¿Cuál es el principal reto de la filosofía, o sus principales retos, en estos tiempos de zozobra, inseguridad e incertidumbre en todo el mundo?
Diego S. Garrocho. Filósofo español
Diego S. Garrocho es doctor en Filosofía, profesor en el Área de Ética y Filosofía Política en el Departamento de Filosofía y vicedecano de Investigación, Transferencia del Conocimiento y Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid.
«Creo que uno de los principales desafíos de la filosofía contemporánea pasa por reconstruir las fuentes de verdad y sentido que, aproximadamente desde la mitad del siglo XX, habían sido canceladas. Fenómenos como las fake news o la emergencia climática hacen imprescindible revisar determinados dogmas construccionistas. El dominio de las interpretaciones y las narrativas sobre los hechos es un lujo que demasiadas personas en el mundo no pueden permitirse. Que el agua de un pozo sea o no potable es algo más que una cuestión hermenéutica. En este sentido creo que la filosofía, afanada en una labor destructiva o deconstructiva durante décadas, tiene que hacer posible un proyecto constructivo en el que podamos habilitar nuevas formas y experiencias de sentido. Creo, con toda franqueza, que una vida compartida en la que no exista un consenso mínimo acerca de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y de lo malo, es una temeridad que sólo redunda en la vulnerabilidad de los más débiles.
«Debemos afrontar la gran transformación a la que nos está sometiendo la revolución digital. Los nuevos modelos de ciudadanía, la rehabilitación de conceptos, obligaciones y deberes o la articulación de la virtud civil requieren una nueva definición. Y habrá tres frentes de reflexión: los flujos migratorios, la quiebra de garantías propias de las democracias liberales y la tensión entre el mundo secularizado y el no secularizado»
En términos ético-políticos creo que existen algunos frentes insoslayables. De una parte, existe una redefinición del marco formal y debemos afrontar la gran transformación a la que nos está sometiendo la revolución digital. Los nuevos modelos de ciudadanía, la rehabilitación de conceptos, obligaciones y deberes fundamentales o la articulación de la virtud civil requieren hoy una nueva definición. Asimismo, creo que habrá tres frentes fundamentales de reflexión: los flujos migratorios en un contexto global en el que la desigualdad comienza a cobrar una nueva distribución; la quiebra de determinadas garantías propias de las democracias liberales como la separación de poderes, la libertad de prensa o el cuestionamiento de ciertas instituciones republicanas; y, por último, creo que se hará creciente la distancia y la tensión entre el mundo secularizado y el no secularizado. En definitiva, hay una gran tarea por delante.
A estos problemas específicos y coyunturales creo que deberíamos sumarle los problemas que han acompañado tradicionalmente al pensar filosófico: el tiempo o la relación entre lenguaje, pensamiento y mundo requerirán, sin duda, una revisión actualizada a la nueva realidad».
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