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La desigualdad poscolonial

A partir de 1492, con la llegada del imperio español a América, comienza la colonización de los pueblos que ya habitaban aquellos territorios. Este fue el caso de los nativos americanos que habitaban los territorios de la actual América del Norte. Desde el inicio de este proceso de colonización, los colonizadores europeos han ido desplazando a los pueblos originarios apropiándose de sus tierras. Una situación de desigualdad que tantos siglos después continúa y sobre la que Natalie Diaz reflexiona en su poemario Poema de amor poscolonial.

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Poema amor poscolonial

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El término «poscolonial»

El término poscolonial comenzó a emplearse durante la década de 1970 para describir los procesos históricos de descolonización, una reacción contra las estructuras de poder de la historia colonial europea desde el siglo XVIII hasta el presente. Durante la década siguiente, evolucionó hasta convertirse en un concepto empleado para tratar las secuelas culturales del pasado colonial o del momento poscolonial liberador. Edward Said ofrece en Orientalismo (1977) una importante reflexión sobre las formas en que el mundo occidental representa a las culturas orientales, basándose en la hegemonía del discurso eurocéntrico blanco y de clase media «para dominar, reestructurar y tener autoridad sobre el Oriente».

Esta construcción, que Said describe como una fantasía, no tiene nada que ver con la representación real de las culturas indígenas, ya que rara vez se les permite hablar con voz propia. Said también explica aquí cómo el colonialismo depende de la supuesta superioridad eurocéntrica con respecto al otro. En este sentido, el otro colonizado se describe invariablemente en oposición a la metrópoli, que intenta producir su propio discurso colonial como medio para justificar las prácticas coloniales, obviando así los abusos económicos y raciales contra la población indígena.

A partir de 1492, con la llegada del imperio español a América, comienza la colonización de los territorios y pueblos bajo la excusa de llevarles la evangelización y el progreso. A raíz de esto, otros reinos se lanzaron a colonizar territorios de América. Esto afectó a los pueblos de indígenas americanos que habitaban el territorio, que contaban con sus propias costumbres y modos de vida, afectados por la imposición de los modos de vida occidentales. Los colonizadores comenzaron a imponer sus modos de vida, intentando reemplazar el modo de vida originario de los habitantes de las regiones.

Este fue el caso de los indios americanos que habitaban los territorios de la actual Estados Unidos. Estos grupos, pertenecientes a las etnias amerindias, se distribuían por territorios de todo América del Norte. Desde los principios de la colonización de EE. UU., los colonizadores europeos han ido desplazando a los pueblos originarios para poder apropiarse de sus tierras. La «Ley de desplazamiento indio», firmada en 1830, obligó a todas las tierras ubicadas al este del Misisipi a entregar sus tierras a cambio de otro territorio en el oeste.

A partir de 1492, con la llegada del imperio español a América, comienza la colonización de los territorios y pueblos bajo la excusa de llevarles la evangelización y el progreso. Los colonizadores comenzaron a imponer sus modos de vida, intentando reemplazar la forma de vida originaria de los habitantes de las regiones

Poema de amor poscolonial
Poema de amor poscolonial, de Natalie Diaz (edición bilingüe, Vaso Roto).

Así dio comienzo el constante movimiento de los pueblos nativos de sus territorios originarios, que se reubicaban en áreas denominadas como reservas. Hoy en día se encuentran alrededor de 310 reservas indígenas. Algunos pueblos cuentan con varias reservas, otros se ven obligados a compartir su reserva con otros pueblos, y otros no tienen ninguna. Los territorios de todas las reservas del Estados Unidos representan únicamente el 2,3 % de la superficie total del país.

El imperio impone su propia lengua y cultura en los territorios colonizados, lo que a menudo implica la suplantación de la lengua y la cultura nativas, produciendo así un conflicto ideológico y social en el sujeto colonizado, que muchas veces interioriza el discurso hegemónico del colonizador y perpetúa los valores supuestamente inmutables y naturales que representa la metrópoli. Dentro de este contexto político podemos enmarcar Poema de amor poscolonial, escrito por Natalie Diaz y publicado en edición bilingüe por la editorial Vaso Roto.

¿Progreso hacia dónde y para qué?

Natalie Diaz nace en 1978 en el poblado indio de Fort Mojave, en California. Es poeta y educadora, y miembro de la comunidad indígena Río Gila. Poema de amor poscolonial es su segundo poemario, con el que en 2020 fue finalista en el Premio Nacional de Poesía de Estados Unidos y en 2021 fue galardonada con el Pulitzer de Poesía. Actualmente vive en el Valle de Mojave, en Arizona, donde ha trabajado con los últimos indígenas nativos como responsable de un programa de revitalización lingüística.

