Tras el oscurantismo y la opacidad a los que gran parte de la sociedad europea se vio sometida durante la Edad Media, el Renacimiento irrumpió como una esperanzadora época en la que la libertad, la pluralidad, el antropocentrismo, la ciencia y el humanismo se convirtieron en valores fundamentales para progresar. En este periodo destacó, con su Discurso sobre la dignidad del hombre, el filósofo italiano Pico della Mirandola.
Por Carlos Javier González Serrano
El Renacimiento europeo es uno de los hitos históricos europeos que más curiosidad y admiración han causado a historiadores y pensadores. Hay quien sitúa su surgimiento en la caída de Constantinopla en manos de los otomanos en mayo de 1453; otros hablan del descubrimiento de América en octubre de 1492 o, en fin, otros se refieren a la reforma protestante de Lutero en octubre de 1517. Por su parte, el profesor y filósofo Carlos Goñi propone como fecha de inicio de la Edad Moderna el 17 de noviembre de 1494, día en que murió una de las figuras más ilustres y relevantes del siglo XV, el filósofo Giovanni Pico della Mirandola. También el mismísimo Tomás Moro, autor de la utopía más célebre, consideró a Pico el paradigma del hombre moderno. ¿Por qué?
Para dar respuesta a esta pregunta, Goñi ha publicado en la editorial Arpa el libro Pico della Mirandola, con prólogo de Jaume Salas, en el que se incluye el texto más contundente y representativo de aquel arquetipo del hombre moderno en edición comentada por el propio Carlos Goñi: el Discurso sobre la dignidad del hombre. En la introducción al volumen leemos que «si con Sócrates se inició la época clásica, con Pico della Mirandola se inaugura la modernidad», y ello porque, como se nos explica, la filosofía y el pensamiento ya no serán cosa de monjes o clérigos, como había sucedido hasta la Edad Media, y no solo se llevará a cabo en universidades, bibliotecas y conventos, sino que «será una actividad civil con todas las consecuencias».
A lo largo del Renacimiento tuvieron lugar cambios muy profundos, así como algunos descubrimientos, que transformaron la sociedad y la manera en que esta se estructuraba y se pensaba a sí misma. Pico della Mirandola nace en medio de este nuevo clima de apertura, en pleno siglo XV (1463), y se convertiría, a pesar de su temprana muerte (a los treinta y un años), en una auténtica rock star de la filosofía renacentista que se atrevió a desafiar a los órdenes establecidos, sobre todo al eclesiástico y su soberanía sobre asuntos intelectuales.
«Si con Sócrates se inició la época clásica, con Pico della Mirandola se inaugura la modernidad», leemos en el libro de Carlos Goñi
La libertad
Y es que si por algo se caracteriza el ser humano, a juicio de Pico, es por la libertad. Al principio de su Discurso —un must read de la historia de la filosofía que Carlos Goñi traduce y comenta de manera prolija y muy atinada—, Pico solo llama «libre» al ser humano, al contrario de las cosas y los animales, supeditados al más estricto orden natural. Nosotros, como humanos, no solo podemos contemplar la Creación, sino (inter)actuar en y con ella mediante el ejercicio de nuestra libertad: «Tú, libre de estrechas sujeciones, te definirás tu naturaleza según tu propio arbitrio».
Sin ser muy osados, podríamos decir sin equivocarnos mucho que aquí mismo, en el siglo XV, está la semilla del existencialismo de Kierkegaard o, más adelante, de Sartre, cuando estos pensadores nos exponían a la angustia y al abismo de tener que enfrentarnos a la responsabilidad de nuestra libertad. Sin embargo, en Pico della Mirandola, y en general en todo el Renacimiento, la libertad no es vista como una condena, sino como un don divino que hace que podamos «degenerar» en lo peor o «ascender» hacia lo mejor. Solo a nosotros, explica Pico, se nos ha dado la opción de llegar a ser lo que queramos. Por eso, asegura, somos dignos de admiración.
En este punto cobra especial relumbrón la filosofía, a la que Pico otorga un lugar especial en los saberes humanos. Desde luego que vivimos en un mundo en el que la discordia, la lucha y el conflicto se abren paso y se dejan notar, pues «tenemos en casa graves e intestinas luchas, peores que las guerras civiles». Pero si no las deseamos, aduce Pico, «si deseamos la paz que nos alce tan alto que nos sitúe entre los elegidos del Señor, debemos confiar solo en la filosofía, la cual nos podrá contener y apaciguar totalmente».
