Los aforismos de Zürau
En 1917, mientras Kafka residía en la casa de campo de su hermana Ottla, en la pequeña población montañosa de Zürau (República Checa), escribió en un gastado bloc de notas:
«Leopardos irrumpen en el templo y se beben el agua de las cráteras sacrificiales hasta vaciarlas; esto se repite una y otra vez; al final puede contarse con ello por anticipado y se convierte en parte de la ceremonia».
Años más tarde, esta anotación fue recogida por Max Brod e incluida en los hoy conocidos como los «aforismos de Zürau». Sin embargo, las imágenes que ofrece aquí Kafka son más retorcidas y enigmáticas que en el resto de sus aforismos, en los cuales se dedica a reflexionar sobre aspectos teológicos y literarios.
A pesar, no obstante, del aparente misticismo, este aforismo nos ofrece una importante lucidez sobre la concepción de toda su obra: la de una sociedad que no solo desfallece ante el peligro, sino que ha normalizado la desnaturalización que el peligro ha causado hasta formar parte de la cotidianidad de aquellos que participan en las costumbres de la sociedad.
Escritos en 1917 y recopilados por Max Brod, los aforismos de Zürau reflejan un Kafka introspectivo y filosófico, cuyo pensamiento abarca la teología, la literatura y la condición humana
¿Qué es «lo kafkiano»?
En 1912, Kafka encontró su estilo literario: la extrañeza del mundo. Con el paso de los años, la cultura popular terminó por relacionar casi exclusivamente la obra de Kafka con la extrañeza, culminando así en la conceptualización de lo kafkiano. A lo kafkiano también se le añade, a menudo, el sinsentido de la vida, lo fútil, la apatía, la impotencia.
Todos son, verdaderamente, temas que aparecen en sus relatos, pero hacen de la obra de Kafka una especie de construcción en el vacío que está muy lejos de la realidad y que anula completamente cualquier reflexión profunda sobre ella. No ayuda, además, que la publicación de sus diarios —a los que Kafka acudía en los momentos más oscuros, pero también más indispensables de su día a día— hayan creado en la mente de los lectores una imagen del escritor praguense que se asemeja a un insecto compungido y sometido.
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