Este artículo busca, por una parte, poder ver cómo Marvel, como industria capitalista, opera a nivel mundial subjetivando a millones de personas con una ideología imperial y, por otra parte, analiza radicalmente qué es lo que mienta la historia de héroes, en donde la figura de Thanos es decisiva para comprender nuestro propio y más íntimo deseo inconsciente que nos constituye. Y el marco teórico de este trabajo se centra en la dupla Hegel-Nietzsche a la luz de una lectura actual de sus conceptos clave.
Por Ricardo Espinoza Lolas, Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Viña del Mar (Chile)
La filosofía hoy, una que se escribe con minúscula, ya no debería tener la pretensión soberbia de dictaminar lo que es eso llamado realidad (nuestra «x» por excelencia, nuestro propio límite, nuestro Centauro que no se deja domar de forma alguna), y menos una realidad humana, y ni qué decir tiene intentar deducir desde la cabeza de un dios, el que sea, ya trascendente a lo Santo Tomás, ya trascendental a lo San Kant, ya ontológico a lo San Heidegger, ya deconstruido a lo San Derrida, etc., un modo de comportarnos los unos con los otros de forma prístina, inmediata, originaria, «en sí»; esto tiene que acabar. ¡Es Inevitable!
NosOtros, en cada barrio de las múltiples ciudades de este «Planetita» (ironía de Thanos al Capitán América en pleno combate entre ambos en Avengers: Endgame), nos vamos dando, en la medida que vamos viviendo, un cierto tejido socio-histórico, un tejido que emerge desde nuestras prácticas cotidianas; y así van aconteciendo distintos modos de construir nuestras ciudades a lo largo de la historia: Babilonia, la Atenas de Pericles, la Ciudad de Dios de San Agustín, la Ciudad Ideal del Renacimiento, la Máquina Capitalista de Londres, el Dispositivo de París, el Enjambre de Tokio, la Gentrificada Sao Paulo, el Anfiteatro de Valparaíso, etc. Todas estas ciudades son «relaciones de medida» y los mitos fundacionales de ciudades cuentan en una imagen esa «relación» (ciudades: griegas, latinas, europeas, orientales, americanas, etc.); esas «relaciones de medida» son modos que nos hemos dado los unos a los otros para organizarnos y así poder ser viables en medio de algún territorio material concreto; somos un «esto» y no «eso» otro; estos son «mis» dioses y estos «no» lo son; así son «nuestras» prácticas, «nuestros» valores, «nuestras» familias; en cambio, «aquellas» prácticas atentan contra «nuestros» principios, contra «nosotros»; estas son «nuestras» tierras y dominios; «aquellos» nos las quieren arrebatar.
Esas «reglas» que vamos construyendo (tejiendo) históricamente junto al otro (un otro cercano que acontece en esa calle, en ese barrio, en esa escuela, en ese quiosco, en esa plaza, en esa lengua, a esa distancia, ante esa mirada y gesto, etc.), se dan en tensión «contra» otros Otros; un modo de vivir siempre «enfrentado» a otro. Y, por ende, cadenas de múltiples modos de nosotros cerrados y abiertos, a la vez, de unos nosotros abiertos entre sí «contra» otros nosotros cerrados «para» nosotros; los ejemplos son varios, o santiaguinos contra sureños, o galeses contra ingleses, o florentinos contra sieneses, o los del norte contra los del sur, o los isleños contra los continentales, o los de arriba contra los de abajo, etc., todo tipo de unos «contra» otros.
