Tras una infancia convulsa, atravesada por la falta de afecto de su padre, Franz Kafka se lanzó a la escritura, refugio en el que depositó una parte de su alma durante el resto de su vida. Su personalidad y manera de enfrentar el mundo le llevaron a ser considerado por muchos una especie de profeta del mundo que estaba por venir. Sin embargo, el escritor vivió atravesado por una profunda angustia que lo alejó de la vida que alguien de su posición estaba estipulado que debía vivir.
Una celda en su interior
Cuando Kafka tenía dieciocho años, en un ejercicio para la asignatura de Retórica, citó los siguientes versos de Tasso, una obra de teatro del autor alemán Johan W. Goethe:
«¡Te sujeto con mis dos brazos!
Así se aferra el marinero sin soltarse
a la roca que iba a hacerle naufragar».
Deja un comentario