Benedetto Croce (1866-1952) fue un pensador autodidacta que llegó a ser senador liberal por Nápoles (Italia) y se convirtió en un referente clave de la cultura de su tiempo. Filósofo, historiógrafo y político italiano, luchó contra el dogmatismo y los enemigos de la libertad.
El texto Breviario de estética. Cuatro lecciones seguidas de dos ensayos y un apéndice se publicó por primera vez en 1921. Es considerado un texto anexo a su obra, pero se trata de un texto relevante, pues en él se desarrollan sus propuestas más íntimas sobre la naturaleza de la estética y la filosofía del arte.
Estamos en una época en la que el arte se vuelve algo alternativo o marginal, pero su tratamiento sigue siendo de gran confusión para legos e incluso académicos de diversas disciplinas. Este artículo pretende responder someramente esta pregunta: ¿qué área del conocimiento estudia el arte?
En un siglo donde prima la transversalidad, es pertinente explorar las sugerencias de Benedetto Croce a la hora de pensar las creaciones artísticas como hechos singulares y dignos de reflexión. Una de las cosas que aclara de partida es que el arte es un fenómeno distinto al conceptual o al natural, y que también se aleja del orden moral: el arte es «el deleite de imaginar».
No es lo mismo abordar las complejidades bioquímicas del ADN o las variables sociales de la violencia, que estudiar la lógica de La divina comedia, de Dante, o el trasfondo simbólico de Las meninas, de Velázquez. Claramente hay una lógica distinta y digna de estudio que puede tener un correlato con temáticas afines, pero que se diferencia en su constitución de otras áreas del conocimiento.
Benedetto Croce comprende la estética como la conjunción de la filosofía y la historia del arte, su sistematización obedece a la erudición y al orden teórico racional de sus efectos. Por lo tanto, la estética es otro nombre que se le da a la filosofía del arte, al modo de una subdisciplina. Trata acerca de sus fundamentos, posibilidades y deslindes epistémicos.
Benedetto Croce comprende la estética como la conjunción de la filosofía y la historia del arte, su sistematización obedece a la erudición y al orden teórico racional de sus efectos
Benedetto Croce y cómo pensar el arte
Benedetto Croce sostiene que pensar en el arte parece sencillo. Todo el mundo da su opinión, desde legos hasta filósofos o teóricos. Pero incluso estos últimos corren el riesgo de obtener respuestas que «escapan al sentido común». Con ello, indirectamente se ataca a las visiones extremadamente formalistas o aquellas que han sometido el arte al servicio de otros fines (en lo que se conoce como heteronomía del arte). Tampoco el estudio del arte se puede reducir a la literatura o poesía: para ello está la denominada poética (salvando la distancia con Aristóteles).
Desde luego, compartimos con Benedetto Croce que sería temerario dar una respuesta válida sobre qué es el arte sin haber hecho una revisión sistemática de la literatura precedente, cosa que en términos investigativos se hace en el mundo académico actual en todas sus variantes. Pero Croce aconseja no desdeñar el trabajo de la crítica extraacadémica y sostiene que el esteta debe tomarse el tiempo de revisar el rastro histórico de los diversos estudios sobre la materia y evaluar los aspectos generacionales.
Sus investigaciones consideran que el artista, a diferencia del filósofo genérico que trabaja sobre meros conceptos, tiene la gran capacidad de producir imágenes o fantasmas. En ese sentido, el verdadero artista es un prodigio. De algún modo, su diferencia estriba en que concibe o da a luz algo nuevo que no estaba previamente en la naturaleza ni en la cultura.
Si repensamos lo que nos sugiere Croce, podríamos decir que el arte es una suerte de fantasmogénesis. Una capacidad que, a diferencia de la mera racionalidad técnica, el pensamiento instrumental y la sensibilidad de las relaciones sociales, se trata de un «producto de la intuición».
Esto nos retrotrae a dos pensadores que un programa académico de estética no puede desdeñar: Arthur Schopenhauer, quien también separaba las habilidades intelectuales de la razón y la intuición para tratar el arte en el El mundo como voluntad y representación (el arte como el mejor nivel para evitar el sufrimiento humano y la voluntad de vivir), y Henry Bergson, quien refuerza la idea de «impulso vital» en el arte en La evolución creadora de 1907 (el arte como capacidad de capturar la fuerza interna y subjetiva, y acceder a la profundidad más auténtica de la existencia).
