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Cuando el tonto es más peligroso que el malvado

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Ojo, la estupidez es una cosa mucho más seria de lo que pensamos...

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Ricardo Moreno Castillo y la editorial Fórcola nos traen una de las joyas de la temporada: Breve tratado de la estupidez humana. Un pequeño libro –por extensión– que encierra en sus páginas el poder de crear una enorme polémica en torno al tonto, y lo hace con una gracia y un desparpajo envidiables.

Por Jaime Fdez-Blanco Inclán

"Breve tratado de la estupidez humana", de Ricardo Moreno Castillo (Fórcola).
«Breve tratado de la estupidez humana», de Ricardo Moreno Castillo (Fórcola).

En el mundo de la literatura “filosófica” no es nada fácil encontrar libros que tengan todos los ingredientes que uno, como lector, busca. Una temática interesante, un título que despierte el interés, una buena calidad literaria, una estructura que enganche y una lectura que nos saque una sonrisa o, como mínimo, nos haga disfrutar. En primer lugar, porque muchas de esas cualidades son tan subjetivas como lectores hay; y en el resto de los casos, porque no son muchos los escritores capaces de lograrlo.

Bien, en el caso que nos ocupa, Breve tratado de la estupidez humana, del filósofo especializado en Filosofía de la ciencia Ricardo Moreno Castillo, un servidor no puede por menos que quitarse el sombrero. ¿Por qué? Porque es un libro que puede disfrutarse en un día; porque, a pesar de ser corto, tiene mucha profundidad (pienso, sinceramente, que se trata de un tema que daría para muchos volúmenes); porque ofrece un análisis certero de un problema que es mucho más grave y crucial de lo que creemos; y porque, siendo franco, uno se lo pasa muy bien leyéndolo.

Qué cuenta

Moreno Castillo parte de una tesis que muchos llevamos años diciendo, y es esta: es infinitamente más peligroso un memo que un malvado. Y es que el autor aplica a esta cuestión el principio de Hanlon: no atribuyamos a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez.

«No atribuyamos a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez». Principio de Hanlon

Hay mucho estúpido suelto. Incluso nosotros, en una u otra ocasión, seremos o habremos actuado como estúpidos. No hay problema en reconocerlo. De hecho, es el primer paso para solucionarlo. El problema es que, por lo general, el estúpido no sabe que lo es, pero al resto de la sociedad sí le toca sufrir las consecuencias de esa ignorancia. Y ahí empieza el jaleo. Porque cuando uno combate con un malvado, puede prepararse de alguna manera. El malvado actúa con lógica, con método, con filosofía, y aunque esas estructuras no sean las nuestras, mal que bien podremos tratar de comprenderlo para vencer. Incluso, si somos muy hábiles, quizá hasta podamos convencer al malvado de que ceje en su empeño y siga el camino recto, que es mejor para ser feliz. Aunque encontrar un malvado inteligente es también tarea difícil, porque, como ya atisbó Sócrates, en su mayoría el mal es siempre estúpido, frívolo y superficial.

Con el estúpido esto no es posible. Como es tonto, no atiende a razones, no actúa con lógica, ni sigue los mismos parámetros que el listo. En la lucha entre el tonto y el listo, el listo tiene las de perder, porque no juegan en la misma liga –quizá ni siquiera juegan el mismo deporte, que diría Tarantino–, así que el inteligente debe admitir que está en franca minoría, retirarse y aceptar lo que venga. Que esa es otra: el tonto, por lo general, actúa sin pensar demasiado las consecuencias de sus actos, porque su “tontez” le lleva a no cuestionarse absolutamente nada. No duda jamás. No admite rectificaciones. Vive envuelto en una coraza inexpugnable (por lo general, la última moda políticamente correcta que haya surgido) y se siente del todo satisfecho porque no cree que pueda aspirar a más. Está convencido de que sus ideas son correctas y él infalible, así que penetra en nuestra vida como un elefante en una cacharrería… y luego nos toca a nosotros arreglar el destrozo.

¿Por qué leerlo?

