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La curiosidad, el cotilleo y la autenticidad de la vida según Heidegger

El chisme o el cotilleo son formas de lenguaje que la filosofía también puede analizar. El filósofo alemán Martin Heidegger reflexiona en «Ser y tiempo» sobre la habladuría en relación a la autenticidad e inautenticidad de la vida.

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El cotilleo y la habladuría es un tema que atraviesa nuestra vida y sobre lo que también discutió el filósofo alemán Martin Heidegger. Diseño hecho a partir de la ilustración de retrato de perfil de Martin Heidegger realizada por Núria Oliveres para el nº 6 de la revista FILOSOFÍA&CO.

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Heidegger es un filósofo muy controvertido. Sus posturas filosóficas se vieron fuertemente criticadas debido a su cercanía al nacionalsocialismo alemán tras el ascenso de Hitler como canciller del III Reich. Gracias a dicha cercanía logró colocarse como rector de la universidad de Friburgo en el año de 1933. Y a pesar de que en sus escritos no haya nada explícito en relación a dicha postura política, ha habido investigadores que en miles de páginas han demostrado, o por lo menos lo han intentado, que su pensamiento tiene matices de una inclinación partidista o ideológica.

Aunque en este escrito no se trata de resaltar dicha controversia en particular, sí que nos puede ilustrar en cuanto a la premisa que tratamos de establecer. A saber, el morbo o el placer de saber algo que parece no tener una certeza, siendo tan ambiguo que genera una inmensa curiosidad.

Tomo el ejemplo de Heidegger, no porque el filósofo deba ser reconocido por lo enigmático que pueda parecernos su vida, o por la curiosidad que nos nace sobre saber qué pensaba en realidad cuando escribía su filosofía, o al menos no es solo eso, sino porque el mismo Heidegger habló de la curiosidad que se genera a través de los chismes o, como se tradujo al español en su obra Ser y tiempo, «la habladuría».

Heidegger habló de la curiosidad que se genera a través de los chismes o, como se tradujo al español en su obra Ser y tiempo, «la habladuría»

De la curiosidad a la filosofía

FILOSOFÍA&CO - heidegger ser y tiempo
Ser y tiempo, de Martin Heidegger (Trotta).

Cuántas veces hemos escuchado el tan repetido inicio de conversación «¿a que no adivinas qué le pasó a Fulano de tal?; ¿Recuerdas a Zutano, el gerente de ventas? Pues lo acaban de despedir». Y a partir de dicha noticia gira alrededor de nosotros un interés que se acrecienta por saber qué es lo que pasó con dichas personas y deseamos con todas nuestras fuerzas saber más. Todo el entorno se logra componer de una gratificación y comodidad al momento de tener una charla con el otro sobre otros o sobre nosotros mismos.

Hablamos de la moda, de los artistas que nos gustan, de su vida privada y de lo moralmente cuestionable en las acciones que realizan. Disponemos del espacio: la cafetería, el bar, en la sala de maestros, en el patio de receso. Lo hacemos mientras cenamos en un restaurante con nuestros amigos o colegas de trabajo. No importa dónde, pero se abre un espacio en donde la felicidad y la comodidad inundan la plática, el momento y el lugar.

Pero, aunque podemos reconocer que nos hemos encontrado ante dichas situaciones, ya sea porque nosotros somos quienes tenemos las novedades y los pormenores de otras personas o de nosotros mismos, ya sea porque somos los interesados en conocer los detalles de las vidas de los demás, la pregunta filosófica no surge nunca, y es esta: ¿por qué nos causa tanto placer el estado de habladuría? O como diríamos comúnmente, el chisme. Y más importante aún: ¿qué tiene la filosofía que decir al respecto?

Ante esto, la filosofía tiene cosas bastante interesantes que decir y que pueden contribuir a una aclaración del placer que nos causa la habladuría; y para esto nos apoyaremos en los parágrafos 35, 36 y 37 de la gran obra del filósofo Martin Heidegger que nos hablará de la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad como condiciones existenciarias de nuestra interacción con el mundo, como seres arrojados a este, y del cuán determinados estamos, aunque no en un sentido estricto, pues podemos liberarnos.

