disciplina. Foucault muestra cómo los asilos psiquiátricos se convirtieron en lugares de encierro y castigo, donde las personas consideradas «locas» eran sometidas a diversas formas de violencia y abuso. Sus análisis muestran cómo las instituciones psiquiátricas se convirtieron en dispositivos de control social, donde se ejercía un poder disciplinario sobre los cuerpos y las mentes de los pacientes.
4 El poder no se tiene, se ejerce
Pero el ámbito en el que más destacó Michel Foucault fue en sus estudios sobre el poder. Para él, «el poder no se tiene, sino que se ejerce». Esta frase refleja la visión de Foucault de que el poder no es una propiedad que se posea de manera estática por unos determinados individuos o grupos privilegiados, es más bien un conjunto de relaciones dinámicas y cambiantes que atraviesan todas las esferas de la vida social.
Es decir, normalmente se ha pensado el poder como una propiedad de los sujetos (el profesor en una aula, por ejemplo) que puede ser ejercida cuando tal sujeto quiera. Pero el poder no es algo que se tenga, sino que es algo que se ejerce. El poder no se tiene, no es algo que tengan los sujetos; es como el lenguaje: algo que simplemente se usa. Algo, eso sí, que usan más unos sujetos que otros, apoyados (como veremos después) en distintos dispositivos de poder.
En lugar de ser posesivo, el poder se entiende como una red de relaciones que se despliegan en diversos ámbitos de la vida cotidiana. Además, como mostró Foucault en Vigilar y castigar, el poder se ejerce no solo a través de la violencia física y la represión, sino también a través de la vigilancia y el control disciplinario. En otras palabras, el poder no se ejerce únicamente a través de la represión, sino a través de la regulación de los cuerpos y las conductas de los individuos, creando sujetos dóciles y conformes a las normas establecidas.
Esto es fundamental porque supone abandonar la concepción negativa del poder (el poder como algo que dice «no») para pasar a una concepción positiva del poder. Y es que el poder crea a los propios sujetos que luego «reprime». Explicado de otra forma, el poder no es únicamente el profesor que castiga al alumno que habla en clase; es también la serie de mecanismos (de premio, de refuerzo) que crea al alumno modélico que no habla en clase y atiende y es un «buen» estudiante.
Por último, la noción de que «el poder no se tiene, sino que se ejerce» implica que el poder es relacional y contingente, en lugar de absoluto y fijo. En otras palabras, el poder no es algo que se pueda poseer de manera permanente, sino más bien algo que se negocia y se despliega en las interacciones sociales. Esto significa que el poder puede ser resistido, desafiado y transformado por aquellos que están sujetos a él.
Tradicionalmente, el poder se ha identificado como un foco que dice «¡no!». Pero el poder tiene más que ver con la creación que con la represión. El poder no es únicamente el profesor que castiga al alumno que habla en clase, sino que es también la serie de mecanismos (de premio, de refuerzo) que crea al alumno modélico que no habla en clase y atiende y es un «buen» estudiante
5 Microfísica del poder
Como vemos en el caso del «buen» alumno, el poder muchas veces circula a través de mecanismos sutiles e invisibles (el premio por las buenas notas, el refuerzo ante la obediencia, el discurso sobre el buen y el mal estudiantado…). Para señalar esto, Foucault habló de la microfísica del poder. Foucault introdujo este término para describir cómo el poder se manifiesta a nivel microsocial, es decir, a través de prácticas cotidianas, discursos y relaciones de poder que moldean y regulan las vidas de las personas en la sociedad moderna.
Así, como en el caso del alumno, explorar la microfísica del poder nos permite comprender cómo el poder opera de manera dispersa y descentralizada en todas las esferas de la vida social, influyendo en nuestras acciones, pensamientos y relaciones de manera sutil pero omnipresente. En el caso del aula, por ejemplo, a través de una configuración espacial determinada que orienta a todos los alumnos (separados entre sí) hacia el profesor (autoridad espacial), este último marcando los ritmos (autoridad temporal) desde una tarima (autoridad simbólica).
