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F+ La pérdida de la ambigüedad

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Adelantos_en exclusiva La pérdida de la ambigüedad

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En exclusiva para los suscriptores Filco+, el primer capítulo del libro La pérdida de la ambigüedad, de Thomas Bauer, dentro de la nueva colección de divulgación Salto de fondo (próxima publicación Herder 2022).

I. «Todo es multicolor»: ¿una era de la diversidad?

En 1978 decía Nina Hagen en su canción punk «Clavada al televisor»: «Clavada sin solución, / Imposible una decisión, / Todo es multicolor, / Clavada al televisor».

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¿Qué decir hoy, cuando casi cualquiera puede sintonizar cientos de programas, para no hablar de la diversidad de los nuevos medios de comunicación? Pero no solo la oferta de medios se ha diversificado. También se han diversificado las propuestas de identidad, las series de crimen y misterio, las pastas de dientes o las chocolatinas. Ciertamente, no es sorprendente que en una sociedad de consumo capitalista la oferta de mercancías se diversifique y, con ella, también las identificaciones destinadas a todas las personas llamadas a comprar estas mercancías. Pero ¿vivimos por eso realmente en una era de la diversidad?

En Alemania, la población de aves se ha reducido desde 1800 hasta hoy en un ochenta por ciento. Peor suerte que las aves han corrido los insectos. Así, por ejemplo, según la Asociación Entomológica Krefeld, la biomasa de insectos «ha decrecido hasta un ochenta por ciento» en veinticinco años. De este modo, los insectos, con un decrecimiento poblacional de en torno al ochenta por ciento en veinticinco años, han «superado con creces a las aves con su descenso del ochenta por ciento en doscientos años». ¿Y las plantas? Según las listas de la International Union for Conservation of Nature, «aproximadamente un setenta por ciento de todas las plantas pueden considerarse en peligro», y el número de especies amenazadas «en el nuevo milenio ha aumentado por encima de un cincuenta por ciento. Por esta razón, hay biólogos que temen que hasta aproximadamente 2030 una de cada cinco especies conocidas pueda desaparecer, y hasta 2050, incluso una de cada tres». En palabras del ornitólogo Peter Berthold, esto sería obra del homo horribilis, que entretanto ha evolucionado a homo suicidalis, porque ni él mismo podría sobrevivir a la extinción de especies que ha desencadenado.1

En la naturaleza, por tanto, la diversidad disminuye en una amplitud y a una velocidad desconocidas hasta ahora. Pero ¿qué hay de la cultura? Empecemos por lo que los hombres han hecho de la naturaleza mediante el cultivo y la cría. No solo hay «listas rojas» para animales salvajes, también las hay para razas de animales domésticos, cada una con propiedades que la hacen especialmente idónea para condiciones medioambientales y planes de aprovechamiento determinados. La extinción de antiguas razas de animales domésticos no es tan solo una pérdida estética, pues ha de conducir a la pérdida de un valioso material genético que podría resultar necesario para la supervivencia con vistas a la futura cría de animales. Organizaciones como la «Sociedad para la conservación de razas animales domésticas antiguas y amenazadas» trabajan por su conservación y elaboran sus propias listas rojas.2

En una sociedad de consumo capitalista la oferta de mercancías se diversifica y, con ella, también las identificaciones destinadas a todas las personas llamadas a comprar estas mercancías. Pero ¿vivimos por eso realmente en una era de la diversidad?

En el caso de las plantas útiles, el balance no es más positivo. Es cierto que existen hoy día más clases de muesli y de patatas chips que nunca. No obstante, lo que se nos ofrece cada vez más es una papilla uniforme, como afirma la periodista Silvia Liebrich: «Antaño existían treinta mil clases de maíz repartidas por todo el mundo, pero solo un par de docenas son cultivadas a gran escala, predominando las plantas modificadas por ingeniería genética».3 En el caso de los plátanos, solo hay ya una única especie en todo el planeta. De los veinte mil tipos de manzanas existentes en su día, a los clientes se les ofrecen hoy, a lo sumo, solo seis clases. Si asumimos que, según el Living Planet Index del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), solo entre 1970 y 2005 la diversidad biológica de nuestro planeta ha decrecido en un vientisiete por ciento, ¡difícilmente puede nuestra época ser un tiempo de la diversidad!

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