Edmund Husserl (1859-1938) fue uno de los filósofos del siglo XX con mayor calado. Su proyecto de hacer de la filosofía una ciencia rigurosa dio lugar a la fenomenología, la ciencia de los fenómenos. Este método ha inspirado el pensamiento de otros como Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty o Lévinas. Sin la fenomenología y sin Husserl no podría entenderse la filosofía contemporánea tal y como la conocemos hoy.
Por Mercedes López Mateo
«¡A las cosas mismas!». Casi como un grito de batalla, esta sentencia de Husserl representaba su preocupación por el estatuto de la filosofía a finales del siglo XIX y principios del XX. A su parecer, se encontraba sumida en el escepticismo y el relativismo, lo cual amenazaba la condición que debe tener: la filosofía ha de ser un conocimiento riguroso, una ciencia de la consciencia. Esto no significa en ningún caso que trate de configurar una ciencia en el sentido naturalista o empirista. La fenomenología será una ciencia a priori que dé cuenta del aparecer mismo de los fenómenos.
Contra el «psicologismo»
La ciencia experimental que más temía Husserl era la psicología o, en sus propias palabras, el «psicologismo», que es la fundamentación de las ciencias en las conclusiones psicológicas extraídas sobre la mente de la especie humana. Ya desde sus Investigaciones lógicas critica duramente el papel hegemónico que tiene la psicología en su época.
Por aquel entonces se había extendido una fe ciega a las ciencias positivistas, aquellas que estudiaban «hechos reales» para los cuales la psicología establecía la base teórica. Esto suponía para Husserl un problema antropológico, puesto que, desde ese modelo, se entendía al individuo como otro hecho más del mundo analizable. En otras palabras, se veía y estudiaba al ser humano únicamente como objeto del mundo, y no también como sujeto del mundo.
No podemos continuar con el proyecto filosófico del sujeto racional si se nos reduce a un elemento más de lo mundano, a lo fáctico. Así, el psicologismo, además de confundir las esencias —esas «cosas mismas» que son el objeto de investigación de la fenomenología— con los productos psicológicos empíricos, ha mancillado el proyecto de la filosofía y debemos purificarnos de él.
Es más, el sorpasso de la psicología a la filosofía que Husserl auguraba se ha instaurado ahora en nuestra sociedad. Preguntémonos, por ejemplo, por qué en los telediarios nacionales durante el confinamiento se escuchaban los argumentos de autoridad de psicólogos —y no tanto de filósofos— sobre el miedo a la muerte o sobre la necesidad humana de interacción con un Otro. ¿Necesitamos que toda reflexión sobre la identidad o el comportamiento humano se revista de científica y positivista para concederle el título de conocimiento válido, objetivo y riguroso?
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