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Brigitte Reimann, Ulrike Meinhof y Christa Wolf, tres voces olvidadas

Brigitte Reimann, Ulrike Meinhof y Christa Wolf son escritoras de la segunda posguerra que describieron de forma muy lúcida la vida en Alemania después del horror nazi.

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Brigitte Reimann, Ulrike Meinhof y Christa Wolf sobre un fondo gris.

De izda. a dcha., Brigitte Reimann, Ulrike Meinhof y Christa Wolf. Imágenes distribuidas por Wikimedia Commons, de dominio público.

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Cada vez que analizamos la literatura que emergió de la posguerra en Alemania, indudablemente pensamos en Günter Grass, Heinrich Böll o Bertolt Brecht, aunque este último ya escribía en los tiempos de la República de Weimar. Sin embargo, solemos olvidar toda la producción literaria y periodística de Brigitte Reimann, Christa Wolf o Ulrike Meinhof.

Y no solamente eso, sino que de forma injusta relegamos a estas autoras a un rincón sin saber que son ellas quienes pueden explicar de mejor manera tanto los errores de la RDA (República Democrática Alemana), como los límites que supuso la Constitución de 1949 y el fracaso de las políticas de Konrad Adenauer. Hechos, que sin duda, se ven reflejados actualmente en el ascenso de la ultraderecha en todo el territorio alemán. Ahí es donde la imagen y el pensamiento de estas tres mujeres sigue cobrando relevancia, como un vehículo de oposición política y cultural frente al despojo del neoliberalismo.

Este olvido sucede, en gran medida, en el caso de Wolf o Reimann porque sus carreras literarias se vieron truncadas por los discursos hegemónicos y patriarcales que no supieron cómo codificar su obra y su vida. Ambas, al igual que Ulrike Meinhof, se salían constantemente del modelo preestablecido de escritora e intelectual, dejando así, una estela de claroscuros que, lejos de problematizar su obra, la enriquecen. Nos muestran de forma evidente, al contrario a lo que se ha pensado durante mucho tiempo, que vale más la pena buscar la libertad creativa y política que el convencionalismo del falso consenso. 

De ahí que comencemos con Brigitte Reimann, que como muchas de las mujeres de su época, pasó su niñez sufriendo las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Y a pesar de que vivió toda su vida en la RDA, nunca dejó a su suerte la construcción del socialismo, ya que en su generación la culpa se tradujo en el compromiso político y en la construcción de un nuevo mundo. 

Las carreras literarias de Wolf o Reimann se vieron truncadas por los discursos hegemónicos y patriarcales que no supieron cómo codificar su obra y su vida

Brigitte Reimann, la cronista de una época

Nacida en Berg en 1933, Reimann a diferencia de lo que nos ha vendido el sueño neoliberal alemán de finales de la década de los noventa, era una de muchas que creían firmemente en la posibilidad que brindaba el proyecto socialista de Alemania del Este. Sin embargo, esto no quería decir en ningún momento que pasaba por alto los excesos ni tampoco el dogmatismo que permeaba en el ámbito cultural. Una prueba de ello es su novela Los hermanos, que explora las razones por las cuales alguien querría irse de la RDA. Al tiempo que enumera los beneficios que el país ofrece y la deuda moral que existe, por reconstruir una sociedad que condene abiertamente los crímenes del pasado.

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Los hermanos, de Brigitte Reimann (Bartleby Editores).

Aunque esta novela se mantuvo oculta por mucho tiempo, es en textos como La verde luz de las estepas donde encontramos a la verdadera escritora. Reimann pasó gran parte de su tiempo entre los obreros, así que entendía la manera en que se relacionaban unos con otros.

Ella no era como los típicos escritores soviéticos, que solían describir la vida de fábricas que desconocían. Quizá por eso, Reimann en esta obra funciona como una paisajista y esto fue sumamente importante, porque la crónica de su viaje a Kazajstán y Siberia en el verano de 1964 representó a un tiempo un testimonio histórico y un guiño a la literatura de viajes. De ahí que su obra sea profundamente democrática, porque, más que apelar al terror del comunismo, ella vislumbra los aciertos y los errores de un momento político fundamental, alejándose así de la narrativa contemporánea en Alemania, que suele demonizar lo que ocurría en el Este.

Al final, Brigitte Reimann moriría de cáncer en 1973, en Berlín, una ciudad que se encontraba más dividida que nunca. Y pasarían muchos años para que sus diarios y su obra en general fueran relevantes. Su carrera siempre estuvo en el ojo público, pues su vida íntima, lo mismo que su compromiso con los más desfavorecidos, la marginó injustamente de los círculos intelectuales de la época.

