A pesar de vivir en la época más ilustrada, las convicciones mitológicas, las creencias sobrenaturales y las supersticiones populares no han desaparecido. Carl Sagan, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico estadounidense, dedicó toda su vida a divulgar el modo de pensar científico. Una forma de acercarse a la realidad que complementa la apertura a las nuevas preguntas con un escepticismo crítico y una rigurosidad rígida.
Por Rogelio Rodríguez Muñoz, académico de la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad Diego Portales y la Universidad Mayor
Termino, hace unos días, la lectura de la biografía de Carl Sagan redactada por William Poundstone: Carl Sagan. Una vida en el cosmos. El relato, escrito en un estilo ameno que, sin embargo, no elude el rigor que exige el género, abarca la vida del reconocido astrónomo desde antes de su nacimiento, el 9 de noviembre de 1934, hasta su temprana muerte ocurrida el 20 de diciembre de 1996.
Poundstone hurga tanto en la cautivadora y fructífera trayectoria académica y científica de Sagan como en las vicisitudes de su vida personal, lo que hace de su libro un completo y muy instructivo registro de la figura de este notable y a la vez controvertido escritor y hombre de ciencia.
Soy un convencido de que leer las obras de Carl Sagan es tarea ineludible para toda persona de pensamiento libre. Sobre todo la última que escribió, El mundo y sus demonios, que es un estimulante y contundente ataque, en nombre de la razón y la ciencia, a los prejuicios, las supersticiones y las creencias que se visten engañosamente con el ropaje de la fraseología científica, es decir, a lo que se conoce como pseudociencias. Miles de millones. Pensamientos de vida y muerte en la antesala del milenio, una recopilación de ensayos provocadores que Sagan preparó poco antes de morir, es también un libro muy recomendable.
Quiero centrarme, en lo que sigue, en El mundo y sus demonios. Su subtítulo es La ciencia como una luz en la oscuridad y, revisando sus páginas, no puede desconocerse que unas armas adecuadas para desarmar tanta charlatanería pseudocientífica que se escucha a nuestro alrededor son el método científico y la actitud racional. Carl Sagan se muestra como un expositor de primera línea para defender estos criterios de forma rotunda, clara y pedagógica y desenmascarar, así, con amenidad y elegancia, todo fraude que pretenda falazmente algún valor intelectual.
Carl Sagan frente a las falacias
En este libro nuestro autor se enfrenta a las falacias de las «abducciones por extraterrestres», «las curaciones milagrosas», «la canalización con espíritus del más allá» y otras por el estilo. El modo científico de pensar no se cierra ante nuevas realidades: imaginativo y disciplinado al mismo tiempo, insta a un delicado equilibrio entre la apertura a las nuevas ideas y el escrutinio escéptico más riguroso. Para la ciencia no hay preguntas prohibidas ni temas sagrados, pero su examen se basa en la crítica y en la comprobación.
Y ante el juicio crítico de la ciencia —como nos muestra Carl Sagan página tras página—, asuntos como las apariciones de extraterrestres, la presencia de santos, los milagros, los mensajes de otras supuestas vidas, las profecías y el psiquismo resultan provenir, indefectiblemente, de malas interpretaciones de fenómenos naturales, de enfermedades mentales, de estados de conciencia poco familiares o, simplemente, de ignorancia y superchería.
Cada campo de la ciencia —nos dice el autor— tiene su propio complemento de pseudociencia. Y agrega, además, que el vacío de cada superstición que la ciencia desaloja es llenado rápidamente con una nueva creencia mitológica. Hoy, por ejemplo, los extraterrestres cumplen la función que antiguamente cumplían los fantasmas y las brujas que han sido expulsados por el método científico, cruzando estos seres de otros planetas —según se cree— grandes distancias interestelares para venir a estudiarnos.
Respecto de los avistamientos de ovnis que con cierta frecuencia se informan en medios de comunicación, Sagan explica:
«La mayoría de la gente contaba lo que había visto con toda sinceridad, pero lo que veían eran fenómenos naturales, si bien poco habituales. Algunos avistamientos de ovnis resultaron ser aeronaves poco convencionales, aeronaves convencionales con modelos de iluminación poco usuales, globos de gran altitud, insectos luminiscentes, planetas vistos bajo condiciones atmosféricas inusuales, espejismos ópticos y nubes lenticulares, rayos en bola, parhelios, meteoros, incluyendo bólidos verdes, y satélites, morros de cohetes y motores de propulsión de cohetes entrando en la atmósfera de modo espectacular. Es concebible que algunos pudieran ser pequeños cometas que se disipaban en el aire».
Enfrentar las creencias infundadas
Si se desconoce gran parte de lo explorado por la ciencia, las personas pueden volverse muy crédulas respecto de especulaciones transmitidas por los medios de comunicación. En lo que respecta a vida extraterrestre, por ejemplo, es razonable pensar que no estamos solos en el universo; sin embargo, hasta ahora toda investigación científica en su búsqueda ha resultado infructuosa y no se han encontrado pruebas irrefutables de vida más allá de nuestro planeta.
Ante el juicio crítico de la ciencia, asuntos como las apariciones de extraterrestres o la presencia de santos resultan provenir de malas interpretaciones de fenómenos naturales de enfermedades mentales, de estados de conciencia poco familiares o, simplemente, de ignorancia y superchería
Es importante, por lo tanto, acercar la ciencia a todos los ciudadanos y divulgar, de manera amplia y comprensible, sus verdaderos conocimientos. Así —y no solo en lo que respecta a la especulación sobre visitas extraterrestres—, la gente estará preparada para enfrentar el timo, la superstición o la creencia infundada.
Este libro de Carl Sagan cumple con el objetivo de poner interesantes áreas del conocimiento científico a nuestro alcance; de mostrarnos que la ciencia nos garantiza una comprensión considerable de muchos aspectos de nuestra vida, de nuestro mundo y del universo, y de indicarnos que más allá de las fronteras del saber que la ciencia ha logrado es recomendable un sano e ilustrado escepticismo.
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