En septiembre tuvo lugar en Madrid el primer Festival de las Ideas, un evento en el que el pensamiento y el debate filosófico tomaron las calles. La Plaza de España se convirtió en un gran escenario al aire libre por donde pasaron diversas personalidades del mundo del pensamiento, entre ellas Wendy Brown, con una ponencia centrada en la figura de Max Weber.
En mitad de un salto en la situación de inestabilidad de Oriente Medio, Wendy Brown comenzaba la charla reivindicando a las activistas propalestinas y reiterando su condena al genocidio en Palestina: «Solo quiero decir que es un placer estar aquí. Quiero ofrecer un agradecimiento especial a los que luchan contra el genocidio en Palestina». Tras esto, Brown abordó uno de los grandes problemas de la actualidad: la crisis de los valores. Y lo hizo de mano del pensamiento del sociólogo alemán Max Weber.
Un «aliado improbable para la izquierda»
Weber, planteó Brown, puede parecer «un aliado improbable para la izquierda» y, sin embargo, señaló, «es absolutamente indispensable» debido a la riqueza de su teoría del poder y su visión sobre la ciencia. Esta ciencia y la propia razón en un sentido filosófico, planteó Brown, «están vaciando al mundo de significado», porque, a medida que se desarrollaron en el mundo moderno, Dios y la autoridad religiosa fueron perdiendo su valor y comenzaron a decaer. Para Weber esto era importante porque, en palabras de Brown, «entendía que, en Occidente, el monoteísmo, desde el desarrollo del cristianismo, había organizado la producción y la seguridad de los valores».
Por tanto, cuando hablamos de la crisis de los valores del mundo en el que vivimos estamos hablando de una crisis que se remonta al menos un par de siglos atrás y que tiene que ver con lo que la sociología y la filosofía han entendido como «proceso de secularización» o «desencantamiento del mundo». Desvelar las leyes científicas que subyacen a la naturaleza y la vida mismas y entender que estas no tienen nada que ver con una autoridad divina nos permitió avanzar, pero hizo trastabillar nuestro soporte ideológico y moral. «Lo que Weber entendió —dice Brown— es que los valores con los que nos orientamos en el mundo estaban en peligro».
La filósofa acaba de publicar un libro que lleva por título Tiempos nihilistas en el que recoge parte de esta reflexión de la mano de Weber y lo pone en valor como un autor fundamental para pensar el problema del valor en el siglo XXI.
«Lo que Weber entendió —dice Wendy Brown— es que los valores con los que nos orientamos en el mundo estaban en peligro»
Nihilismo: un mundo con más conocimiento y menos significado
Al mismo tiempo que la ciencia daba fundamentos sobre el funcionamiento del mundo lo vaciaba de significado. Brown señaló que «lo que la ciencia y la razón nos ofrecen es una forma cada vez más poderosa de entender el funcionamiento de las cosas, pero no de cuál es su valor». El mismo valor de la verdad está en peligro: «Si la ciencia desplaza a la autoridad religiosa, que es precisamente como Weber entendía la modernidad, el resultado es un mundo con cada vez más conocimiento y cada vez menos significado».
Por tanto, la modernidad es un momento de la historia con cada vez «más y más facticidad», pero menos comprensión de cómo ponderar aquello que sacamos. A esto es a lo que podemos llamar nihilismo.
En este sentido, señaló Brown, el nihilismo no sería una desesperación, desgana o nihilismo en un «sentido punk», sino un vaciamiento de significado, un vaciamiento del valor. Ahora bien, en ese vaciamiento también se produce una instrumentalización: el valor se vuelve algo potencialmente comercializable, algo que utilizamos, dice Brown «para todo tipo de propósitos comerciales». Es por este motivo que, a la vez que encontramos un vaciamiento del valor en la sociedad contemporánea, encontramos que las marcas comerciales o los partidos políticos avanzan en un discurso emocional y moralista como manera de movilizar al consumo o al voto.
