¿Cuál es el principal reto de la filosofía, o sus principales retos, en estos tiempos de zozobra, inseguridad e incertidumbre en todo el mundo?
María del Olmo Ibáñez. Filósofa española
Doctora en Filosofía y Letras y docente, María del Olmo Ibáñez es directora del Archivo Histórico Provincial de Alicante.
«Antes de hablar de los retos me gustaría posicionarme sobre la descripción de la situación que la pregunta contiene y avisar de que voy a tratar de no citar a ningún filósofo en mi respuesta. Contaba Galeano en una entrevista que el gran Onetti le dijo la siguiente frase: ‘Las únicas palabras que merecen existir son aquellas que mejoren el silencio’. Creo que el terrible tiempo inesperado en el que vivimos exige, en primer lugar, silencio. Y me explico. En una reciente publicación mía afirmaba yo que desde febrero asistimos al pronunciamiento de filósofos que intentaban componer un argumento y balbucear alguna respuesta en medio de su propia perplejidad. Lo sigo sosteniendo. He seguido las declaraciones que se han ido produciendo en el ámbito de la filosofía y, sinceramente, en general no he escuchado más que tartamudear y balbuceos. Suelo sostener cuando me muevo en el ámbito de la historia que la humanidad no es más que la extrapolación inmensa de un ser humano, que si la pensáramos así nos entenderíamos mejor.
Desde que empezamos a escribir en el Neolítico existen datos de pandemias, lo que hace radicalmente diferente a la producida por el Covid-19 es el hecho de que a estas alturas de nuestra historia creíamos que podíamos con todo y que nuestra hedonista sociedad se caracteriza por la ocultación de la enfermedad y la muerte. Ya no estábamos preparados para asistir al espectáculo de millones de cadáveres y de la enfermedad campando sin control entre nosotros. Creo que la idea de la extrapolación que sugiero sirve para plantear que lo que nos ha sucedido en este contexto actual, que sucintamente esbozo, admite la siguiente analogía: la situación es similar a cualquiera de nosotros enfrentándonos de pronto a una enfermedad grave con riesgo de muerte. La experiencia me dice que lo primero que se produce es el shock intenso, después viene la aceptación y el sumergirte en el tratamiento mientras intentas racionalizar lo que te pasa y guardas silencio. Solo una vez superada la enfermedad se es capaz de asimilar lo sucedido y decir una palabra de lo vivido. Por eso yo reclamaría a la filosofía un tiempo de silencio. El silencio, si se es paciente, siempre es fecundo y contiene en germen una respuesta.
«Yo reclamaría a la filosofía un tiempo de silencio. El silencio, si se es paciente, siempre es fecundo y contiene en germen una respuesta. Tras el silencio, tiene que reconocer y asumir que hoy no se puede hacer filosofía sin atender a la ciencia»
Pienso que los retos a los que debería enfrentarse la filosofía tras el silencio son tres y seguro que no voy a ser nada original. En primer lugar, tiene que reconocer y asumir que hoy no se puede hacer filosofía sin atender a la ciencia. La ciencia es quien realmente tiene la palabra y la autoridad ante la pandemia. En segundo lugar, debería recuperar su condición crítica contra el poder establecido. Nos estábamos acostumbrando a su coqueteo con él y a la desaparición de su voz denunciante. En la gestión de esta crisis hay muchas responsabilidades que exigir y los muertos y los enfermos nos lo están pidiendo. En tercer lugar, superado el racionalismo, la posmodernidad, y la postposmodernidad, creo que la filosofía debe volver a poner en el centro de un mundo tan despiadado como el nuestro al ser humano despojado de tanto aderezo absurdo. Vivíamos, descuidadamente, endiosados, ensoberbecidos de nosotros mismos. O volvemos a poner en el centro de la existencia colectiva al ser humano frágil, contingente y necesitado de cobijo, que en realidad somos, o estamos perdidos. A la consecución de este objetivo puede contribuir de manera importante la filosofía de este tiempo de zozobra, inseguridad e incertidumbre».
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