En filosofía, la preposición «para» siempre genera sospechas. A la pregunta «para qué» sirve la filosofía la respuesta suele estar entre exclamaciones: «¡Para nada!», se dice. Y es que la filosofía, se nos dice, tiene más que ver con «porqués» que con «para qués». Y tiene más que ver con hacer profundas preguntas que con encontrar respuestas.
Sin embargo, en realidad los filósofos y filósofas nunca han cesado en su intento de hacer de la filosofía una guía para la praxis. La filosofía no surgió en el vacío, sino en el diálogo entre seres humanos en estructuras sociales complejas. En Grecia, se trató de un pensamiento en el seno de la polis o ciudad-estado griega, con una enorme dimensión ética y política.
El pensamiento de Epicuro se edificó precisamente durante la crisis de este modelo político. Se trató de un pensador que estableció una verdadera revolución. Sus enseñanzas iban muy encaminadas a resolver los problemas que tenían los seres humanos en la ciudad; un entorno que, según él, los hacía enormemente miserables. Su condición de pensador de la crisis y su apuesta por un modelo social basado en la amistad son algunas de las claves que hoy podemos reivindicar para pensar nuestra vida.
Epicuro hoy como respuesta a las crisis
En 1992, Francis Fukuyama escribió un libro titulado El fin de la historia y el último hombre. Se trata de una obra que tuvo una gran relevancia e influencia en la filosofía y las ciencias políticas. En ella se expone la tesis de que la historia en tanto lucha ideológica ha acabado porque se ha generado una democracia liberal más o menos global tras la caída del bloque soviético que la hace innecesaria.
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