Se produce así un doble vaciamiento: por un lado, el terreno sobre el cual establecer juicios de valor cada vez es más inestable y, por otro, el valor mismo se vuelve «algo barato y vulgar que todos usan y despliegan para encubrir una voluntad de poder y de lucro». Ejemplos de ello, dice Brown, son el greenwashing o el pinkwashing, estrategias comerciales para instrumentalizar la lucha contra la crisis ambiental y el feminismo.
La modernidad es un momento de la historia con cada vez «más y más facticidad», pero menos comprensión de cómo ponderar aquello que sacamos. A esto es a lo que podemos llamar nihilismo
Los seres humanos como fuente de valor
Para Wendy Brown, Weber no solo es un autor útil para pensar el problema del valor en términos de diagnóstico, sino también para pensar cuál es la manera de solucionar el problema. Según la filósofa, esto pasa por entender que los seres humanos mismos somos la fuente de valor.
Es decir, ni Dios, ni la naturaleza, ni los hechos, ni la ciencia y tecnología, ni el conocimiento van a salvarnos. Los seres humanos. Brown señala que «producimos valor y es algo que tenemos que discutir, deliberar y perseguir como manera de organizar el mundo de una forma que consideremos justa, equitativa, democrática, decente y sostenible». Esa es la manera de superar el nihilismo.
Se trata de una «enorme tarea humana», explica Wendy Brown, pero es la tarea que Weber veía por delante a comienzos del siglo XX y que seguimos teniendo pendiente en el primer cuarto del XXI. Por eso, la autora recoge en su libro las conferencias que el alemán dictó en el curso de 1918-1919, un momento en el que el mundo estaba cambiando tras el impacto de la Primera Guerra Mundial.
En este momento histórico de posguerra, señala Brown, la democracia está perdiendo su imagen de legitimidad y el consenso que generaba frente a otras formas de gobierno, especialmente las que venían de la mano del fascismo. En su conferencia La ciencia como vocación, Weber identificó este peligro y la necesidad de crear un valor alternativo. Calificó esta tarea como el proyecto más serio que debía emprender la política.
Tras la Primer Guerra Mundial, la democracia estaba perdiendo su imagen de legitimidad y el consenso que generaba frente a otras formas de gobierno, especialmente las que venían de la mano del fascismo
El nihilismo hoy
Sin embargo, plantea Wendy Brown, esa crisis que identificó Weber «parece algo pequeño en comparación con la nuestra». La verdad hoy está en una profunda crisis (la posverdad es solo una de sus manifestaciones) y se amplifica por la lógica de las nuevas tecnologías.
Las narrativas que generamos, en este sentido, son cuestionables y contestables, porque, para la filósofa, ya no existen las verdades absolutas. Todo hecho es interpretable. Brown plantea que «nuestras narrativas, que están atravesadas por valores, son contingentes». Queremos, añade, que nuestras posiciones sean absolutas y verdaderas, pero eso ya no es posible.
Nuestras narrativas, opiniones y construcciones culturales están influenciadas por nuestras pasiones y por el contexto histórico. Esto vuelve al relativismo total o nihilismo un desafío para la democracia que ya no se asienta en una verdad, sino en una permanente deliberación que, a menudo, no se produce en las mejores condiciones.
En el espacio común que compartimos, el «espacio cívico», debe, por tanto, prevalecer la libertad de expresión para poder abordarse la crisis de los valores. Por eso, Brown plantea que dentro de las paredes de la universidad el pensamiento crítico se encuentra con demasiados obstáculos. Es necesario criticar la forma en que se educa en ellas y ampliar la reflexión sobre los problemas que enfrentamos para sacarlos a las calles y resolverlos también en ellas.
Irene Gómez-Olano (Madrid, 1996) estudió Filosofía y el Máster de Crítica y Argumentación Filosófica. Trabaja como redactora en FILOSOFÍA&CO y colabora en Izquierda Diario. Ha colaborado y coeditado la reedición del Manifiesto ecosocialista (2022). Su último libro publicado es Crisis climática (2024), publicado en Libros de FILOSOFÍA&CO.
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