Reimann pasó gran parte de su tiempo entre los obreros, así que entendía la manera en que se relacionaban unos con otros. Ella no era como los típicos escritores soviéticos, que solían describir la vida de fábricas que desconocían

Ulrike Meinhof o la revolución de las palabras   

Estamos en los años sesenta, todo es urgente y al mismo tiempo necesario. Los estudiantes salen a la calle, se denuncia el rearme nuclear y los viejos políticos que hoy se dicen demócratas ayer fueron nazis. Y es ahí donde la imagen de Ulrike Meinhof dispara desde la historia. Fue periodista y fundadora de la RAF (Fracción del Ejército Rojo).

No se queda corta al momento de denunciar toda la codificación política que corroe la gramática de la posguerra. Desde sus columnas desnuda completamente al poder. Por ejemplo, en «Alemania, entre otras cosas: 15 años de la constitución», publicada en la revista Konkret, critica las insuficiencias democráticas de un documento que, a sus ojos, no buscaba la construcción de un mejor futuro, sino más bien la legitimación de una nueva clase política, la cual veía en Adenauer al hombre capaz de llevar al pueblo alemán a un futuro patrocinado por Estados Unidos.

Esto, junto con la represión con la que el gobierno alemán respondió a las protestas estudiantiles, llevó a Meinhof a buscar otros espacios que ella veía como plataformas de disputa de lo político. Y a pesar de que su figura sigue siendo polémica, tal y como lo muestra el trabajo de Karin Bauer o Bettina Röhl, es evidente que sus críticas en torno a la discusión sobre la simulación democrática alemana, hoy en día parecen sumamente relevantes. 

Christa Wolf, ¿heroína o villana?

A diferencia de Reimann, Wolf tuvo todo lo que una escritora e intelectual podía tener en la RDA. Y esto, al parecer, sigue siendo uno de los elementos que se esgrimen contra ella, cada vez que su obra emerge, como si hubiera sido un caso único y no la norma general entre varios escritores durante la época de la guerra fría, tanto en los espacios revolucionarios como en los sitios conservadores. De ahí, que estas objeciones sean más un juicio patriarcal que se disfraza de moral, que un auténtico ejercicio crítico sobre su obra.

Es cierto que Christa Wolf siempre fue una escritora que defendió al régimen de Alemania del Este, pero también en un mundo profundamente machista como lo eran los grupos intelectuales de izquierda, donde el compromiso era solo una faceta más del dominio machista, las opciones eran limitadas. Y aunque muchas de sus posturas son abiertamente condenables, no hay duda de que la visión de compaginar mitos griegos y traducirlos en complejas obras literarias, tal y como lo vemos en Medea, era bastante singular para su época, ya que desestabilizaba los acuerdos heteronormativos, en función de una nueva sociabilidad. 

Y aunque hoy día no se puede decir que su obra esté tan olvidada, un poco su mensaje sí lo está. Hemos abandonado el realismo con el que ella miraba a las relaciones sociales, por un falso encantamiento que no nos deja ver los problemas migratorios, las crisis del capital en la periferia o las guerras que todavía aún siguen ocurriendo alrededor del mundo. 

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Conclusiones 

En estos últimos años, hemos visto películas sobre la vida de Reimann o sobre la participación de Meinhof en la Fracción del Ejército Rojo, mientras que sus obras, como las de Christa Wolf, han tenido un repunte. Se han publicado diarios, antologías, textos inéditos, etc. Sin embargo seguimos pensando los procesos culturales de la posguerra, específicamente en Alemania, a partir de una estructura dogmática profundamente patriarcal, sin ver que la complejidad de la vida y obra de estas tres escritoras nos da un panorama crítico mucho más vasto para entender nuestra propia actualidad. 

No por nada, Michel Foucault apela a una forma distinta de comprender los procesos políticos en el curso de 1975-1976 del Collège de France, a partir de una nueva reconfiguración del relato histórico. Dicha reconfiguración en este caso no sería en función de las viejas estructuras canónicas, sino a partir de la obra de Brigitte Reimann, Ulrike Meinhof o Christa Wolf, que son quienes han visto mejor desde el pasado los tejidos críticos de nuestro presente. Así que, cuando hablamos de ellas, hablamos de una composición epistemológica transversal, donde la posguerra es una ecuación crítica por resolver.

Sobre el autor

Andrés Piña (México, 1989) estudió la licenciatura y luego la maestría en Filosofía social en la Universidad La Salle, donde ganó la Medalla Febres Cordero a la excelencia académica. Es miembro de la comunidad de hablantes de judeoespañol Ladinokomunita y del Consejo Consultivo de la Facultad de Humanidades y Ciencias sociales. Tiene cuatro libros de poesía publicados.

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