Javier Muguerza murió este miércoles 10 de abril a los 82 años. Adiós al intelectual español más influyente de la segunda mitad del siglo XX y al responsable de la modernización de la filosofía española, según ha dicho de él la facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, que impulsó y en la que fue catedrático de Ética.
Desde que se conoció la noticia de que Javier Muguerza había muerto se han dicho y se han escrito muchas palabras destacando su importancia y su buen hacer. Sí, Muguerza (Coín, Málaga, 1936) era –es– un gran intelectual del siglo XX español, una de las grandes figuras de la filosofía española –«el filósofo más importante de España», titulaba el periódico El Mundo–. Dedicó su vida a enseñarla, a ponerla en valor y a modernizarla.
Inteligencia y diálogo
La base para ese buen hacer y esas alabanzas que recibe ahora –y que también recibía en vida– parece que la tenía dentro, le venía de serie, más allá de su manera de construir y entender la filosofía: su forma de ser, la parte más personal, que todos los que lo conocieron de cerca han coincidido en destacarla. «Su inteligencia y su fino sentido del humor, su amabilidad, su deferencia, su curiosidad intelectual, su tolerancia en todos los ámbitos, su modestia, su disponibilidad a dialogar con todas las corrientes filosóficas, por alejadas que estuvieran de sus puntos de vista…», ha escrito de él el filósofo Manuel Cruz en el diario El País. Muy significativa esa disponibilidad para dialogar con todas las ideas por contrarias que fueran a las suyas precisamente en estos tiempos en los que el verbo «dialogar» parece que se ha convertido en un imposible, en un no-deseable, y que se ha teñido de un significado peyorativo…
De esa inteligencia y de ese enfrentar ideas habla el filósofo Javier Sádaba en su libro Memorias desvergonzadas, publicado por Almuzara. «Aranguren me recomendó que hablara con Javier Muguerza, persona que destacaba en lo que se dibujaba como una renovación académica (…) A Javier le mantengo cierta estima y cierto cariño. A pesar de los distintos encontronazos que hemos tenido no sé si por culpa mía, suya o de los dos. Persona inteligente…».
Un gran intelectual del siglo XX español, una de las grandes figuras de la filosofía española el filósofo más importante de España, han dicho de él
Ética y razón
Muguerza hizo y fue muchas cosas. «Fue seguramente el intelectual español más influyente de la segunda mitad del siglo XX, responsable de la modernización de la filosofía española», ha dicho la facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que él mismo impulsó. Fue discípulo de José Luis L. Aranguren, otro de los filósofos españoles más influyentes del siglo XX. Fue uno de los pensadores que introdujeron el «pensamiento analítico». Fue fundador del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y su primer director. Fundó en 1990 Isegoría, una revista de Filosofía moral y política que editaba semestralmente el Instituto de Filosofía del CSIC. Fue uno de los pensadores más destacados en el campo de la ética en España, fue catedrático de Ética de la UNED y catedrático emérito desde su jubilación, a los 70 años; antes había sido catedrático de Fundamentos de Filosofía de la Universidad de La Laguna (Tenerife, Islas Canarias) y catedrático de Ética y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue traductor de obras de Bertrand Russell al español. «Toda una generación filosófica, más, dos, quizá hasta tres, dependieron de su inmensa capacidad de poner de acuerdo a gentes que padecían una enorme orfandad de pensamiento en una España todavía seca y madrastra», ha dicho sobre él la filósofa Amelia Valcárcel en el periódico El País.
El filósofo Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, discípulo de Muguerza, ha dicho, según recoge El Cultural: «En una época en la que estaba de moda el existencialismo y autores como Heidegger y Sartre [años 60 del siglo XX], y aún muy vigente la escolástica en España, Muguerza trata de ir a los rudimentos de la filosofía de la ciencia y la lógica, lo cual demostraba el trabajo duro y arduo de un filósofo con una sólida formación. Fue uno de los grandes embajadores de la filosofía analítica en la filosofía española de los años 70».
Javier Muguerza escribió La razón sin esperanza, «un auténtico chorro de aire fresco en aquella España de finales de los setenta y principios de los ochenta –escribe en El Confidencial Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga–. Era muy estimulante ver cómo un filósofo español se batía con soltura con lo mejor y más actual de la filosofía anglosajona, y además de salir bien parado se atrevía a hacer propuestas originales, cuestionando desde dentro el tratamiento analítico de la razón práctica, que ciertamente dejaba entonces mucho que desear».
