En 1582, Felipe II, rey de España y Portugal, recibió una carta de la lejana India escrita por Akbar, el emperador. El objetivo de la misiva era felicitar al monarca por su reciente ascenso al trono, pero el escrito contenía también un mensaje de tolerancia poco habitual en una época en la que la persecución religiosa asolaba Europa.
Por José María Rodero
La carta de Akbar decía así:
“Los hombres se encuentran atados a las cadenas de la tradición y, mediante la imitación de sus padres, continúan los caminos seguidos por ellos sin investigar sus propios argumentos y razones para seguir la religión en la que nacieron y fueron educados. Por tanto, se excluyen a sí mismos de la posibilidad de alcanzar la verdad, que es la aspiración más noble del intelecto humano. Es por ello por lo que nosotros nos relacionamos con hombres cultos de todas las religiones, beneficiándonos de sus exquisitos discursos y de sus exaltadas aspiraciones”.
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