Con esta dualidad llegó la idea de que el alma era lo fundamental del ser humano y, por ello, que había de encontrar un estado de paz en el que alcanzar una perfecta armonía con su procedencia. A este aspecto lo conocemos como «purificación».
El dualismo de sustancias
La cuestión de la unión cuerpo y alma ha sido una de las más debatidas a lo largo de la historia de la filosofía. El hecho de que algo inmaterial como el alma pueda actuar sobre algo material como el cuerpo nos conduce a un abanico de posibilidades. Descartes es «partidario» de establecer un dualismo entre estas sustancias; el cuerpo es diferente del alma y tiene la causa de su movimiento en ella y, por su parte, el alma es diferente del cuerpo, aunque constituye un rasgo fundamental del mismo.
Hemos de tener en cuenta un aspecto importante: la religión. Descartes cree en Dios, es cristiano, y si seguimos un poco de cerca el recorrido de la historia de las religiones, podremos observar que el cristianismo es una de las primeras religiones que otorga un valor al cuerpo y no solamente al alma como se podía apreciar en otras creencias y/o movimientos filosóficos. Por todo ello, veremos que para Descartes, aunque ambos sean diferentes, cuerpo y alma desempeñan un papel fundamental.
¿Cómo es posible que el cuerpo actúe sobre el alma y a la inversa? Las nociones primitivas en la filosofía cartesiana hacen referencia a aquellos patrones a través de los cuales formamos todos nuestros conocimientos. Respecto a la estructura del cuerpo, tenemos la noción de extensión, la considerada por Descartes como la característica más propia de la res extensa: cuerpo es todo aquello que posee latitud, longitud, profundidad, figura y movimiento; por lo tanto, equivale a la materia, a la corporeidad.
Respecto al alma, la noción que poseemos es la de pensamiento, en cuyo interior hallamos las percepciones del entendimiento y las tendencias de la voluntad. Y, finalmente, en cuanto al cuerpo y alma juntos, poseen la noción de unión y es en ella donde encontramos las relaciones y/o efectos que se causan entre sí. Escribe Descartes en Carta a Isabel que «de esta unión depende la de la fuerza que tiene el alma de mover al cuerpo, y el cuerpo de obrar sobre el alma, causando sus sentimientos y pasiones».
Descartes cree en Dios, es cristiano, y el cristianismo es una de las primeras religiones que otorga un valor al cuerpo y no solamente al alma como se podía apreciar en otras creencias y/o movimientos filosóficos
A raíz de esto apreciamos que para Descartes el alma provoca en el cuerpo el movimiento, mientras que este genera en el alma todos sus sentimientos y pasiones en función de las partes sensitivas del cuerpo que sirven a modo de «puerta» que se abre para dejar entrar la información del mundo externo, la cual es interpretada en función de nuestras facultades más profundas tales como, por ejemplo, el pensamiento.
Por su parte, en la modernidad destaca la consideración del cuerpo como máquina. En este contexto, la persona, res extensa, es percibida como una especie de máquina que sigue leyes mecánicas y físicas como si fuese un reloj. Sin embargo, posee algo en su interior que no está anclado a esas leyes mecánicas y que podemos denominar, como hizo Descartes: «alma razonable». En su texto el Tratado del hombre, hallamos una serie de respuestas a las cuestiones de cómo se mueve esta máquina, así como cuáles son sus sensaciones internas y externas, y sus sentimientos.
