En sociedades tan competitivas como las del siglo XXI, ¿qué significa fracasar? Se nos ha hecho creer que todos somos capaces de alcanzar el éxito, pero nadie se detiene a pensar en las muchas posibilidades de «caer» en el fracaso. Basta echar una ojeada a las redes sociales, plagadas de seres humanos tan sonrientes, supuestamente felices y plenos, para darnos cuenta de que la palabra «perdedor» es un estigma. ¿Por qué deberíamos conocer más el fracaso? En este dosier, Laura Martínez Alarcón explica los muchos significados de este concepto tan escurridizo.
- ¿Existe una filosofía del fracaso?
- Fallar es de humanos…, pero cuesta asumirlo
- Fracaso, camino a la esperanza
- Andrés Esteban Acosta Zapata: «En todo gran pesimismo hay una huella inmensa de esperanza»
- FuckUp Nights: qué son y por qué existen
- El falso mantra del éxito
- ¿Cuántas maneras hay de decir fracaso?
- No hay humanidad sin fracaso
- Valerio Rocco: «El fracaso no es, simplemente, la ausencia de éxito»
Hace unos meses, el escritor mexicano Jordi Soler escribía:
«Hablar de fracaso en el siglo XXI es anticlimático: es ya un fracaso. Las redes sociales, la autoexposición al alcance de cualquiera, crean el espejismo de que todos somos unos triunfadores. No se necesita ser muy espabilado para conseguir un minuto de gloria en TikTok. Las redes sociales han sido ideadas, entre otras cosas, para que nadie sea un don nadie»1.
El culto al éxito impregna todos los aspectos de nuestra vida. Se nos exige triunfar porque, como diría Soler, no hay peor cosa que un «don nadie». Ser un cero a la izquierda es estar condenado al ostracismo. Quedar fuera de la tribu, no ser reclamado por alguien, es someterse al escarnio público. El minuto de gloria nos obliga a hacer cualquier cosa con tal de evitar el descalabro y la soledad. Y, sin embargo, todos, en mayor o menor medida, somos protagonistas de un sinnúmero de grandes y pequeños fallos y equivocaciones. Nadie triunfa o alcanza el éxito sin más.
Por otro lado, actualmente existe una retórica del fracaso que lo contempla desde una perspectiva individual (es cosa de «esforzarse más», «echarle más ganas», «tocar fondo para llegar a la meta») y olvida que existen circunstancias económicas y sociológicas desde donde el individuo puede fracasar. No, señoras y señores, no todos tenemos la capacidad de ser «emprendedores».
Como veremos más adelante, algunos pensadores argumentan que el fracaso es «un concepto tremendamente escurridizo y de difícil definición», al que debemos colocar en el lugar que le pertenece, esto es, en el núcleo de nosotros mismos. De hecho, actualmente se estudia y reflexiona sobre el concepto dentro de un ambicioso proyecto europeo titulado Failure y, desde Latinoamérica, es materia de análisis por parte de un Andrés Esteban Acosta Zapata que, al abordar el tema de la esperanza, subraya la importancia del fracaso como «principio de la consideración y la persecución de ideales positivos que superan precisamente el ambiente de derrota y desesperanza».
Hay también quien ha logrado encontrar el humor en numerosas historias fallidas. Tal es el caso de un museo ubicado en Helsingborg, al sur de Suecia, cuya misión es recordarnos por qué fracasar es parte del éxito. Lo mismo ocurre con dos plataformas de origen mexicano, el Museo Arqueológico del Fallo, creado recientemente por la poeta Valeria List, y las Fuckup Nights, una iniciativa nacida hace diez años y que hoy se ha convertido en un movimiento global con presencia en alrededor de doscientas cincuenta ciudades del mundo.
Existe toda una retórica del fracaso que lo contempla desde una perspectiva individual (es cosa de «esforzarse más», «echarle más ganas», «tocar fondo para llegar a la meta») y olvida que existen circunstancias económicas y sociológicas desde donde el individuo puede fracasar
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