Fundó y dirigió el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y fue uno de los introductores del «pensamiento analítico»
La guerra civil española
En este artículo, Antonio Diéguez narra la historia más familiar de Muguerza, que había nacido en el mismo pueblo que la madre de Diéguez. Su familia, de origen vasco, sufrió directamente el infierno de la guerra civil. «Su abuelo, su padre y cuatro tíos fueron asesinados por los anarquistas en la carretera a Málaga –escribe Diéguez–, cuando los llevaban para ser juzgados en la capital bajo la acusación discutible (pues algunos de ellos eran liberales o de izquierdas) de haber apoyado el alzamiento militar. Su padre pudo escapar mal herido y esconderse en una finca de la zona, pero fue localizado horas más tarde y allí le dieron muerte».
Javier Muguerza escribió también Desde la perplejidad. Ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo, «un esbozo preliminar de una crítica de la razón dialógica». Pero ya dejaba claro en esta obra nada más empezar que «siempre hay cosas más urgentes por hacer que publicar un libro». Así que mientras él se dedicaba seguramente a esas otras cosas que consideraba más urgentes, otros escribían libros sobre él como forma de homenaje: Disenso e incertidumbre, síntesis de sus ideas, y diez años más tarde, Diálogos con Javier Muguerza, ambos publicados por el CSIC.
Muguerza deja un pensamiento español más moderno que el que él se encontró. La Red Española de Filosofía lo ha destacado como «una figura clave para varias generaciones de filósofas y filósofos españoles e iberoamericanos y, también, de la Filosofía de la Transición. Contribuyó decisivamente a devolver la normalidad a la Filosofía española al reconectarla con las tradiciones europeas y anglosajonas».
«Querido Javier…»
Ilustra este artículo un fragmento del libro Diálogos con Javier Muguerza, publicado por el CSIC en 2016 y concebido como un homenaje por su 80 aniversario. Roberto R. Aramayo estuvo a cargo de la edición. Entre quienes participaron en esa celebración, el teólogo Manuel Fraijó, fiel amigo de Muguerza, que comienza así su texto, en forma de carta:
Querido Javier:
Nuestro amigo Roberto R. Aramayo me invita, como lo hizo hace diez años, a participar en tu homenaje de cumpleaños. En aquella ocasión, te escribí una extensa carta (…), «El cristianismo ante el enigma del mal. Carta a un amigo incremente». También esta vez pensaba ahondar en el mismo asunto. De hecho, lo he intentado, pero «no me sale».No le salía porque, como explica Fraijó, bastantes visitas, ocasiones de mal, había tenido el filósofo homenajeado en los últimos tiempos como para seguir insistiendo. Siempre discreto y acertado, Fraijó decidió girar y hablar de la esperanza –y sus naufragios– encarnada en la figura de Ernst Bloch, amigo intelectual de ambos y al que Muguerza había dedicado «páginas muy valiosas».
Al final, tras la evocación de Bloch, Fraijó se dirige de nuevo a su amigo con palabras emocionadas y emocionantes:
Concluyo aquí, querido Javier, esta breve evocación de Bloch. Mi intención ha sido la de homenajear a un grande de la filosofía española llamado Javier Muguerza recordando a un grande de la filosofía alemana llamado Ernst Bloch. Creo que no lo conociste personalmente, pero sé que te hubiera gustado hablar con él. Deseaba visitar España, pero le estorbaba Franco y, cuando Franco murió, ya no le quedaban fuerzas para viajar. Yo tuve la suerte de peregrinar, noche tras noche, de colegio mayor en colegio mayor, para escuchar la palabra de aquel hombre menudo que, aunque ya visiblemente encorvado, continuaba disertando sobre el «hombre erguido», una aspiración antropológica tan kantiana como blochiana. (…)
En los últimos años, Javier, algunos amigos comunes me dicen que empiezo a caminar encorvado. Algo que también observo en ti cuando acompaño a los amigos a visitarte. Pero de una cosa quiero estar seguro: el transcurrir de los días nos irá encorvando, pero me gustaría que llegásemos «erguidos» al final, como Bloch.
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