El filósofo Michel Onfray hace una lectura muy personal de Kant a partir de un hecho concreto: la reivindicación del pensamiento kantiano que el nazi Adolf Eichmann, responsable directo de la solución final, hace en el juicio que lo mandó a la horca al ser encontrado culpable de genocidio. Recordamos este episodio –un tanto grotesco si no fuera por los atroces hechos que se estaban juzgando en esa sala– de la mano de Hannah Arendt, la filósofa enviada por The New Yorker para cubrir el proceso. Después de las sesiones, Arendt escribió uno de los libros más importantes para el pensamiento contemporáneo: Eichmann en Jerusalén. Un estudio acerca de la banalidad del mal.
En ese libro relata:
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