Para caracterizar a los cínicos me gustaría citar unas líneas de Alfonso Reyes, de su libro La filosofía helenística:
«En ellos se produce una curiosa metamorfosis del ‘rey filósofo’ concebido por la tradición clásica. El individuo privado se erige en paradigma y norma, no por lo que razona o por lo que sabe en punto a conocimientos específicos, sino por el espectáculo total de una práctica, una conducta. Se conducen siempre como mendigos insolentes y entrometidos, amargos testigos de la flaqueza humana…
Apostrofan, desde las gradas de los teatros, a los emperadores romanos. Están penetrados de cosmopolitismo y poseen el sentido de la igualdad y la fraternidad humanas. Carecen de espíritu cívico. Las victorias helénicas son para ellos —extranjeros o semibárbaros como los estoicos— meras casualidades y no les entusiasman1.»
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