El educador escocés Alexander S. Neill falleció el 23 de septiembre de 1973. Su nombre se asocia a los conceptos de «educación progresista», «pedagogía libertaria», «autogobierno infantil». Y se une también a Summerhill, nombre del internado mixto ubicado en las cercanías de Londres que él dirigió durante cincuenta años, hasta el momento mismo de su muerte, y del que llegó a decir que, más que una escuela, era «una forma de vida» que aseguraba la formación de niños sanos y felices.
Por Rogelio Rodríguez Muñoz, licenciado en Filosofía
Esa fue la tarea insobornable a la que Neill se entregó con pasión durante su existencia: proporcionar felicidad a los niños en un mundo que no caminaba en esos años —y no camina mucho tampoco hoy— por ese rumbo. Como otros espíritus abiertos y fecundos en el campo de la filosofía educativa —Montessori, Russell, Illich, por ejemplo—, concibió la felicidad a través de una pedagogía basada en el afecto, la tolerancia y la sinceridad, y se dio de lleno a combatir aquella actitud educativa que tiene como resultado directo la conformación de pequeños neuróticos y agresivos: la educación basada en el temor, la imposición, el autoritarismo y la mentira, factores que Neill agrupa y resume en su expresión «antivida».
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