Para Hegel, el mal no es una fuerza externa que amenaza al ser humano, sino una forma incompleta de la libertad que surge cuando el individuo afirma unilateralmente su particularidad frente a la universalidad racional que se expresa en las leyes, la moral y la vida ética.
De este modo, el mal es la ruptura entre el yo subjetivo y el orden universal, una «negatividad» que revela que la conciencia aún no ha alcanzado su verdadera realización. En este sentido, el mal no es un error moral sin más, sino un momento necesario en el desarrollo del espíritu, una etapa de separación que debe ser superada mediante la reconciliación y el reconocimiento dentro de la comunidad ética.
El mal, según el filósofo, no es un obstáculo definitivo, sino un paso esencial en un proceso dialéctico que conduce a la plena libertad.
El mal como contradicción interna
Para Hegel, el mal es la experiencia de una contradicción entre la conciencia que sabe de lo universal y racional, pero que actúa desde la particularidad. Es decir, que la concepción del mal en Hegel parte de su concepción dialéctica del espíritu.













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