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Los retos de la filosofía en tiempos de incertidumbre: Irene Ortiz Gala

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Retos 2021: Irene Ortiz Gala

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¿Cuál es el principal reto de la filosofía, o sus principales retos, en estos tiempos de zozobra, inseguridad e incertidumbre en todo el mundo?

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Irene Ortiz Gala. Filósofa española

Irene Ortiz Gala es doctora en Filosofía y Ciencias del Lenguaje por la Universidad Autónoma de Madrid (España). Su tesis doctoral obtuvo la calificación de summa cum laude y mención internacional. Realizó sus estudios de grado en Filosofía y su máster universitario en Crítica y Argumentación Filosófica en dicha universidad, en la que además ha estado colaborando en la docencia de varias asignaturas del grado de Filosofía y en el grado de Estudios Ingleses durante los últimos cuatro años. Actualmente es investigadora en la Universidad Francisco de Vitoria. Ha realizado dos estancias de investigación en la Scuola Normale Superiore, en Pisa (Italia), bajo la supervisión de Roberto Esposito. Ha publicado varios artículos científicos entre los que cabe citar La desigualdad de la ciudadanía (2020) y La enfermedad de la ciudad. Una mirada a la literatura vírica (2020).

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«En la sesión inaugural del curso de filosofía de 2010 en la UAM (Universidad Autónoma de Madrid) un profesor nos dijo que si estábamos ahí para conseguir respuestas nos habíamos equivocado, que de ahí se salía con más dudas y que eso estaba bien. A mí me pareció que estaba exagerando, aunque, once años después, creo que algo de razón tenía. En el último año varios filósofos y filósofas han escrito sobre distanciamiento social, sobre el estado de excepción e, incluso, sobre un comunismo del desastre: han señalado los riesgos y las oportunidades del confinamiento y los peligros y los nuevos espacios que ofrecía la situación excepcional de la pandemia.

Agamben, Butler, Di Cesare, Esposito, Han, Nancy, Preciado o Zizek, por mencionar solo algunos, han escrito artículos —¡algunos incluso libros! ¡Oñate juntó a 34 filósofos y filósofas en uno!— dedicados al estudio de la pandemia y sus implicaciones políticas. ¿Cuáles han sido sus conclusiones? En realidad, como suele pasar siempre que se habla de filosofía, no ha habido consenso en los análisis y, sin embargo, esto no ha hecho menos interesante el debate, puesto que, como decía mi profesor, se han multiplicado las preguntas.

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«Después de un año, esto es lo que me sigue preocupando: qué tipo de comunidad es una que se fundamenta en la posibilidad de que los otros sean untores. Creo que es legítimo preguntarse si es política y humanamente vivible una sociedad así o, en otras palabras, si tal sociedad puede todavía definirse como humana»

Una de las preguntas a la que más he vuelto durante esta pandemia tenía que ver con las implicaciones del distanciamiento social en la comunidad. Qué quería decir, si es que quería decir algo, evitar el contacto con los otros o, en otras palabras, qué consecuencias tenía asumir que el otro es una posible fuente de contagio. Y, después de un año, esto es lo que me sigue preocupando: qué tipo de comunidad es una que se fundamenta en la posibilidad de que los otros sean untores.

Creo que es legítimo preguntarse si es política y humanamente vivible una sociedad así o, en otras palabras, si tal sociedad puede todavía definirse como humana. Si aceptamos que una de las características que permiten definir qué es un ser humano es su carácter relacional, en tanto que se es con los otros en una comunidad, si nos ponemos un poco estupendos y con Aristóteles decimos que el ser humano es un zôion politikón, entonces ¿quién es este hombre sin rostro, del que solo nos quedan los ojos, que tememos que nos contagie y con el que evitamos tener contacto?

Pero esto se trataba de decir qué puede aportar la filosofía a esta situación. Preguntas —y respuestas nunca definitivas—. Como ha señalado Agamben, puesto que las personas que hablan, piensan y escriben sobre filosofía, por norma general —al menos los nombres que señalado más arriba—, no son médicos ni virólogos, no pueden expresar un juicio sobre el virus y la enfermedad. Sin embargo, creo que lo que sí entra dentro de sus competencias como filósofos y filósofas es examinar las consecuencias de las políticas inmunitarias implementadas durante el estado de alarma, los efectos de las medidas de biovigilancia, en pocas palabras, el impacto de las medidas biopolíticas en eso que decimos que es un hombre (que sabemos que no es algo por siempre dado).

«La filosofía es un juego que a veces consigue expresar preguntas más o menos pertinentes. Nada más —o nada menos—. Hasta dónde podamos llegar con este juego es una decisión que deben tomar los hombres y las mujeres que hacen la filosofía por venir»

Pero no nos agobiemos, como escribió Adorno en La dialéctica negativa: «La filosofía es lo más serio que hay; pero tampoco tanto». La filosofía se me ha presentado siempre como un juego, un juego que ilusiona (in-ludere). Los juegos consiguen que las personas que los juegan se desprendan del tiempo. Seguramente no es casualidad que el instante eterno, el aión de Heráclito, sea definido como un niño que juega, que mueve sus peones. Lo que abre ese juego es el reino de un niño. La filosofía, me parece, es un juego que a veces consigue, desde ese instante eterno, expresar preguntas más o menos pertinentes. Nada más —o nada menos—. Hasta dónde podamos llegar con este juego es una decisión que deben tomar los hombres y las mujeres que hacen la filosofía por venir».

Puedes leer las respuestas de otros filósofos y filósofas de España y Latinoamérica aquí.

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Una respuesta

  1. Avatar de J.J. Hernández
    J.J. Hernández

    En Filosofía, como en cualquier otra disciplina existe una regla fundamental: procurar hablar de los que se sabe y callar acerca de lo que se ignora. En el primer caso (hablar de lo que se sabe) conviene hacerlo de forma clara, mediante enunciados acerca de los que podamos emitir un juicio de verdad o falsedad. Una cosa es hacer literatura o poesía (cosas valiosas, sin duda) y otra, muy distinta, analizar la realidad y extraer conclusiones que puedan ser válidas. Es decir, no hay que dar gato por liebre. En Filosofía, desafortunadamente, abunda la charla insustancial, vacía y sin sentido, mediante expresiones grandilocuentes que no dicen absolutamente nada.

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