El ser humano vive entre lo particular y lo universal, entre su propia biografía y su pertenencia al género humano. ¿Cuánto de universal hay en cada uno de nosotros? ¿Cuánto de únicos somos? He aquí el gran debate.
En algunos momentos históricos se ha negado incluso la individualidad. Veamos un ejemplo de ello en un pequeño de fragmento de la novela de George Orwell 1984. Se trata de una conversación entre Winston y O’Brien, su interrogador. Winston le pregunta:
«—¿Existe el Gran Hermano?
—Claro que existe. El Partido existe. El Gran Hermano es la encarnación del Partido.
—¿Existe en el mismo sentido en que yo existo?
—Tú no existes —dijo O’Brien.»
¿Y al revés? ¿Podríamos negar igualmente la existencia de la universalidad? ¿Existe la pura universalidad neutral? La afirmación nominalista dice que no, que cada universalidad siempre se encarna en cosas concretas, no existe fuera de lo particular.
Pero hoy, bajo el modelo universal capitalista, no podemos sostener las teorías nominalistas. En nuestra sociedad no hay modos de vida autónomos, no hay existencias históricas diferentes, solo existe una forma universal de vivir: somos individuos seriados.












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