Con la microfísica del poder, Foucault muestra cómo estas instituciones funcionan como dispositivos de poder que regulan y controlan los cuerpos y las conductas de los individuos, produciendo sujetos dóciles y conformes a las normas establecidas. Foucault argumenta que el poder se ejerce a través de una multiplicidad de prácticas disciplinarias, como la vigilancia, la normalización y la clasificación, que operan en todos los ámbitos de la vida social para producir sujetos obedientes y conformes a las normas establecidas.
El poder circula en ámbitos micro, como el aula. Configura toda una disposición espacial determinada (alumnos separados mirando al profesor), pero también una determinada disposición temporal (el profesor marca el ritmo del discurso, así como el comienzo y el final de la clase)
6 Poder y verdad
Hasta aquí hemos dicho que el poder no es algo únicamente represivo, sino que produce realidad, y que el poder fluye a través de mecanismos invisibles (como el discurso) y no solo a través del «no» o la ley. De todo esto se deduce que el poder guarda una estrecha relación con la verdad.
Para Foucault, el poder y la verdad están intrínsecamente entrelazados y el ejercicio del poder implica no solo controlar y regular las acciones de los individuos, sino también definir qué es verdad y quién tiene autoridad para producirla. Explorar esta relación nos permite comprender cómo el poder opera a través de prácticas discursivas y sociales que establecen lo que se considera legítimo y válido en una determinada sociedad.
En libros como Historia de la locura en la época clásica y El nacimiento de la clínica, Foucault mostró cómo el poder se ha ejercido a través de prácticas médicas y psiquiátricas que clasifican y normalizan ciertos tipos de comportamientos como «anormales» o «patológicos». Estos discursos médicos no solo tienen como objetivo diagnosticar y tratar enfermedades, sino también controlar y regular la conducta de las personas, definiendo lo que se considera «normal» y «saludable» en una sociedad determinada.
Según su perspectiva, el poder y el conocimiento son mutuamente constituyentes, en el sentido de que el conocimiento no solo refleja relaciones de poder, sino que también las reproduce y las refuerza. Esto significa que las formas de conocimiento y verdad que prevalecen en una sociedad determinada están influenciadas por relaciones de poder y por las condiciones sociales y políticas en las que surgen. Por lo tanto, el conocimiento y la verdad no son universales y objetivos, sino más bien históricamente contingentes y sujetos a cambio.
El poder crea la verdad. El poder crea un determinado discurso que naturaliza una serie de ideas, conceptos, cuerpos, formas de ver la vida. Lo natural o lo verdadero no lo es más que bajo una determinada producción de verdad, esto es, bajo un determinado régimen de poder
7 Dispositivo
Pero ¿cómo fluye el poder? Si es invisible y circula de manera cotidiana, ¿cuáles son sus elementos? ¿Cómo se organiza? Si no es una propiedad de los sujetos y si, además, es un elemento productivo, ¿dónde se asienta? Para Foucault, en los dispositivos.
Del francés dispositif, un dispositivo es una red o conjunto de elementos heterogéneos que incluyen prácticas, instituciones, discursos, leyes, normas y tecnologías que se unen para producir, mantener y regular un cierto tipo de conocimiento, poder o experiencia en la sociedad.
Para entenderlo mejor, pongamos el ejemplo de lo que podríamos llamar «dispositivo ortográfico». Este dispositivo de poder se basa en una serie de prácticas (la «buena» escritura), instituciones (Instituto Cervantes, Real Academia Española…), leyes (diccionario), normas y tecnologías que regulan una determinada experiencia en la sociedad. Generan, además, una «verdad» («Así es como se escribe») y una moral («Esta es la buena escritura») y produce unos sujetos determinados (a mí, por ejemplo, que estoy tildando correctamente cada palabra de este artículo). Produce, además, sujetos que se identifican con la ley y que la reproducen sin necesidad de una represión mayor (mi jefa, que me señalaría y corregiría las faltas ortográficas si yo decidiera no cumplirlas.