Un rasgo característico que encontramos es la analogía del cuerpo con el mecanismo de las fuentes de agua, con la intención de enseñar que funcionan de la misma manera. A través de una serie de mecanismos, los nervios del cuerpo ejercen el papel de los tubos, los espíritus animales promueven la potencia que tiene el agua, y el corazón es el manantial. Para Descartes, el cuerpo está constituido de la misma manera que este sistema de fuentes, pero le falta algo que puede cambiar gran parte de sus funciones si así lo desea, es decir, su alma:
«Cuando el alma razonable se halle en esta máquina tendrá su sede principal en el cerebro y allí desempeñará la misma función que el fontanero que tiene que estar en los respiraderos adonde van a parar todos los tubos de esa máquina, cuando quiere estimular, impedir o cambiar de alguna manera sus movimientos»
Tratado del hombre, Descartes, 1683
Observamos que, para Descartes, el cuerpo es una especie de gran máquina cuyo funcionamiento se encuentra regido por leyes. En su interior habita el alma que, como veremos a continuación, ejerce responsabilidades que determinan al ser humano. La consideración del alma en Descartes ha tenido una enorme influencia en los pensadores posteriores, así como en las teorías sobre la misma.
Para Descartes, el cuerpo es una especie de gran máquina cuyo funcionamiento se encuentra regido por leyes. En su interior habita el alma que ejerce responsabilidades que determinan al ser humano
SI TE ESTÁ GUSTAND0 ESTE ARTÍCULO, TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR…
La cuestión del alma en Descartes desempeña un papel fundamental dado que, como veremos, le otorgará un valor imprescindible. Descartes trata al alma como unidad, es decir, en sentido contrario a Platón, que también fue uno de los impulsores de este dualismo muchos siglos antes que filósofo francés. Platón hablaba de que el alma está dividida en tres partes: alma racional, alma concupiscible y alma irascible. Sin embargo, para Descartes, el alma es una, racional. Prueba de ello la encontramos en un fragmento de la carta que le escribe a Regius en mayo de 1641, dado que le había hablado acerca de un alma tripartita:
«Así pues, lo primero que no podría aprobar yo en vuestra tesis es eso que decís de que el alma del hombre es triple, pues esta afirmación constituye una herejía en mi religión; y, por lo demás, dejando toda religión aparte, también va contra toda lógica concebir el alma como un género cuyas especies sean la mente, la fuerza vegetativa y la fuerza motriz de los animales.
El alma en el hombre es única, a saber, la racional, pues no se han de contar como acciones humanas sino las que dependen de la razón. Por tanto, la fuerza vegetativa y la motriz del cuerpo, también se dan en el hombre, aunque en él no deben ser llamadas almas, pues no son el primer principio de sus acciones y difieren en todo género del alma racional».
Lo que resulta de vital importancia en este fragmento son los argumentos que utiliza Descartes para rebatir esta concepción. El primero de ellos es el de la religión: Descartes era fiel creyente de la religión cristiana y para ella el alma es concebida como unidad; es el principio espiritual del ser humano. Descartes estaba en contacto con los jesuitas, la Compañía de Jesús, fundada en el año 1540 por San Ignacio de Loyola. Hasta tal punto llegó su influencia que le proponían utilizar sus escritos en el mismo colegio de la Flèche debido a su vital importancia e influencia.
En segundo lugar, Descartes afirma que existen tanto la fuerza vegetativa como la fuerza motriz del cuerpo, pero señala que no se han de considerar como partes del alma debido a que no dan lugar a las acciones del ser humano, sino la sola razón. El obstáculo principal radica en que muchos autores y autoras tenían dificultades a la hora de diferenciar entre aquello que es el alma y aquello que es producido por la misma. Sin embargo, ¿qué pasa con todo aquello que nos muestra que el alma está unida al cuerpo de manera directa y profunda?