Empecemos con lo que nos dice el mismo Heidegger. El filósofo de Friburgo, en la obra mencionada anteriormente, y en la cual se popularizó su pensamiento, aborda un tema particular: la existencia humana (o como él la llama, el Dasein) desde la vida auténtica o inauténtica.

¿Qué tiene que ver eso con el chisme, la habladuría que tanto nos gusta? En pocas palabras, Heidegger, al querer descubrir el ser en la existencia, encuentra que el hombre no puede ser catalogado bajo accidentes o esencias inmutables, como lo postularon otros filósofos como Kant o Aristóteles, sino que, en el mejor de los casos, tenemos existenciarios que son condiciones que nos sitúan en el mundo, haciéndonos lo que somos.

Solo por mencionar algunos, podemos decir el lenguaje, la disposición afectiva, la comprensión o la interpretación. Frente a dichos existenciarios, el hombre nace y se forma en un contexto, en una cultura, en una familia, en una lengua; esto, en pocas palabras, se resumiría con esta acertada frase de Jean-Paul Sartre: «Soy lo que otros hicieron de mí». El mundo que circunda a mi alrededor me brinda los elementos en lo que más adelante me ayudará a identificarme como un Dasein único o distinguible ante lo que me rodea.

Heidegger encuentra que el hombre no puede ser catalogado bajo accidentes o esencias inmutables, sino que, en el mejor de los casos, tenemos existenciarios que son condiciones que nos sitúan en el mundo, como el lenguaje

Una forma de vida inauténtica

El problema se presenta cuando Heidegger, ante dichos existenciarios que nos forman, sostiene que en nuestra identidad o en la formación de esta podemos caernos en lo que él denomina «lo uno» y la interpretación pública. Y es en dicha instancia donde la curiosidad y la habladuría se apoderan de nosotros.

Lo uno para Heidegger supone la caída del Dasein en la vida inauténtica y donde se da la posibilidad existencial—ontológica de disponernos al chisme, a la curiosidad, al morbo, al trending, etc. Cuando Heidegger habla de caída no hace referencia a que el hombre sea puro y que en un estado de perversión o error se convierta en inauténtico. En realidad, dicha vida inauténtica es por antonomasia nuestra primera forma de vida, ya que la cultura, el lenguaje, la sociedad nos disponen o nos forman en lo que en primera instancia somos.

Esta vida inauténtica hace referencia a la vida común, al gusto popular, a la tendencia, a lo que gusta a la mayoría y que yo como individuo acepto sin siquiera meditarlo o tener conciencia de por qué pienso de dicha manera. Ejemplos de ello pueden presentarse demasiados; los estándares de belleza han contribuido a que el grueso de la población viva su vida en la inautenticidad. El mismo estilo de ropa, las mismas marcas, las mismas cirugías estéticas, el gimnasio como templo de la era posmoderna. Por otro lado, la vida inauténtica también tiene repercusión en la manera en que pensamos y juzgamos los criterios morales.

¿Qué pensaría Heidegger al respecto? Extrapolando lo escrito en Ser y tiempo podemos tener una respuesta atemporal de su comentario ante el ruido de la habladuría que hoy por hoy se ha magnificado debido al pulido circuito de la información que atraviesan las redes sociales y que genera un barullo de notificaciones y opiniones públicas que se vuelven hostigantes e incesantes.

Heidegger parte de la relación primordial del hombre o, como hemos mencionado anteriormente, del Dasein, como Ser-en-el-mundo. Esto quiere decir que nos encontramos situados, o en sus propios términos, arrojados en el mundo que nace desde una relación con las cosas como útiles hasta una estancia cohabitativa con otros hombres.

No obstante, cuando nos mantenemos en la inautenticidad de la vida, en la manada de la opinión pública, en la aceptación de lo que la gente escribe en las redes sociales, nos desarraigamos del mundo y perdemos el vínculo con aquello que por primera instancia nos hacia ser. A esto Heidegger lo llama la estructura ontológico-existencial del ser humano.

Esta vida inauténtica hace referencia a la vida común, al gusto popular, a la tendencia, a lo que gusta a la mayoría y que yo como individuo acepto sin siquiera meditarlo o tener conciencia de por qué pienso de dicha manera

La habladuría, el cotilleo y lo que somos

¿Qué papel juegan la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad en la construcción de lo que somos y por qué nos desarraiga del mundo? En primer lugar, la habladuría es un estado de comprensión y de interpretación; empero no del mundo, sino únicamente de lo que se dice, y se abandona el quién lo dice y sobre qué o quién lo dice. Es decir, no nos importa la certeza de lo que nos están diciendo, y en muchas ocasiones ni siquiera nos importa sobre quién lo están diciendo, sino únicamente el interés de lo que se dice.

