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Dosier — Byung-Chul Han

F+ Han y la sobreproducción de lo igual

Los tiempos en los que existía el otro como amigo, como infierno, como misterio o como deseo van desapareciendo para dar paso a lo igual. Es la proliferación de lo igual no por prohibición o represión de lo distinto, sino por la hipercomunicación, el exceso de información, la sobreproducción y el hiperconsumo. «La expulsión de lo distinto» pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la depresión y la autodestrucción. En su ensayo, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han rastrea el violento poder de lo igual en fenómenos característicos de nuestra sociedad tales como el miedo, la globalización y el terrorismo.

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La expulsión de lo distinto y Byung-Chul Han

Dentro de nosotros hay un mundo interno lleno de sueños, fantasías, complejidades y llenos de «otros». Los dispositivos digitales, sin embargo, reducen nuestra exposición a la otredad, limando nuestro mundo interno. Diseño realizado a partir de la fotografía del filósofo surcoreano Byung-Chul Han realizada por Isabella Gresser y los elementos de collage de Freepiks (CC.) y Canva Pro (CC.).

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Contenido de esta parte del dosier, inicio del libro «La expulsión de lo distinto»

El terror a lo igual

FILOSOFÍA&CO - Distinto han
La expulsión de lo distinto, de Byung-Chul Han (Herder).

Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social. Lo que lo enferma no es la retirada ni la prohibición, sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación. El signo patológico de los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior.

La depresión como presión interna desarrolla unos rasgos autoagresivos. El sujeto que, viéndose forzado a aportar rendimientos, se vuelve depresivo en cierta manera se muele a palos o se asfixia a sí mismo. La violencia del otro no es lo único que resulta destructivo. La expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos.

A causa de su positividad, el violento poder de lo igual resulta invisible. La proliferación de lo igual se hace pasar por crecimiento. Pero a partir de un determinado momento, la producción ya no es productiva, sino destructiva; la información ya no es informativa, sino deformadora; la comunicación ya no es comunicativa, sino meramente acumulativa.

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