Pico della Mirandola solo llama «libre» al ser humano, al contrario de las cosas y los animales, supeditados al estricto orden natural. Los humanos no solo podemos contemplar la Creación, sino (inter)actuar en y con ella mediante el ejercicio de nuestra libertad: «Tú, libre de estrechas sujeciones, te definirás tu naturaleza según tu propio arbitrio»
El ser humano como foco de atención
Aunque tanto Pico della Mirandola como otros autores de la época siguen recurriendo a Dios, se trata de una teología que tiene como foco de atención al ser humano, que, como se ha explicado, ha de confeccionarse a sí mismo mediante sus propias destrezas, guiándose «filosóficamente» por la vida, y ejerciendo responsablemente su libertad. De ahí que se hable, en Pico, de un «antropoteísmo», pues se aplica al ser humano lo que, hasta aquel momento, se había aplicado en exclusiva a Dios. En palabras de Goñi, «en el humanismo piquiano el hombre es quien le da ser a la realidad, quien la hace ser a la medida de su intelecto, porque él es, en sus propias palabras, un universi contemplator, un contemplador del universo, y un verdadero microcosmos».
Somos un microcosmos que encierra el macrocosmos. El ser humano contiene en sí mismo todo el material necesario para comprender el mundo. Por eso es imprescindible acudir a nuestra interioridad, al yo y a nuestros impulsos racionales y emocionales para conocernos y conocer, a la vez, el mundo en su integridad. Este vuelco hacia la interioridad es lo que, poco tiempo después, convertirá René Descartes en la clave de la filosofía moderna: el cogito ergo sum, el pensarse a sí mismo que lleva a cabo el propio yo y que le invita a autoexaminar sus potencias cognoscitivas. ¿Cómo y hasta qué punto podemos conocer el mundo, y qué potencias cognoscitivas nos han sido dadas para llevar a cabo tal empresa?
Con Pico della Mirandola se da el pistoletazo de salida al pensamiento moderno que culminará en las filosofías del mencionado Descartes, que pasará por Leibniz o Locke y llegará hasta Hume y, finalmente, Kant y después los idealistas alemanes, que llevarán el yo hasta el paroxismo de sus posibilidades. El centro de la naturaleza ya no es Dios, tampoco la naturaleza, sino el ser humano: tal es el hallazgo de Pico, que valora, sobre todo, el espíritu emancipado y la autonomía del pensamiento: una razón liberada de las cadenas de una autoridad externa y que ya no se ve obligada a pensar de una forma determinada.
El ser humano contiene en sí mismo todo el material necesario para comprender el mundo. Es imprescindible acudir a nuestra interioridad, al yo y a nuestros impulsos para conocernos y conocer el mundo. Este vuelco hacia la interioridad es lo que, poco tiempo después, convertirá Descartes en la clave de la filosofía moderna: el cogito ergo sum
El Renacimiento, de la mano de Pico della Mirandola, inaugura el camino hacia la autoafirmación de la voluntad humana en su intento por desentrañar los secretos del mundo que tiene ante sus ojos, que ya no funciona de manera autónoma, sino que, al revés, hay que actuar en y con él y, para ello, se hace necesario conocerlo, poniendo en práctica, primero, la filosofía (el pensamiento crítico respecto a lo establecido) y, después, todo el aparataje científico (que ayuda a entender cómo funciona la naturaleza).
La libertad se convierte de este modo en la más importante pasión porque el ser humano solo puede llegar a ser plenamente, en exclusiva, a través de su libertad. Y la filosofía, sin duda, será la disciplina que nos muestre el camino para no embotarnos de racionalidad ni caer en la más baja sensibilidad: una vida filosófica es una vida que se piensa en libertad y que llama a la responsabilidad de ejercer, con sabiduría, esa misma libertad. Todo un reto que, aún hoy, sigue pareciéndonos casi inalcanzable… más de quinientos años después de la aparición de este joven que revolucionó la manera de pensar de toda una época. Tal fue el lema de Pico della Mirandola: «¡Si queremos, podemos!».
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