Conocido por sus imágenes provocativas y surrealistas, el pintor belga René Magritte (1898-1967) siempre jugó con símbolos ambiguos, poniendo en escena la relación entre el objeto pintado y el real. Así es como nace su obra Los amantes (1928), una pintura donde dos personas se besan protegidas por dos sábanas o paños húmedos. ¿Pandemia? Nada de eso.
Por Tomás Vio Alliende /La Mirada
Por la época, obviamente que no tenía que ver con la Covid-19, pero sí con la sensación de asfixia, interior y exterior que siempre estaba tratando de mostrar el artista con sus obras. Es la primera de cuatro obras similares creadas por Magritte en el mismo año: Los amantes II, Los amantes III y IV, todas ellas representadas por parejas tapadas con telas. Según lo que el artista explicó tiempo después, su objetivo era simplemente darle un sentido poético a lo real.
Lo que ahora se ve como amor en los tiempos del coronavirus, expertos dicen que se debe a la terrible experiencia que tuvo el pintor cuando de adolescente presenció cómo sacaban del río Sambre a su madre muerta, arropada con un paño mojado sobre la cabeza que le ocultaba la cara. Esta imagen habría traumatizado a Magritte hasta tal punto que su sello como pintor siempre estuvo en el ocultamiento de rostros con distintos elementos. Sin embargo, no existen pruebas concretas que comprueben esta teoría. El pintor, más allá de manifestar el deseo prohibido de dos amantes, el encuentro furtivo, la desolación, el amor imposible, siempre señaló que él solo buscaba expresar que la pintura hablara por sí misma e invitara a pensar. Los amantes ha inspirado a muchos artistas que han reinterpretado esta relación anticontagio, esta separación forzosa de fluidos y de relación entre dos personas que, aparentemente, se desean.
En sus obras es común ver contrastes, juegos de palabras, análisis psicoanalíticos de las cosas, ausencias, ironías y subversión
Un pintor con influencias, pero independiente
Magritte estudió en la Academia de Bellas Artes de Bruselas y primero estuvo influenciado por los movimientos como el cubismo y el purismo, entre otros. Posteriormente tuvo la oportunidad de ver una reproducción del óleo La canción de amor (1914), de Gustavo Chirico, y a partir de 1926 cambia su estilo anterior para seguir en la senda de Chirico. Al año siguiente se va a París, donde se establece y participa con los surrealistas Breton, Eluard, Miró y Dalí, aportando junto a ellos en el ilusionismo y el realismo mágico. Aburrido de la frenética locura parisina, en 1930 regresa a Bruselas, en donde vive hasta sus últimos días.
Si bien mantuvo una estrecha relación con el surrealismo, Magritte fue siempre muy independiente. En sus obras es común ver contrastes, juegos de palabras, análisis psicoanalíticos de las cosas, ausencias, ironías y subversión. Dentro de todo eso encaja también la figura de Los amantes, el amor oculto, encerrado, el beso condenado a la separación de las carnes, sin lujuria. Se trata de un encuentro amargo, un ósculo, que visto con ojos de hoy día le teme al coronavirus y a la pandemia. Un encuentro quizás obligado, salido de una sala de tortura. ¿Es un verdadero beso? La duda queda abierta. Los paños de Magritte destruyen cualquier idea carnal al prohibir a los protagonistas el contacto de verdaderas sensaciones.
La figura de Los amantes refleja el amor oculto, encerrado, el beso condenado a la separación de las carnes, sin lujuria
Son muchas las explicaciones e interpretaciones de esta obra. Lo cierto es que en una época de Covid-19, Los amantes aparece también como ejemplo de incomunicación, de desesperanza. Se trata de la incapacidad para poder llegar definitivamente al otro y traspasar la barrera eterna de los afectos. Algo tan simple como un beso, en condiciones extremas de pandemia, puede llegar a convertirse en una verdadera quimera.
*Este artículo fue publicado originalmente en el portal chileno La Mirada.
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