Como hemos dicho, todos somos tontos en algún momento. Pero, como nos indica el autor, no hablamos aquí de ese medio tonto que es muy malo en historia, pero luego es una fiera en matemáticas. No. Moreno Castillo habla del tonto “de solemnidad”, casi podríamos hablar de un profesional de la tontería, que se encuentra a otro nivel. ¿Cuál es ese nivel? El autor nos da la respuesta: “Ese que no abre la boca si no es para soltar una necedad”. Al tonto supino no hay por dónde cogerlo.

Puede que parezca todo muy gracioso, pero no lo es, en el fondo. La estupidez es muy peligrosa. Peligrosa DE VERDAD. Y este libro es una advertencia para que nos pongamos en guardia, porque nuestra vida se puede ver muy complicada dependiendo de los tontos que nos toque cruzarnos en ella y del poder que estos tengan. Y no hablamos solo de tontos individuales, sino que también hablamos de tontos a nivel colectivo. Es lo que conocemos como ideologías.

La advertencia de este libro es seria, porque nuestra vida puede ser muy complicada dependiendo del número y el calibre de los tontos que nos crucemos en el camino

Las ideologías, a diferencia de las ideas, que mutan, cambian y se desarrollan, son ideales para albergar tontos, precisamente porque son compartimentos estancos. Se trata de “prendas de vestir” con las que aquellos que no tienen o han tenido una idea jamás, pueden diseñar su propia imagen y pasar por la vida como si tuvieran algo en la mollera. “Las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos”. Imposible describirlo mejor que Moreno Castillo.

El problema es que para tener ideas uno tiene que esforzarse. Debe estudiar, y aprender, y adquirir conocimientos, y tener iniciativa, y cometer errores, etc. Eso, como cualquiera comprenderá, es mucho trabajo para un estúpido, por lo que él preferirá quedarse con la charlatanería que tenga más a mano y ahorrarse el esfuerzo. Pueden reconocerlos fácilmente: son esas personas que no razonan, sino que repiten machaconamente dogmas, sin prueba alguna y, por supuesto, sin hacer caso a las pruebas que otros les pongan delante. El imbécil desprecia el saber y a los sabios. Aprender es un esfuerzo que no están dispuestos a afrontar, por lo que desprecian la erudición. Lo que para el inteligente es alimento para la inteligencia, para el idiota no es más que palabrería de quien “no ha vivido”.

Otro mito que nuestro autor tira por tierra es ese mantra de que “el tonto es más feliz”. La felicidad se construye con lo que uno puede extraer de sí mismo, pero si estamos vacíos, ¿qué vamos a extraer? Vacíos de sustancia, que no de contenido. Porque mientras que es cierto que el saber no ocupa lugar, la estupidez sí ocupa. Y mucho. Tanto que el cerebro del estúpido está tan lleno de morralla que bloquea el paso para que entre verdadero conocimiento, y eso es mortal para la felicidad. El estúpido no puede ser feliz, por la sencilla razón de que no sabe cómo enfrentarse al mundo, y tampoco puede aprender. Se enfrenta a diario con las consecuencias de su necedad, pero no dispone de herramientas para resolver la cuestión.

Mientras que la ciencia, por ejemplo, se centra en los hechos de la realidad y los interpreta (razón por la que es inteligente), la estupidez es inmune a la realidad. Ignora los hechos. Por eso hay ideas disparatadas que tienen a su colección de estúpidos detrás. Puede que esa idea no resuelva nada, o cree un problema que no había, pero no les importa. Puesto que niegan la realidad, el resultado debe ser equivocado porque esa bobada no se ha aplicado correctamente, o quizá porque ha sido boicoteada por otros (recuerden: el tonto nunca es culpable). El inteligente, por el contrario, no se conforma y no acepta ninguna tesis que no sea capaz de salir airosa del cotejo con los hechos.

No es que hoy haya más tontos que antes –dice Moreno Castillo–, es que hoy tienen más posibilidades de demostrarlo. Lo que sí es cierto es que los inteligentes están en clara desventaja

También están aquellos que afirman que hoy hay más tontos que nunca. No es cierto. Es incluso probable que hoy haya menos tontos que antaño. Lo que pasa es que hoy tienen más posibilidades de demostrarlo y más tiempo libre. Lo que sí es rigurosamente cierto –y eso hoy, ayer y mañana– es que la inteligencia siempre ha estado en franca desventaja. Los inteligentes son minoría. Es una lucha de David contra Goliat.

