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Número 13

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NÚMERO 13

Dosier

En busca del sentido de la vida

Frankl, Nietzsche, Zambrano, Nussbaum y otros pensadores

F+ Raúl Olivencia: «La política va de decir muchos noes»

El filósofo Raúl Olivencia relee la figura de Antígona no como heroína trágica, sino como símbolo de una política radical que nace del rechazo. En esta entrevista, nos habla sobre su libro «Antígona y la comunidad», donde explora cómo el «no» puede ser un gesto político fundante y cómo pensar una comunidad más allá de la ley, el poder y la identidad.

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Fotografía de Raúl Olivencia

Fotografía de Raúl Olivencia.

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Antígona y la comunidad. Por una política siniestra, de Raúl Olivencia

Antígona, tragedia escrita por Sófocles en el siglo V a. C., narra el conflicto entre la ley del Estado y la ley no escrita de los vínculos familiares. Tras la guerra entre los dos hermanos, Eteocles y Polinices —que se matan mutuamente por el trono de Tebas—, el nuevo rey, Creonte, decreta que solo Eteocles será enterrado con honores, mientras que el cuerpo de Polinices debe quedar expuesto, como castigo por haber atacado la ciudad.

Antígona, hermana de ambos, desobedece esta orden por fidelidad a lo que considera una ley superior: el deber de dar sepultura a los muertos. Actúa en solitario, consciente de que su decisión le costará la vida. Capturada y juzgada, no se retracta. Creonte, inflexible, ordena que sea encerrada viva en una tumba. Su prometido Hemón, hijo de Creonte, se suicida al encontrarla muerta, y la esposa del rey también se quita la vida. Así, la tragedia no solo confronta el deber cívico con el deber familiar, sino que plantea preguntas sobre el poder, la justicia, la muerte y el valor de la desobediencia.

Antígona regresa una y otra vez al pensamiento contemporáneo como una figura incómoda, inasimilable. Desde Sófocles hasta Judith Butler, pasando por Hegel, Zambrano o Lacan, su gesto —enterrar a su hermano Polinices contra la ley del Estado— sigue encendiendo lecturas que dislocan los marcos convencionales de la ética, la política y el derecho. Pero ¿qué sucede cuando leemos a Antígona no solo como un emblema de desobediencia, sino como un acto que propone otra medida de la ley?

Esta es una de las tesis centrales del filósofo Raúl Olivencia (Sabadell, 1977), que ha escrito un libro cruzado por la tragedia griega, el psicoanálisis y la teoría política: Antígona y la comunidad. Por una política siniestra. Olivencia, además, es autor de las novelas Clase turista y La vida nocturna de M. Rajoy, y ha traducido obras como Filosofía de la animalidad. Su trabajo se sitúa en la intersección entre filosofía, literatura y política, explorando las fisuras del poder y las posibilidades de lo común desde una perspectiva crítica.

En este último libro, Olivencia no se limita a repetir las interpretaciones canónicas. En su lectura, Antígona no se opone simplemente a Creonte: interpela todo el edificio simbólico sobre el que se asienta la civilización occidental. En esta entrevista, aborda algunas preguntas cruciales de la filosofía política: ¿cómo se constituye una comunidad sin caer en esencialismos? ¿Qué significa actuar políticamente sin buscar el poder? ¿Puede fundarse una política sobre la negatividad? Y, sobre todo, ¿qué tipo de subjetividad, qué forma de vida, se juega cuando alguien, como Antígona, actúa aún sabiendo que eso la llevará a la muerte?

La figura de Antígona, tal como la reconstruye Olivencia, no tiene moraleja. Su gesto no encierra un mensaje, sino una fisura. Y desde ahí, desde esa grieta, se vuelve indispensable.

Antígona ha sido una figura muy trabajada por la teoría feminista, especialmente por Judith Butler, quien rescata su capacidad de confrontar el orden establecido desde una posición dislocada. ¿Qué lecturas feministas de Antígona le resultan más fértiles hoy? ¿Qué otras pensadoras que han aportado otros ángulos críticos distintos a Butler?
Sí, Antígona es una figura fundamental, pero no solo para las teorías feministas, sino también para la teoría política en general. Y mi lectura de Antígona va en este sentido. Es decir, trato de situar al personaje que da nombre a la tragedia por fuera de la supuesta sectorialidad o parcialidad del feminismo, dentro de los diferentes frentes de lucha política contemporáneos, para otorgar al acto ético-político de Antígona cierta centralidad política. Con esto, por un lado, quiero señalar que las teorías feministas, o algunas de ellas, tienen un carácter universal. Por otro, aunque es el reverso de lo que acabo de decir, la acción ético-política de Antígona puede servir de modelo de todo acto ético-político.

Además de las tres conferencias de Judith Butler recogidas en El grito de Antígona, que es, sin duda, una de las aportaciones más interesantes que se han realizado sobre el personaje trágico, hay otras dos obras que han enriquecido mucho mi lectura y no podría no citarlas. Me refiero a La mujer y el sacrificio. Desde Antígona hasta nosotras, de Anne Dufourmantelle, y Que se pudran. El paralaje de Antígona, de Alenka Zupančič.

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