El dispositivo ortográfico se enlaza con otros dispositivos de poder y mantiene unos determinados privilegios para una determinada clase. Al final, no es de extrañar que sea una clase determinada la que copa constantemente esas instituciones (Real Academia Española o el Instituto Cervantes) y que sea precisamente su habla el que se ha elevado a buen habla, mientras que el habla de otras clases se considera una forma vulgar, paleta o inculta.
Por eso decimos que el poder crea realidad y lo hace a través de la naturalización. Y es que en ningún momento se nos dice que lo que pone en el diccionario sea un habla determinado, sino que aparece como el habla natural, el español neutro. Así, uno de los aspectos más interesantes del concepto de dispositivo es su capacidad para revelar las relaciones de poder que subyacen a las instituciones y prácticas sociales aparentemente benignas. Foucault mostró cómo los dispositivos pueden ser utilizados para ejercer control y dominación sobre los individuos, regulando sus comportamientos y pensamientos de acuerdo con las normas establecidas.
Entendido el poder de esta forma, y a diferencia de las concepciones tradicionales del poder —que lo entienden como una estructura monolítica y centralizada—, Foucault estudió cómo el poder se despliega a través de una multiplicidad de dispositivos que operan en todas las esferas de la vida social. Esto implica que el poder no se limita a las instituciones políticas y económicas, sino que permea todas las relaciones sociales y culturales.
8 Biopolítica
La biopolítica es un concepto central en la obra de Michel Foucault. Foucault introduce este término para analizar cómo el Estado y otras instituciones regulan y gestionan la vida de las poblaciones a través de una serie de técnicas y dispositivos que abarcan desde la medicina y la política social hasta la biología y la estadística. Explorar la biopolítica nos permite comprender cómo el poder político se entrelaza con las dimensiones biológicas y sociales de la vida humana, influyendo en nuestras prácticas y condiciones de existencia.
Para Foucault, la biopolítica surge en el contexto de la modernidad, especialmente a partir del siglo XVIII, con el surgimiento de formas de gobierno que buscaban no solo controlar y regular las acciones individuales de los ciudadanos, sino también gestionar y dirigir la vida de las poblaciones en su conjunto. Esto se vio reflejado en una serie de prácticas e instituciones, como la medicina preventiva, la política social o la higiene pública.
Una de las primeras manifestaciones de la biopolítica se encuentra en la medicina y la salud pública, donde el Estado comenzó a intervenir activamente en la vida de los ciudadanos a través de la promoción de prácticas de higiene, la vacunación obligatoria y la vigilancia epidemiológica. Estas medidas no solo tienen como objetivo proteger la salud de los individuos, sino también regular y controlar la vida de las poblaciones en su conjunto, estableciendo normas y estándares de salud que reflejan las preocupaciones y valores de la sociedad.
Todo poder es un poder biopolítico, es decir, un poder de gestión de la vida, precisamente porque el poder produce el sujeto que luego reprime (como la escuela, que produce al estudiante para luego castigar al mal estudiante)
9 Estética de la existencia
Foucault llegó a la estética de la existencia tras sus estudios sobre el poder y el saber. Sus anteriores investigaciones habían sugerido una omnipresencia de las relaciones de poder, lo que había llevado al sujeto a estar realmente sujeto, sin opciones de escapatoria, de creación o de libertad. Según sus estudios, éramos el resultado de haber pasado por la escuela, la familia, el hospital, la clase… ¡Éramos solo un resultado! ¿Cómo plantear si quiere un afuera a esta omnipresencia del poder?
Durante sus últimos años, Foucault descubrió (gracias a sus estudios sobre los griegos) que las relaciones de poder también pueden plegarse (esta metáfora es de Deleuze en sus estudios sobre Foucault). Así lo dice el filósofo Valentín Galván García:
«En la etapa arqueológica y genealógica, [Foucault] indagó sobre lo que decimos y hacemos a los demás, mientras que su ética es una reflexión sobre lo que nos decimos y hacemos a nosotros mismos». O en palabras de Deleuze: «Es preciso llegar a plegar la línea para constituir una zona en la que sea posible residir, respirar, apoyarse, luchar y, en suma, pensar. Plegar la línea para llegar a vivir en ella, con ella; cuestión de vida o muerte».