-“Dios mío, ¡qué panorama tan desolador!”. – Y usted que lo diga, amigo lector.

Por suerte, no todo está perdido. Como un Sócrates moderno, Moreno Castillo viene en nuestro auxilio en las páginas finales del libro y es que, aunque nos avisa de que estas recetas son más para amortiguar los golpes que para hacer de chaleco antibalas, nos ofrece una serie de recomendaciones para vencer la estupidez, especialmente la propia. Y son tareas bastante sencillas: buscar espacios y actividades tranquilas, solitarias y silenciosas (nos ayudará a no ser estúpidos, y si lo somos, evitará que expandamos nuestra estupidez a los que nos rodean), leer (mucho y sin parar) y escapar. Tal cual. No tiene sentido perder el tiempo discutiendo con un estúpido. No lograrás cambiar su opinión. Lo que no significa que no se deba combatir. Es una guerra que hay que afrontar, pero no perdiendo el tiempo en batallas que no podemos ganar.

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15 respuestas

  1. Avatar de Luis MP
    Luis MP

    Ya se dice que los malos descansan de vez en cuando pero los tontos no lo hacen nunca. Obviamente, es un dicho, no hay que tomarlo literalmente. Pero los tontos es difícil que se quejen de serlo. Quizás porque también es difícil que se reconozcan como tales, Algunas veces incluso se creen muy inteligentes. Y en estos casos se da con frecuencia aquello de que la ignorancia es atrevida. Pero también es verdad que solemos pensar que los tontos son los demás cuando todos tenemos algo de tontos y/o somos tontos en algo. A veces, por otra parte, lo más inteligente es hacerse el tonto, del mismo modo que a veces la mejor muestra de valentía es hacerse el cobarde y del mismo modo en que a veces hay que renunciar a hacer algo destacado, algo de lo que podrías presumir, por no hacerle el mal a nadie que no lo merezca, ni siquiera a un animal.Me estoy saliendo del tema, estoy haciendo un poco el tonto.Ya para acabar. Es un gran placer hacerse el tonto siendo inteligente delante de alguien que se hace el inteligente siendo tonto. Un saludo y perdón por la digresión.

  2. Avatar de Luis Manteiga Pousa
    Luis Manteiga Pousa

    El ser humano lo que está es sobrevalorado. Y, obviamente, me incluyo.

  3. Avatar de ArtEze
    ArtEze

    ¿Sabes qué acabo de notar? Cada palabra del título del artículo empieza con mayúscula, ¿Qué significará CETEMPQEM? Pero eso aparece solamente en la barra del título del navegador.

    1. Avatar de Filosofía&Co
      Filosofía&Co

      Sí, así es: es como está configurado el sistema.

  4. Avatar de Mohamed Toufik
    Mohamed Toufik

    Aún no he leído el libro, pero para empezar debo hacerme las siguientes preguntas: ¿Dónde está, y cómo es la línea que separa la inteligencia de la estupidez? ¿Quién establece los parámetros de diferenciación? ¿No es de estúpidos hablar de los estúpidos, como posicionandonos de manera asombrosamente clara en el lado de la inteligencia?
    Siempre que hablamos de «la gente» lo hacemos en tercera persona, es decir, como si se tratara de una masa de estúpidos entre los que no nos encontramos ni yo, por supuesto, ni mi interlocutor. «La gente» son todos los demás menos nosotros.
    Y ¿quienes somos nosotros? Los inteligentes.
    ¿No es estúpido?
    Para mí lo único NO estúpido es la verdad. Y eso no es una persona sino un concepto. Es inalcanzable por la propia naturaleza humana. Es sencillamente imposible de abarcar por la inteligencia humana. Sin más.
    Todo lo que no es verdad es estúpido. Pero eso al ser humano le resulta muy complicado de demostrar, porque no tiene las herramientas suficientes y necesarias para ello.
    Y lo que es peor, cuando encuentra la verdad encuentra a su vez la soledad.
    El hombre, dada su estupidez, o mejor dicho, dada su falta de inteligencia, entre los que me encuentro, no puede vivir en soledad, y por ello, vive en constante negociación de la mentira, de la falacia, de la creencia en vez de la certeza.
    Un árbol mide 3 metros para ti. Para tu amigo mide 2 metros. Para evitar la soledad llegáis al acuerdo estúpido de que mide 2,5 metros.
    De hecho, entre los mismos inteligentes hay una suerte de rivalidad que hace que unos sean más inteligentes que otros. ¿No es esto, en sí mismo, cosa de estúpidos?