En este poemario, la autora presenta una oda a su pueblo y a sus raíces, plagado del imaginario, mitos y tradiciones pertenecientes a la cultura de su pueblo. A su vez, se trata de un poema identitario en el que Natalie Diaz se reafirma como mojave, pero no tanto como estadounidense. El poemario comienza con un poema homónimo al título, en el que Diaz describe la relación entre la macromáquina capitalista que es Estados Unidos y los grupos indígenas de la región: «La guerra no terminó nunca y de algún modo comienza de nuevo».

EE. UU. representa al colonizador, a ese salvador que afirma ayudar a los pueblos indígenas bajo la excusa de llevar el progreso a sus tribus. Pero ¿progreso hacia dónde? ¿Progreso para qué? En este proceso se lleva a cabo un lavado de cerebro o gashlighting al que el colonizador somete al colonizado, haciendo que los últimos realmente interioricen y crean que se les está haciendo un favor acercándolos el progreso. Diaz cuestiona esta noción de bondad occidental. ¿Cuál es su fin? ¿Qué bien ha hecho Estados Unidos por la comunidad indígena que habitaba sus territorios mucho antes de que el capitalismo ocupase hasta el último recoveco?

En este poemario, la autora presenta una oda a su pueblo y a sus raíces, plagado del imaginario, mitos y tradiciones pertenecientes a la cultura de su pueblo. A su vez, se trata de un poema identitario en el que Natalie Diaz se reafirma como mojave, pero no tanto como estadounidense

Bajo la excusa de preservar estos pueblos, los aíslan en reservas (cada vez más y más pequeñas); así, parece que lo que se busca es marginarlos, aislarlos, hasta que estos pueblos dejen de formar parte del presente del país y pasen a ser parte de su pasado. Todavía más marginados que la población afroamericana o latina, Diaz se refiere al colectivo indígena como un colectivo en extinción, completamente relegado a los márgenes. En el poema «Aritmética estadounidense», trata algunos de estos temas:

Los nativos estadounidenses son menos del
1 por ciento de la población de Estados Unidos.

El 0,8 por ciento del 100 por ciento.

No recuerdo los días anteriores a Estados Unidos
—no recuerdo los días cuando todos estábamos aquí.

En una entrevista con un nativo perteneciente al pueblo Potawatomi para el medio Avispa Midia, este hablaba sobre la concepción de las reservas para el gobierno como campos de prisioneros. Afirma que querían «que muriéramos por no poder cuidar de nosotros mismos. Pero eso no sucedió, somos personas fuertes, nuestras ceremonias nos enseñan a ser fuertes y aguantar, y pudimos, a través de nuestros métodos espirituales y de nuestros métodos comunitarios, sobrevivir a este continuo genocidio y bajo la ocupación militar de nuestros territorios». La propia autora atestigua esta idea de olvido a la par que violencia por parte de las autoridades:

Cuando nos estamos muriendo, ¿a quién debemos llamar?
¿A la policía? ¿A nuestro senador?
Por favor, que alguien llame a mi madre

Los nativos americanos siguen resistiendo a pesar de las adversidades. Y es que no pertenecen al pasado. En estos versos se ataca el borrado identitario de estos grupos, que siguen entre nosotros en 2022 y cuya cultura no debería quedar relegada a las vitrinas de un museo como si fuesen algo extinto, una extinción propulsada por el gigante capitalista de EE. UU. ¿Qué espacio ocupan en una América en la que aquellos que no se suben al carro capitalista no tienen objeto de ser en la sociedad? 

El poemario está plagado de simbología y motivos importantes para la comunidad, en su mayoría vinculados a la naturaleza. Uno de los elementos más importantes es el agua, siendo a la vez uno de los más atacados por el gobierno estadounidense. Sin el agua no se puede vivir. Y si los ríos se contaminan constantemente, haciendo que este símbolo tan importante que es el agua se extinga. Y es que, para los indígenas, el agua forma parte de quienes son, es una gran parte de su identidad. En el extenso poema «Aquello no puede agrietarse», explica cómo el agua atraviesa por completo su identidad:

‘Aha Makav es el verdadero nombre de nuestro pueblo, dado por
 nuestro Creador, que desató el río de la tierra y lo insertó en nuestros
cuerpos vivos.