Esto da un poco de esperanza al horizonte político que había dibujado Foucault porque ahora las líneas que nos atraviesan ya no nos resultan siempre externas-coercitivas, sino que hay un espacio de libertad que nace del pliegue de estas líneas. Un espacio desde el que sabernos no solo sujetos por procesos externos, sino agentes de nuestra propia subjetividad.
Foucault descubrió en los griegos que su constitución como sujetos morales era distinta a la del acatamiento moral que operó más tarde en el cristianismo. El griego no hacía algo o dejaba de hacer algo por acatamiento a una regla o a una ley (como hace el cristiano con los mandamientos), sino que su actuación opera bajo las reglas de la belleza: su vida se regula para vivir una vida bella, una vida que merezca la pena ser vivida.
Estas prácticas no salen de la nada, por supuesto, se basan en reglas, convenciones o estilos de un entorno cultural determinado. Estas prácticas dibujan una vida estética y Foucault las encontró, como ya hemos dicho, en la antigua Grecia. En este momento histórico, nuestro autor observó que, frente a la constitución moral de los sujetos —basada en la obediencia a leyes y normas—, la aplicación del poder sobre uno mismo genera todo un campo (estético) de posibilidades vitales.
El poder nos tiene sujetos, pero nosotros podemos aplicar poder sobre nosotros mismos para rechazar las formas de vida que se nos imponen y vivir otras vidas
10 Heterotopía
Por último, abordemos uno de los conceptos que más ha aportado a los estudios urbanísticos en los últimos años. La palabra heterotopía se forma por la conjugación del prefijo «hetero-» (distinto) y el morfema griego «topos» (espacio). Una heterotopía es un espacio físico o un lugar que tiene una función específica en la sociedad y que opera de manera diferente a otros espacios convencionales.
Foucault introdujo este término para explorar cómo ciertos lugares tienen la capacidad de desafiar, invertir o subvertir las normas y categorías establecidas, creando así espacios de alteridad y diferencia que ponen en tela de juicio nuestras concepciones tradicionales de espacio, tiempo y realidad.
Foucault describió las heterotopías como lugares que tienen múltiples capas de significado y que funcionan como espejos o contrapartes de otros espacios sociales. Estos lugares no son simplemente sitios físicos; son más bien lugares que tienen una dimensión simbólica y discursiva que los hace diferentes de otros espacios convencionales.
Una de las características principales de las heterotopías es su capacidad para reunir en un solo lugar elementos que normalmente estarían dispersos o separados en otros contextos. Por ejemplo, un jardín botánico puede contener plantas y especies de diferentes partes del mundo, creando así un espacio que refleja la diversidad y la complejidad del mundo natural. Del mismo modo, un museo puede albergar obras de arte y objetos de diferentes períodos históricos y culturas, creando así un espacio que permite a los visitantes explorar y aprender sobre diferentes aspectos de la historia y la cultura humana.
Otra característica importante de las heterotopías es su capacidad para funcionar como espacios de inversión o subversión de las normas y categorías establecidas. Foucault señala que algunas heterotopías operan como espacios de resistencia y contestación que desafían las estructuras de poder y las jerarquías sociales dominantes. Por ejemplo, un hospital psiquiátrico puede funcionar como una heterotopía que cuestiona las categorías de normalidad y locura al proporcionar un espacio para aquellos que han sido marginados o excluidos de la sociedad.
Además, Foucault destacó la capacidad de las heterotopías para funcionar como espacios de tiempo suspendido o interrumpido, donde las reglas y normas habituales no se aplican de la misma manera. Por ejemplo, una prisión puede ser una heterotopía en la que el tiempo se experimenta de manera diferente para los prisioneros, quienes se ven obligados a vivir según un horario estricto y aislados del mundo exterior.
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