    1. Avatar de Rebeca
      Rebeca

      Hola Mohamed, si fuera cierto lo que dices, entonces no merecería la pena intentar desarrollarse intelectualmente, ni el ser humano habría aportado tantos descubrimientos fantásticos a lo largo de la historia. Yo creo que sí que hay un límite. El límite entre quien es «tonto» (aunque se crea inteligente) y quien no lo es, se encuentra en el momento en que decide dejar de hacer el imbécil y adoptar una actitud inteligente hacia a la vida (¿madurar?), que consiste en: cuestionarte las cosas en lugar de asumirlas sin más, tener la humildad de aceptar que nadie es inteligente siempre (el propio autor del libro lo dice) ni posee la verdad absoluta en cuanto a cuestiones morales y filosóficas, informarse/estudiar sobre lo que se desconoce o no se domina del todo y también darle el reconocimiento que se merece a la inteligencia que puede desarrollar el ser humano, siempre desde la humildad. Y bueno, saber equilibrar el respeto hacia los demás y hacia uno mismo, sin dañar a nadie, es importante también para poder considerarse inteligente, entre otras cosas que se me escaparán ahora. Son muchas cosas, pero es que como bien dice el autor del libro, ser inteligente requiere esfuerzo. Todo lo bueno requiere algo de esfuerzo en este mundo, pero la satisfacción de mejorar no tiene precio. Por supuesto que cuando dos personas hablan de «la gente» o de «los tontos» no siempre aciertan pensando que están fuera de ese grupo de personas a las que critican, pero en ciertas ocasiones sí que es así. ¿Tú te cuestionas las cosas? (Esto veo que sí) ¿Tienes presente la relatividad que, a veces por desgracia y otras por fortuna, impera en muchos de los acontecimientos de esta vida? ¿Sabes que puedes mejorar y te esfuerzas en hacerlo? ¿Sientes compasión por la mayoría de las personas y no te gusta asumir que estás por encima de ellas intelectualmente hablando, aunque haya una vocecita interior que te dice que es así? ¿Respetas a los demás y procuras no hacer daño a nadie? Si tu respuesta a estas preguntas es afirmativa, tranquilo, no estás dentro del saco de «la gente tonta», al menos no de manera predeterminada, solo lo estarás en aquellos momentos puntuales en que descuides estas actitudes de persona inteligente que tanto esfuerzo te ha costado desarrollar a lo largo de tu vida. Por desgracia, los tontos no son como Papá Noel, los tontos existen porque hay muchas pruebas de ello, y hay que andarse con ojo para que no te lastimen y para no ser uno de ellos.

      1. Avatar de Desmitificando, que es gerundio
        Desmitificando, que es gerundio

        Yo no sé si soy tonto o listo; pero veo un par de contradicciones en su comentario, Rebeca, o eso creo.

        En primer lugar, si ningún ser humano tiene la verdad absoluta en asuntos filosóficos y de moral, cabe concluir, me parece, lo siguiente: todos somos tontos. Porque, digo yo, inteligencia es la capacidad de hallar la verdad absoluta, siquiera alguna vez, siquiera en alguna disciplina. Si nadie ha conseguido hallarla, entonces no hay ser humano verdaderamente inteligente y todos, incluso los más capacitados, nos moveríamos en una especie de realidad virtual, hecha de falsedad, en que podríamos manejarnos, pero sin llegar a penetrar realmente en ella.

        Tampoco entiendo por qué se relaciona la humildad con la inteligencia. Si inteligente es aquel que rara vez se equivoca, entonces la humildad no puede ser uno de sus rasgos. No, más bien al contrario: el tonto es quien debería ser humilde. Aunque, claro, con esta afirmación incurrimos tal vez en otra suerte de contradicción porque si la humildad del tonto procede de que tiene la certeza de que se equivoca mucho, entonces, paradójicamente, ya tiene algo de inteligencia, la que consiste en entender sus propias incapacidades…

        Por último, diría que, en muchos casos, el cuestionarse demasiado las cosas no revela una mayor inteligencia, sino al contrario, una inteligencia menor porque tal cuestionamiento evidencia poca claridad en el pensar, poca claridad al entender las situaciones.

