Ester Busquets es autora del libro Ética del cuidado en ciencias de la salud. Lo escribió antes de la crisis sanitaria y su público era, en principio, el de los profesionales de este ámbito. Pero las circunstancias lo han hecho no solo de máximo interés, sino también de interés generalizado, pues como escribe Busquets, «somos lo que somos gracias a que otros nos han cuidado y nos cuidan».
Por Pilar G. Rodríguez
La crisis sanitaria nos ha traído nuevas palabras —para empezar, el nombre del virus o la enfermedad—, pero también ha descubierto otras de toda la vida que estaban ocultas, ocultadas o que, sencillamente se usaban para otros fines, porque ¿cuántas veces no se habrá empleado «vulnerable» como sinónimo pulcro de pobre? Y ahora, sin embargo, frente al poder letal del nuevo virus, tímidos y a media altura, desplegamos la pancarta donde se lee: «Vulnerables somos todos». Lo éramos, lo somos y lo seguiremos siendo. Otra cosa es si lo seguiremos recordando.
Quienes lo sabían, lo saben y quizá deban recordárnoslo son aquellos que han hecho del cuidado su profesión. Han puesto el cuerpo, pero algunos también han puesto la mente y el tiempo al servicio del cuidar y de la reflexión sobre su significado. Personas como Ester Busquets Alibés, que es doctora en Filosofía y diplomada en Enfermería. Esta investigadora y experta en ética del cuidado ha escrito un libro, con prólogo de Victoria Camps y publicado por Herder, dedicado a su especialidad y destinado, en principio, a profesionales. Las circunstancias lo han hecho de interés general. O quizá las circunstancian lo que han favorecido es que descubramos la Ética del cuidado en ciencias de la salud como una obra de interés general, pues, como afirma la autora al comienzo de la obra, «somos lo que somos gracias a que otros nos han cuidado y nos cuidan; somos responsables de devolver el cuidado recibido a nuestro alrededor». En este proceso nos involucra a todos. Ese compromiso, también.
Ahora la vulnerabilidad vuelve a ser objeto de reflexión filosófica y de titulares en los medios, obviamente. La pregunta es: ¿por qué no lo era antes? ¿Estaba oculta u ocultada?
Yo diría que es más objeto de titulares que de reflexión filosófica. La sociedad contemporánea intenta alejarse lo más posible de la conciencia de vulnerabilidad. Pascal ya recordaba en el siglo XVII que «los hombres [y las mujeres], al no haber podido remediar la muerte, la miseria, la ignorancia, se han dado cuenta que para ser felices, no hay que pensar en ello». Esto ayuda a comprender que mucha gente, cuando los medios insisten tanto en la vulnerabilidad humana, especialmente con el recuento diario de muertos por coronavirus, sienten la necesidad de desconectar y no pensar en ello.
La reflexión filosófica siempre ha tenido en cuenta que la vulnerabilidad es una característica inherente a la condición humana, de la cual no podemos librarnos por más que lo deseemos. «El yo, de pies a cabeza, hasta la médula de los huesos, es vulnerabilidad» decía Lévinas. Pero esto se olvida fácilmente ante el optimismo que genera la cultura tecnológica. Con lo cual me temo que la conciencia sobre la vulnerabilidad se alejará nuevamente de nuestra sociedad a medida que la pandemia retroceda.
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