Esto nos permite luego ver esa Idea que nos aglutina más allá de las diferencias. Esa Idea normalizadora de todo NosOtros en un simplón y plano «nosotros» esencial, y aparentemente sin-tiempo; y decimos somos: chilenos, británicos, italianos, estadounidenses, europeos, americanos (para seguir con el ejemplo del párrafo anterior). Bueno, hoy acontece la Gran Regla que quiere hegemonizar, una «medida» de todas las medidas, una medida de nosotros que opera «contra» todas las diferentes formas de NosOtros (tejidos socio-históricos); esa «justa» medida «naturalizada» imperante se llama Capitalismo. El Capitalismo se ha vuelto «La» «Medida» que busca mediar todo. Y en efecto así opera, pensamos que esa regla fue siempre así y no la mediatizamos reflexivamente de ninguna manera; a veces decimos que el Capitalismo es natural al hombre, o damos un paso más allá y señalamos que es como una ley física de la naturaleza, sin más. Y, en la actualidad, estamos bajo un Capitalismo en una mutación cualitativa muy tóxica, perversa y voraz: lo que llamo, en mis libros, Capitalismo «hacendal militarizado chapuza». Esto es lo que nos media como «El» Medio.
El Capitalismo se ha vuelto «La» «Medida» que busca mediar todo.
Esa «relación de medida» capitalista, que quiere hegemonizar (lo que a veces llamo «ontologizar»), se deja ver en forma espléndida en la gran industria Marvel de entretención (en especial, en el cómic ya por décadas, pero ahora también con la fuerza millonaria de la industria del cine y con todos sus productos asociados: desde figuritas a Netflix, pasando por todo tipo de juguetes, vestuario, música y una gran cantidad de empresas que viven de esto); nuestro inconsciente que es lo político (Lacan dixit), el inconsciente que es la bisagra dentro-fuera (yo diría, yo-nosotros, esto es, otra forma para entender el NosOtros de modo estructural), es esplendente e ilumina y en ello deja ver por medio de la chapuza del dispositivo Marvel las lógicas que nos constituyen.
Marvel es un agenciamiento (dicho en honor a Deleuze). Y se puede ver y analizar hoy lo que acontece en cada uno de NosOtros mejor que por fenomenólogos «oficiales» de la Escuela de Friburgo; solamente basta estar atentos a ese InconscienteMarvel, y para ello tenemos grandes herramientas como la Teoría Crítica y el Psicoanálisis. Con estos marcos conceptuales encarnados en el tejido socio-histórico (el método dialéctico expresado de modo único por Hegel en su Ciencia de la lógica y que está presente en mil libros y en este artículo) podemos ver cómo operan esas lógicas de lo político en la estructuración misma de cada uno de NosOtros desde lo más íntimo de nuestro inconsciente, esto es, su afuera, dicho más simple, la ciudad que nos constituye. Marvel es, en sí mismo, una gran herramienta de análisis (un laboratorio); es la ciudad en la que vivimos hoy y luego podemos experimentar en ella contra ella misma (así como Truman en el set de TV en The Truman Show, de Peter Weir, de 1988; la película es de 1998). Y podemos usar a Marvel contra Marvel. Y es Marvel mismo que trae su «afuera», su reverso, su límite, su muerte. Esto es Thanos. Lo inevitable de Marvel. El límite mismo de la franquicia de Marvel es la propia salida de ella; su espejo, su monstruo, eso «real» dicho en lacaniano, esa «realidad» dicho en zubiriano, el «asignificante» de Deleuze que no se deja atrapar por la ideología capitalista militarizada.
Para hablar del NosOtros es necesario que demos, entonces, un rodeo introductorio por Marvel, y de eso va este artículo; y me refiero a ese Marvel que se sintetiza finalmente en esos films (MCU, esto es, Marvel Cinematic Universe) durante 11 años (fueron 23 films, entre tres fases de desarrollo, entre el 2008, con Iron Man, y el 2019, con Spider-Man: Far from Home). Estos films manifiestan toda una forma de entender el propio cine, el cómic, el arte, la política, la industria, los millones que los siguen, la ideología que los constituye, los EE. UU., el Planeta en su globalidad, nuestro inconsciente, una nueva «teología» con el adjetivo «capitalista» (ya no negativa, ni política): son una expresión chapuza del «ser en el mundo» de este Planeta, en estos radicales tiempos.
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