El mal para san Agustín como ausencia de bien
Durante mucho tiempo, en la filosofía clásica, la respuesta a la pregunta por el mal era que el mal, en sí mismo, no existía. No hay mal, se decía, tan solo ausencia de bien. El mal no es nada en sí mismo, es vacío, hueco. Pero ¿cómo puede defenderse que el mal no existe? Lo vemos en las masacres, en la crueldad, en las torturas, en el placer del dolor ajeno, en la despreocupación por la muerte y la catástrofe. En la impunidad.
Sostener en filosofía que el mal no existe no es lo mismo que negar su realidad devastadora. Evidentemente hay dolor, hay sufrimiento, hay impunidad para los que matan. La postura implica algo ligeramente más complejo: el mal no tiene su propia lógica o esencia, porque solo el bien es.
San Agustín ha sido uno de los filósofos más destacados dentro de esta tradición filosófica. En sus textos, propuso que el mal es simplemente privación, ausencia, falta de ser. Esto es así, según su filosofía, porque el mundo ha sido creado por Dios, y Dios —por definición— es bueno. Es decir, y en resumidas cuentas, el ser es sinónimo de bien.















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