¿Cuál es el principal reto de la filosofía, o sus principales retos, en estos tiempos de zozobra, inseguridad e incertidumbre en todo el mundo?
Ana Carrasco. Filósofa española
Ana Carrasco, doctora en Filosofía, es profesora de Filosofía Moderna y Contemporánea en el Departamento de Filosofía y Sociedad de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado varios libros y colabora de forma habitual en la publicación La Marea, cada semana en el programa Hoy por hoy, de la Cadena SER, y en su blog de Filosofía&co.
«El mayor reto es ejercer el pensamiento crítico sobre ella misma y asumir algo que a menudo suele olvidarse: que la filosofía, por muy intempestiva que sea, la hacen seres humanos históricos y temporales y que, por ello, ella misma cambia. La filosofía se realiza desde seres humanos de carne y hueso y esto es importante señalarlo. Es fácil dejarse llevar por las grandes inercias del momento en el que vivimos, como por ejemplo los ritmos frenéticos del neoliberalismo que tanto denunciamos o por las exigencias de ‘producir’. Quizá una mirada autocrítica por parte de quienes tenemos la filosofía muy presente nos permitiría tener más distancia y una acción más detenida. Como sostiene Peter Kingsley, si miramos hacia el pasado —incluso hacia el más inmediato, añado—, podemos ver los desarrollos de la filosofía y el cambio de mentalidades, pero quizá se nos escapa aquello que permanece ‘impensado’ para nosotros: lo que la filosofía ya no es. Darse cuenta de esto es un paso importante. Nos hace ser conscientes de los cambios y no ser invisiblemente arrastrados por ellos. Es necesario hacerse preguntas acordes con el tiempo en el que vivimos, pero es mejor elegir la pregunta con calma que ser elegido por la pregunta llevados por las prisas.
La incertidumbre puede abordarse de tres maneras: desde la angustia de lo que está por venir (como si hubiera un futuro agazapado esperándonos), desde la confirmación de las propias ideas o, contraintuitivamente mirando hacia las certezas presentes, siendo conscientes de que el camino que habíamos construido ha cambiado, y desde ahí comenzar a trabajar con lo que se tiene, es decir, no mirar hacia un futuro que no existe, sino hacer pensar en las certezas presentes (incluso y sobre todo las que no nos gustan), porque es el conocimiento y la aceptación de ellas lo que nos hará libres para elegir qué futuro queremos construir. Ser libre no es hacer lo que uno quiere, sino hacer lo que se puede con lo que se tiene siendo consciente de lo que hay y de las decisiones que se toman.
«Quizá una mirada autocrítica por parte de quienes tenemos la filosofía muy presente nos permitiría tener más distancia y una acción más detenida. Es importante darse cuenta de lo que la filosofía ya no es. Nos hace ser conscientes de los cambios y no ser invisiblemente arrastrados por ellos»
Ahora bien, dentro de la autocrítica de la que hablaba antes, es preciso mostrar en qué consiste la filosofía a aquellos que nada saben de ella y dejar de decir, como un brindis orgulloso hacia el sol, que ‘la filosofía no sirve para nada’ por la sencilla razón de que, quien nada sabe de filosofía, se queda como estaba. La filosofía no solo es necesaria para el ser humano, sino inevitable…, porque cuando ella misma falla en su tarea, sus dobles siniestros ocupan su lugar: la autoayuda que da fáciles remedios y la erudición sin sensatez que diría Heráclito en la que la filosofía no da que pensar. Y aquí empieza la tarea: dar cuenta de que el sentido no es lo mismo que la utilidad y que, en tiempos de incertidumbre, la filosofía abre sentidos y horizontes desde el propio presente. Por eso es importante tenerla presente para señalar los problemas estructurales que ha puesto de manifiesto la pandemia que se relacionan con las preocupaciones del ser humano.
En este sentido, los temas en filosofía son los mismos: no los urgentes (del latín urgentis, lo que ‘apremia’) ni los actuales, sino los importantes, que se actualizan según las condiciones sociohistóricas en las que vivimos. Y lo importante es precisamente lo que se lleva dentro (lat. importans)… ¿Dentro de qué? De nosotros mismos como humanos. De ahí que el mal, el daño, la pobreza, la desigualdad, la justicia, el valor de la vida, qué sentido tiene el valor, si todo tiene un precio, cómo podemos vivir con los otros en el disenso, la libertad de expresión y la convivencia, qué tipo de sociedad hemos construido y si podemos reconducir la dirección destructiva que lleva, si podemos romper la identificación de ciudadano y consumidor, la cuestión del estado, la relación de estado y economía, nuestra relación con la naturaleza, el reto ecofeminista, nuestra manera de aceptar o no nuestra mortalidad a través del transhumanismo, son las preocupaciones que nos mueven y conmueven. Surgirán otras preguntas, claro, pero siempre teniendo como fondo ‘lo que portamos’.
En este reto hemos de ser conscientes del cambio de mentalidad, de lo que implica el empobrecimiento de la experiencia, el vaciamiento de la subjetividad, la pauperización de la verdad, el avance imparable de la transformación de un sistema (político, económico) que trabaja para los ciudadanos, en un sistema en el cual son los consumidores y trabajadores los que trabajan para un sistema, la frenética actividad productiva que impide detenerse, el mar de la posverdad y de la reafirmación de las propias ideas, la identificación de la utilidad de una profesión con el del sentido del ser humano, la imposición de sentidos ‘económicos’ sobre nuestras vidas que adulteran el sentido ‘humano’».
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