Traducido al español, ‘Aha Makav significa el río atraviesa el centro
de nuestro cuerpo así como atraviesa el centro de nuestra tierra.

Diaz realiza una crítica a la feroz perdida de la naturaleza en EE. UU., en favor de una industrialización que arrasa las reservas indígenas. En «Exposiciones en el Museo Estadounidense del Agua» menciona uno de los grandes conflictos recientes: «En Estados Unidos, /gasean, acorralan y disparan con balas de goma a los nativos que intentan proteger su agua /de la contaminación en Standing Rock, Dakota del Norte». En el poema «Como se creó la Via Láctea», sintetiza la situación:

Mi río alguna vez no estuvo separado. […]
ahora está quebrado por quince presas.
A lo largo de mil cuatrocientas cincuenta millas,
tubos y bombas llenan albercas y aspersores
en Los Ángeles y Las Vegas.

Esta deriva capitalista en la que se encuentra el gobierno estadounidense con la explotación de sus elementos naturales, traerá indudablemente devastadores efectos para el medio ambiente a largo plazo, no solo para los pueblos indígenas, sino para toda la población del país. Diaz no solo reflexiona sobre el pasado y el presente de la situación del agua, sino que, personificándola, reflexiona también sobre su futuro: «¿Piensas que el agua olvidará lo que hemos hecho, lo que seguimos haciendo?».

¿Qué espacio ocupan los nativos americanos en una América en la que aquellos que no se suben al carro capitalista no tienen objeto de ser en la sociedad? 

El baloncesto como metáfora de la lucha

Para un lector con no demasiado conocimiento acerca de las tribus nativo-americanas (entre las que me incluyo), puede llamar la atención la cantidad de alusiones que se hacen al baloncesto como el deporte rey en las reservas federales, y al que, tal como narra Diaz, todos los niños jugaban. Al leer estos poemas me preguntaba: ¿por qué es el baloncesto el deporte rey entre los nativos? Pues bien, tiene sus raíces en la historia de los nativos. Y es que fue un nativo americano quien inventó el baloncesto en 1891 y comenzó a jugarse entre universidades, lo que llevó poco a poco a su popularización.

La propia autora fue jugadora profesional de baloncesto durante varios años, hasta que una lesión la obligó a apartarse del terreno de juego. Pero Diaz no habla del baloncesto per se, o porque sienta nostalgia de su época como jugadora profesional. Como muchos otros elementos que conforman el poemario, el baloncesto es otro elemento que emplear como metáfora en la lucha entre los nativos y los blancos estadounidenses que tanto les arrebataron. Una victoria ante otro equipo blanco, se describe en el poema «Run’n’Gun»:

Y ganamos haciendo lo que todos los indios anteriores a nosotros habían hecho ante sus oponentes más grandes y más blancos 
— nos convertimos en coyotes y en ríos y corrimos más rápido de lo que podían ir sus patadas.

En el poema «Diez principales razones por las cuales los indios son buenos en básquetbol», Diaz habla de la bola encestando contra el equipo contrario como «siempre será una bala resbalosa y brillante que podemos lanzar desde el arco de tres puntas en los cinco segundos que quedan del año 1492 y, mientras atraviesa, rompe la red, nuestro enemigos heridos caerán de rodillas con el ligamento cruzado anterior roto». El baloncesto como el terreno en el que consiguen la justicia (poética) que no obtienen en la vida real.

Su historia, su simbología, su relación estrecha con la naturaleza es vista como mentiras, falacias, como arcaico. El mayor problema ocurre con el borrado de este pasado, con el olvido, tal y como afirma un entrevistado por Avispa Midia: «Hoy en día, los descendientes de los colonizadores sufren de un caso de amnesia histórica, tanto que creen que son de este continente y poseen todo lo que hay en él. En realidad necesitan que se les recuerde que no son de aquí».

Y es que, a pesar de que el colonizado logre desligarse de las garras del colonizador, existe una influencia. Uno de los caminos más importantes para dar pasos hacia delante es el de apropiarse de la historia y contarla desde el lado de los olvidados, de las víctimas. Y es precisamente lo que Natalie Diaz hace tan bien en Poema de amor poscolonial: contar su verdad, mostrarnos su pueblo, su cultura, la amarga situación de su gente y su pueblo subyugados ante el capitalismo estadounidense, para así dejar constancia de la realidad de aquellos que son a menudo olvidados.

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