Descartes estaba en contacto con los jesuitas, la Compañía de Jesús, fundada en el año 1540 por San Ignacio de Loyola. Hasta tal punto llegó su influencia que le proponían utilizar sus escritos en el mismo colegio de la Flèche
Una vez tenida en cuenta la distinción entre cuerpo y alma en el pensamiento de Descartes, nos adentramos en la cuestión de su unión. Descartes observa una separación entre cuerpo y alma en función de sus cualidades, pero también encuentra una fuerte unión entre ambos, lo que le conduce a introducirse a la duda. Así, en las Meditaciones metafísicas, leemos:
«[…] lo cual hace que yo dude si es naturaleza que piensa, que está en mí, o más bien, por la cual soy lo que soy, es diferente de esta naturaleza corporal, o bien, si ambas no son más que una sola cosa. Y supongo aquí que aún no conozco ninguna razón que me persuada de lo uno más bien que de lo otro: de donde se sigue que soy por completo indiferente para negarlo o afirmarlo, o bien, hasta para abstenerme de juzgar sobre ello»
Por todo ello, Descartes mantiene esa duda acerca del dualismo, sin saber exactamente por qué pasan todas estas cosas entre cuerpo y alma o, más bien, por qué son tan diferentes, tienen cualidades distintas o, al menos, parecen tenerlas. A lo largo de las Meditaciones metafísicas, nos muestra que hay una estrecha conexión entre cuerpo y alma que no hace sino dificultar esta cuestión.
Por ejemplo, en lo que respecta a sentimientos como, por ejemplo, dolor o hambre, estos nos muestran que estamos estrechamente unidos al cuerpo y «confundido y mezclado de tal manera que compongo con él un solo todo». Si no es así, cuando el cuerpo es herido no sentiría dolor, dado que soy una cosa que piensa y el cuerpo es una cosa extensa y que no piensa. De ahí, la idea cartesiana de que los sentimientos son ciertas maneras de pensar que dependen de la unión y de la mixtura del espíritu con el cuerpo.
Ahora bien, para entenderlo de una manera más práctica, vayámonos a un caso más concreto: el dolor de pie. Descartes afirma que los nervios que van desde el pie hasta el cerebro pasando por la glándula pineal están tensos, son como una especie de cuerdas que hacen la función de puente de unión. Pues bien, cuando estas cuerdas procedentes de los nervios del pie son sacudidos de manera veloz y fuerte, provocan en el espíritu una impresión de dolor con la finalidad de que este haga lo posible para poder eliminar la causa de dicha molestia. Por tanto, provocan una especie de movimiento, y este movimiento es entendido como dolor.
A través de estos ejemplos y basándonos en los argumentos de las Meditaciones metafísicas, podemos observar que el autor sostiene la existencia de una distinción entre cuerpo y alma, pero ello no implica que dejemos a un lado la conexión que tienen entre ellos y que constituyen al ser humano y a sus procesos.
Descartes observa una separación entre cuerpo y alma en función de sus cualidades, pero también encuentra una fuerte unión entre ambos, lo que le conduce a introducirse a la duda
Purificación del alma
Uno de los puntos centrales que cobra gran importancia en la filosofía de Descartes es el de la purificación del alma, es decir, alcanzar un alma «tranquila», libre de pasiones, emociones o dolores producidos por el cuerpo o por determinadas acciones.
La cuestión de la purificación del alma es una de las cuestiones más desarrolladas a lo largo de la historia de la filosofía. Con Descartes nos estamos centrando en la consideración y en los movimientos propios de la modernidad, pero esta cuestión se remonta al comienzo. La purificación es un acto que consiste en volver a la «pureza inicial». Se considera como una especie de limpieza. El ser humano se establece en un mundo plagado de cosas a su alrededor, de situaciones, de personas, lo cual deriva en decisiones y acciones.
Y, además, como hemos visto, surgió esa separación entre cuerpo y alma; entre lo mortal y lo inmortal. Es decir, se considera que lo más fundamental de la persona es cuidar su alma, que es la que siente y padece. Al final los placeres y las sensaciones corporales, algunas de las cuales, son motivadas por impulsos y demás, abogan por lo que desean en el momento dado sin importar el resultado. Por todo ello, nos adentramos en una situación cuya máxima preocupación no es sino alcanzar el equilibrio o como dirían los epicúreos, la ataraxia.
Descartes mantuvo una vida plena de acontecimientos, como la muerte de su madre a los pocos meses de su nacimiento. Se introdujo en el ejército a las órdenes de Mauricio de Nassau en 1618 para ver mundo y comenzar sus reflexiones. Después ingresa en el ejército imperial de Maximiliano de Baviera, al comienzo de la Guerra de los Treinta Años contra los bohemios de Federico V (padre de Isabel de Bohemia); se encuentra en las famosas «guerras de religión».