Es solamente una comprensión a medias en la que, jugando al teléfono descompuesto, vamos filtrando la novedad hasta que llega completamente desvirtuada, pero a nosotros no nos importa si se ajusta con lo que de verdad está pasando o pasó. Esto significa desarraigo y también se da en la curiosidad, explicando existencialmente nuestro constante afán de desprendernos de la realidad conectándonos a la red social de nuestra preferencia. Heidegger lo describe de la siguiente manera:

En nuestra instancia en el mundo nos lleva a una interacción con el mismo, a esto lo denomina circunspección. Todo aquello que tocamos lo convertimos en un utensilio que nos ayuda para transformar el mundo. La piedra ya no es piedra cuando la tengo en mi mano y la utilizo para poder cazar animales o arar la tierra. ¿Recuerdas la película The gods must be crazy? Los nativos africanos divinizaron la botella de refresco de cola debido a sus innumerables maneras de hacer uso de ella. Esa puede ser una demostración de nuestra capacidad de circunspección, que se interrumpe cuando llega naturalmente el descanso o la conclusión de nuestras labores.

La habladuría es un estado de comprensión y de interpretación, no del mundo, sino únicamente de lo que se dice y se abandona el quién lo dice y sobre qué o quién lo dice

En este momento tenemos un desarraigo con el mundo y nos abandonamos, quedando libres y desligados de todo lo que nos rodea y únicamente comenzamos a ver con la intención de ver, de curiosear. Estamos en todas partes y en ninguna.

Nos pasa que, cuando estamos en nuestro descanso después de una larga jornada laboral, tomamos el móvil, revisamos mensajes, contestamos, vemos videos, deslizamos al siguiente, al siguiente y así hasta que parece que las horas se nos han ido de las manos, pero al mismo tiempo estuvimos viendo todo lo que pasaba dentro de nuestro celular y ojeando sin cuidado lo que pasaba a nuestro derredor. Heidegger lo denominaba «una carencia de morada» debido a que no nos podíamos quedar en ningún lugar y en todo momento estábamos distraídos.

¿En dónde nos sitúa la habladuría y la distracción de la curiosidad? En un estado de ambigüedad en donde «cada uno se fija primero y ante todo en el otro: cómo se irá a comportar y qué irá a decir. El convivir en el uno no es de ningún modo un estar‐juntos acabado e indiferente, sino un tenso y ambiguo vigilarse unos a otros, un secreto y recíproco espionaje. Bajo la máscara del altruismo, se oculta un estar contra los otros».

Ontológica y existencialmente, Heidegger considera que el estado público o lo uno son estancias en donde nos desvinculamos fuertemente de nuestro estar en el mundo situados de todo lo que nos rodea y de todo aquello que nos hace ser. Sin embargo, lo uno es la inautenticidad que nace de la cotidianidad donde hemos estado arrojados en nuestra vida. Es por eso que es natural encontrarnos bajo la disposición de hablar por hablar, ver por ver y criticar por criticar. Nuestra sociedad en la actualidad es un reflejo de nuestras mismas condiciones potencializadas por los medios que nos hacen nadar en una red infinita de nada.

En uno de los párrafos de Ser y tiempo, Heidegger escribe:

«Ambiguo en la aperturidad pública del convivir, donde la más bulliciosa habladuría y la curiosidad más ingeniosa mantienen el ‘quehacer’ en marcha, allí donde cotidianamente todo sucede y en el fondo, no sucede nada».

Sobre el autor

Emanuel Cubias Ibarra estudió la licenciatura de Filosofía en la Universidad Vasco de Quiroga (UVAQ) en Morelia, Michoacán, y actualmente se encuentra terminando la maestría en Filosofía y Crítica de la cultura en la Universidad Intercontinental (UIC). Investiga el sentido de alteridad en la filosofía de Arthur Schopenhauer y las tesis sobre la muerte y el duelo de Byung-Chul Han.

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