Benedetto Croce en particular sostiene que el arte trasciende la lógica y sus conceptualizaciones. Su mérito estriba en dibujar el terreno propio de la estética.
Para Croce, el artista, a diferencia del filósofo genérico que trabaja sobre meros conceptos, tiene la gran capacidad de producir imágenes o fantasmas. En ese sentido, el verdadero artista es un prodigio
Sobre la propia obra de arte
Croce manifiesta que el trabajo que efectúa el artista no es para todos y no es tan fácil como a simple vista parece a los ojos del espectador. Sostiene que no se trata de fantasear o mezclar imágenes antiguas en una suerte de collage (salvando el detalle de que existe el estilo libre y ciertas corrientes que avalan la fortuna y el azar como causas asociadas a la creación artística), sino más bien de crear una imagen coherente, singular y con unidad, con un hilo de sentido que conduzca a la imagen a un nivel distinto respecto de otra creación.
Una obra artística auténtica sería aquella que genera una experiencia única en el espectador y que además ostenta la unidad de técnica y creatividad. Es decir, apunta a un principio de unidad propio de la intuición del que carece la mera fantasía: «La intuición, si es verdaderamente artística y no un caótico amasijo de imágenes, solo cuando tiene un principio vital que le anima, logra su cometido». En otras palabras, un factor causal del arte no solo es la forma, sino también la pasión del artista y su talante singular, cosa que también es digna de análisis, desde diversas disciplinas.
Otro punto interesante es el tratamiento que hace de la relación arte-placer. Sostiene Benedetto Croce que el arte no debe ser definido como un mero pasatiempo o juego, pues, pese a que hay ciertas similitudes en algunos aspectos, reducirlo a tales categorías simplificaría el análisis estético a doctrina hedonista sobre los placeres.
En este sentido, también sostiene que se debe considerar el carácter autónomo y no heterónomo del arte, porque su fundamentación no puede depender de una dignidad externa superior, ya sea política, religiosa o científica. La estética es esa ciencia o disciplina que resguarda la singularidad del arte y reflexiona arduamente sobre su autonomía como objeto de estudio. No lo usa como un medio, sino como un fin en sí mismo y tras esa demarcación elabora sus discursos y teorías.
Por lo tanto, una estética, al igual que una epistemología, que a veces proviene de la física, la biología, la filosofía o la psicología, bien puede provenir de una base prefilosófica disciplinar (teatro, cine, plástica, psicología, sociología, lingüística, literatura), aunque tradicionalmente se la asocia a la filosofía. Pero al igual que la clásica epistemología, necesita de una fuerte formación de corrientes y lenguaje filosófico. Igual que la epistemología alude a un juicio sobre los asertos científicos, la estética alude al análisis de los juicios sobre el arte.
La estética es esa ciencia o disciplina que resguarda la singularidad del arte y reflexiona arduamente sobre su autonomía como objeto de estudio
No subestimemos el valor del arte
La estética tiene su propia capacidad analítica, su campo de estudio y sus herramientas de investigación. Los tres clásicos objetos de estudio de la estética son la reflexión filosófica sobre el arte, la belleza y la percepción de lo agradable o sublime. La estética no se enfoca en hechos empíricos como acostumbra el método científico, sino que estudia las lógicas del sujeto creador y los valores estéticos de su obra. Tampoco se enfoca en el bien o el mal de las cuestiones artísticas, pues para valorar el apego a normas de comportamiento existe la ética, que tiene por lo demás un lugar preminente dentro de la divagación intelectual como la ciencia.
Abordemos entonces la pregunta sobre qué decir sobre la estética después de Benedetto Croce. Podemos decir que se trata de un terreno fértil, distinto al de la ciencia y al de la ética, que merece atención por su singularidad cultural, que requiere tino intelectual para separar el arte de otros objetos de estudio, que no es caprichosa o conveniente a una ideología, y que pensar la obra de arte sobre todo involucra una formación filosófica indispensable para otorgar riqueza al análisis.
Y la pregunta final de esta reflexión es si podemos prescindir de las artes. Responderla automáticamente significaría espetar visceralmente. Mejor sigamos el precepto del viejo Benedetto Croce, quien aconsejaría hacer una reflexión estética sobre nuestra cultura y sus designios. Simplemente nos diría que no subestimemos el valor del arte.
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