El filósofo Simon Critchley entra al trapo sobre la pertinencia de las aportaciones que las figuras más relevantes del pensamiento están haciendo a la crisis del coronavirus. Llega incluso a plantearse las intenciones de las mismas y les da un título irónico y genérico. Algo así como Capitalizando el coronavirus: se confirma la enorme relevancia de toda mi trayectoria. ¿Firmado? Cualquier filósofo de relumbrón.
Por Simon Critchley, filósofo, profesor y divulgador
Mirad, estoy muy contento de poder escribir algo en tan estimada compañía. Y sí, entiendo —y asumo— el pacto implícito de contribuir a un debate como este en el que varios intelectuales públicos más o menos conocidos (Dios, cómo odio la expresión; si hasta me provoca un sarpullido asqueroso en mi pierna derecha) hacen algún tipo de «intervención crítica» que demuestra la espectacular relevancia de sus perspectivas teóricas para iluminar nuestra espantosa situación actual y quizá les permite simular algún tipo de empatía con los otros gracias a su prosa ultradramática y autocomplaciente.
¿Puedo decir ya que todo esto me irrita un poco?
Estaba pensando en titular esta mierdecina de prosa Capitalizar el coronavirus para confirmar la enorme relevancia de toda mi trayectoria, pero quizá eso sea ir demasiado lejos. Mal gusto y todo eso. Que puede ser solo cosa mía y en ese caso no pasa nada (si te sientes ofendido, puedes dejarlo aquí y volver a tus estúpidas cartillas sobre la importancia del estoicismo y a tus meditaciones guiadas que te conectan con esa cosa grande, global y amorfa que supuestamente lo une todo); pero me gustaría decir que encuentro los distintos textos de filósofos, en los que estos tratan el coronavirus, o terriblemente previsibles, desprovistos de empatía, escandalosamente oportunistas o simplemente lucrativos (y sí, estoy hablando de ti, Giorgio Agamben. Y también de ti, Jean-Luc Nancy, aunque me alegro de que no siguieras el consejo de Agamben y te hicieras el trasplante de corazón hace tantos años).
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