Además, había heredado una tos seca y un color pálido y, por razones como estas, los médicos se atrevieron, tras haberle realizado una serie de diagnósticos previos, a «condenarlo» a muerte temprana. Sin embargo, Descartes sostenía que a través del cuidado del alma su vida podía alargarse. Sabemos que los acontecimientos que nos suceden tienen un peso elevado, o no, en el alma, eso depende de la visión de cada cual, pero es innegable que tenga un contacto directo con nuestra alma. En la carta de Descartes a Isabel de Bohemia en mayo-junio de 1645 dice lo siguiente:
«Una persona que tuviese una infinidad de verdaderos motivos de disgusto pero que se aplicase a desviar su imaginación con tanto cuidado que jamás pensase en ellos sino cuando la necesidad de asuntos le obligase, y que emplease todo el resto de su tiempo en no considerar sino objetos que le pudieran aportar contento y alegría […], no dudo de que eso sólo sería capaz de hacerle recobrar salud.[…] Y me lleva aún añadir aquí que he experimentado en mí mismo que un mal casi semejante, e incluso más peligroso, se ha curado con el remedio que acabo de decir.
Pues habiendo nacido de una madre que murió pocos días después de mi nacimiento de un mal de pulmón causado por algunos disgustos, he heredado de ella una tos seca y color pálido, que he conservado hasta la edad de más de veinte años y que hacía que todos los médicos que me han visto antes de esa edad me condenaran a morir joven. Pero yo creo que la inclinación que siempre he tenido a mirar las cosas que se me presentan desde la perspectiva que pudiera hacérmelas más agradables y hacer que mi principal contento dependiese de mi, es la causa de que esta indisposición, que era como natural, poco a poco se haya pasado por completo».
En la modernidad surgió la separación entre cuerpo y alma, entre lo mortal y lo inmortal. Se considera que lo más fundamental de la persona es cuidar su alma, que es la que siente y padece
En esta carta podemos apreciar que, para Descartes, ante un problema o varios, lo más adecuado sería ya no el hecho de no pensar en ellos, sino el centrarse en aquello que otorga alegría a cada uno de nosotros y nosotras para no pensar tanto en ello, y solamente cuando la necesidad lo muestre. De esta manera ese problema quedará reducido y no afectará tanto a nuestro espíritu, dado que esto podría llegar a producir males corporales como mala salud, angustia, aceleración del corazón, poco apetito, etc.
Por otra parte, Descartes lleva esta propuesta a la práctica que él mismo ha vivido y que con estas técnicas ha logrado ese «alivio» del espíritu, es decir, ha conseguido mantener más tiempo de vida que aquella que se le adjudicaba. De aquí deriva esa «dualidad de almas» que establece nuestro autor.
Para Descartes, hay dos tipos de almas, unas grandes y otras vulgares. La diferencia radica en que estas últimas se entregan a las pasiones y dependen de todo aquello que les suceda, ya sea agradable o desagradable, para dictaminar si son felices o desgraciadas; mientras que las primeras están gobernadas por la razón, aun teniendo ellas también pasiones, y que, gracias a ella, incluso la tristeza sirva y contribuya a su felicidad. Por tanto, poseen una visión totalmente diferente. La interpretación, pues, juega un papel fundamental a la hora de construir el camino que cada persona debe seguir y es por ello por lo que trabajarla dará lugar a resultados positivos.
Sobre el autor
Kevin Rovira Villatoro es graduado en Filosofía. Apasionado por ella desde el comienzo de sus estudios, escribir pasó a formar parte de él con el objetivo principal de hacer llegar a la gente la filosofía de una manera más dinámica y apetecible para el lector o la lectora, para resaltar la importancia que posee y el valor que tiene en el día a día.
Deja un comentario