        Tampoco entiendo muy bien el miedo a que los tontos nos lastimen. Si los tontos son quienes tienen poca capacidad, no creo que tengan tantas posibilidades de lastimar a los listos. Y si un listo se siente lastimado cuando un tonto lo considera tonto, entonces es que el listo no es tan listo como se cree porque está creyendo a un tonto… ¿Cómo es posible que un listo tuviese dudas acerca de su propia inteligencia?

        Yo creo que este tipo de libros están de más. Soy pelotazos editoriales destinados a atraer precisamente a quienes se pretende combatir. A juzgar al menos por el texto de arriba: el autor hace afirmaciones un tanto vagas y se olvida de los innumerables errores de las ciencias, esas disciplinas supuestamente ceñidas a los hechos. Resulta que, en muchos casos, cuesta definir cuáles son los hechos o tomamos por hechos lo que son falsedades, lo cual indica que incluso los ciudadanos supuestamente más inteligentes son tontos: una docta tontería, o una estupidez digamos elevada en comparación con la estupidez más abundante. Entonces, deberíamos decir que, sencillamente, los científicos son menos estúpidos que los demás estúpidos, que es como decir que un mulato es menos negro que un negro: ni negro ni mulato entran en la categoría de blanco.

        Por otro lado, no tiene sentido decir que los estúpidos no se dejan convencer. Nadie se deja convencer porque, muchas veces, los debates están relacionados con la mera supervivencia, y en esas circunstancias pocos son los que admiten haberse equivocado.

  5. Avatar de Chus
    Chus

    Cuando estas tratando con un tonto/a, la mejor manera de actuar es reconocer al tonto/os, y tener claro que todavía es más tonto de lo que parece o que en el fondo no es tan tonto, sino que se acomoda a lo establecido por supuesta comodidad. Creo que hay que asumir que vivimos en IDIOCRACY (peli inprescindible), cosa que no quita para sigamos intentando vencer a la ignorancia.

  6. Avatar de Antonio
    Antonio

    ¿dejarles que entren en politica…? tal vez no se les note tanto al haber tantisimos rematadamen te imbeciles.reformarlos es arduo.

    1. Avatar de Jaume
      Jaume

      He leído el libro. Realmente consigue una sonrisa de complicidad de vez en cuando, pero… Es fácil, demasiado fácil este librito. El señor Antonio está enfadado, no le hacen caso, se ha hecho mayor y parece que no le ha gustado mucho lo que ha visto paseando por este mundo. Insisto que el libro, en mi estúpida opinión, está bien, tiene gracia, se lee fácilmente y quizás aquí radique su exito, pero el tema, insisto en mi estupida y seguramente tonta opinion, requiere algo más de profundidad y…. quizás menos política?

  7. Avatar de Sergio
    Sergio

    Que hartera de reir, ¡con algo tan serio!. Madre mía. La cuestión es que al tonto cada vez se le premia y cada vez mas. Esta actitud se fomenta ¿que hacer pues con este «pan et circus» ascendente?

    1. Avatar de Filosofía&Co
      Filosofía&Co

      Complicada respuesta, Sergio. Para empezar, ¿qué tal no darles coba? Cada uno en su parcela privada, al menos 😉

  8. Avatar de Ricardo Moreno Castillo
    Ricardo Moreno Castillo

    Estimado Jaime:

    Muchas gracias por tu hermosa reseña de mi Breve tratado sobre la estupiddez humana.

    Un cordial saludo,

    Ricardo Moreno

    1. Avatar de Jaime Fernández-Blanco Inclán
      Jaime Fernández-Blanco Inclán

      Gracias a usted, Don Ricardo. Disfruté mucho el libro. ¡Espero ansioso el próximo!
      Un cordial saludo.

  9. Avatar de oca3
    oca3

    «Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano» – Friedrich Schiller

    Frase que da título a la novela de Asimov, «Los propios dioses», muy recomendable por cierto.

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