La primera respuesta que obtenemos en las páginas de esta novedad editorial, publicada por Taugenit, es muy clara: sí, están muy unidas, tienen grandes nexos entre sí. Es más, se necesitan. Filosofía y medicina. Una historia de amor explica la unión y los desencuentros de ambas disciplinas a lo largo de la historia y la necesidad que cada una tiene de la otra. El libro, con prólogo del filósofo Javier Sádaba, muestra de forma amena todos sus puntos e intereses en común y por qué deben ir de la mano. «El libro de Benjamín Herreros es un buen libro —escribe Sádaba—. Lo es, antes de nada, porque es original, actual, se lee con amenidad y se aprende. Y coloca un puente entre esas dos orillas desgraciadamente tan separadas en nuestro país como son las ciencias y las humanidades».
Sabe Herreros en primera persona de la estrecha relación entre ambas disciplinas, porque en él mismo conviven con naturalidad: estudió la carrera de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y se especializó en medicina interna y en medicina legal y forense; hizo el doctorado en el programa de Historia de la Ciencia de la UCM, lo que lo acercó a la bioética y las humanidades médicas y le llevó a licenciarse en Filosofía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, la UNED; es internista en el Hospital Universitario Fundación Alcorcón (Madrid), ha sido docente en bioética, humanidades médicas y medicina legal en las universidades Europea y Complutense de Madrid, donde coordina la asignatura de Cine y medicina; actualmente es director del Instituto de Ética Clínica Francisco Vallés (Universidad Europea) y del máster en Bioética Clínica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo-Fundación Ortega Marañón.
«Medicina y filosofía buscan lo mismo: nuestro bien y felicidad. Las dos trabajan por encontrar lo mejor para nosotros, y como somos una unidad, como es imposible separar cuerpo y mente, están condenadas a trabajar juntas y entenderse». Benjamín Herreros
PUBLICIDAD
Mente + cuerpo
¿Cuál es la relación que las une?, le preguntamos a Benjamín Herreros. «Habría que decir ‘relaciones’ más que ‘relación’, porque en realidad son muchas», matiza en su respuesta el autor de Filosofía y medicina. Una historia de amor. «Pero si debo señalar una, me quedo con que las dos buscan lo mismo: nuestro bien y felicidad. La filosofía se centra más en la mente, en el espíritu humano, y la medicina en el cuerpo, pero ambas disciplinas quieren que estemos bien, es decir, sanos y felices. Sin olvidar que en realidad es imposible separar cuerpo y mente. Medicina y filosofía trabajan por encontrar lo mejor para nosotros, y como somos una unidad, están condenadas a trabajar juntas y entenderse», nos dice Herreros.
Pero esta relación —o estas relaciones— no es algo nuevo de ahora; viene de muy lejos. De hecho, la filosofía y la medicina nacieron juntas. Aristóteles, por ejemplo, no fue médico, pero sí lo fue su padre, y en sus escritos hace en numerosas ocasiones referencia a la medicina. Ambas disciplinas nacieron y empezaron a crecer de la mano, hasta que llegó el desamor y se distanciaron. Pero solo temporalmente.
¿Qué tipo de amor existió y existe entre ambas disciplinas? ¿Es similar al nexo que une ciencia y filosofía? Dice el autor que se trata de un amor con altibajos, como los amores verdaderos. «Ha habido momentos de unión, por ejemplo cuando nacieron en Grecia ambas disciplinas. Antes de Sócrates y de Hipócrates, coetáneos y los padres de la filosofía y de la medicina, muchos filósofos eran médicos. Querían conocer la naturaleza humana, la physis, sin que fuera preciso diferenciar entre cuerpo y alma, como después sucedió. En el bajo medievo árabe y judío también hubo un encuentro íntimo entre estos dos saberes. Durante siglos la religión había controlado la filosofía y la ciencia, pero algunos pensadores medievales intentaron despojarse del control sobrenatural, muchos de ellos en la península ibérica, como Averroes o Maimónides».
Un distanciamiento artificial
Desde su origen, la filosofía y la medicina han estado en continua interacción, con sus idas y venidas, sus amores y sus desavenencias, pero ha sido en los dos últimos siglos cuando se han ido poco a poco separando más. Un distanciamiento artificial que se ha producido entre las ciencias y las humanidades en general —ya lo decía Sádaba en el prólogo—, y más intensamente entre la medicina y la filosofía. Benjamín Herreros hace en este libro un clarificador y ameno recorrido por las causas de este desencuentro, como el poder de la religión, cuando la Iglesia encomendó el alma a la filosofía y el cuerpo a la medicina.
«En los últimos siglos, al igual que la relación que hay entre ciencia y filosofía, porque es muy similar, ha habido mucho recelo —continúa explicando Herreros—. Desde la medicina se mira a la filosofía con distancia, porque se cree que se ocupa de cuestiones poco prácticas. Por su parte, muchos filósofos piensan que la medicina es un saber científico ciego a las humanidades, practicado además por individuos estrechos de miras. Pero no es así».
Como señala el autor, la medicina puede aportar mucho a la filosofía: sirve para darle una base científica, para elaborar una ética, para comprender mejor la dialéctica cuerpo-alma o para conocer cómo tomamos nuestras decisiones. Por su parte, la filosofía —«o, como diría Mario Bunge, la buena filosofía»— es un saber práctico elaborado a partir de los hechos y destinado a responder a cuestiones muchas veces tangibles. La filosofía puede ayudar a conocer cuál es la verdadera esencia de la medicina, a mejorar las decisiones bioéticas, a comprender mejor al enfermo, o puede ayudar a gestionar mejor la muerte. «La muerte, por ejemplo, es gestionada por los médicos, pero los médicos apenas reflexionan en ella. Los filósofos, por su parte, no paran de reflexionar sobre la muerte, aunque muchas veces no han visto morir a nadie. Son disciplinas inseparables, condenadas a amarse eternamente».
«Desde la medicina se mira a la filosofía con distancia, porque se cree que se ocupa de cuestiones poco prácticas. Y muchos filósofos piensan que la medicina es un saber científico ciego a las humanidades. Pero no es así». Benjamín Herreros
Utilidad e importancia mutuas
Herreros nos introduce en la relación histórica entre las ciencias y las humanidades, detalla la utilidad y la importancia de la medicina para la filosofía y viceversa, de la filosofía para la medicina, y analiza los asuntos a medio camino entre ambas, como el concepto de persona, la dialéctica cuerpo-alma, la neuroética o la muerte.
¿Por qué escribir un libro sobre filosofía y medicina ahora? ¿Por qué reforzar esta unión justo en este momento? ¿Por qué era necesario reivindicar y dejar patente este amor entre ellas? «A todo ser humano, con independencia del momento histórico o de la cultura que le hayan tocado vivir, hay una serie de cosas que le importan, que le han importado siempre —nos explica Herreros—. Una de ellas es averiguar qué hace aquí, en este mundo, y si su existencia tiene algún sentido. La filosofía, aunque no dé respuestas definitivas a esas cuestiones, al menos permite que podamos hablar sobre ello».
Otra de las cosas que nos importa a todos, y mucho, es la salud, continúa señalando Benjamín Herreros. Siempre ha sido así, y ahora, en tiempos de pandemia, más si cabe. La nuestra y la de los demás. «Para muchas personas, si se carece de salud, la vida pierde gran parte de su sentido. Schopenhauer decía que al menos nueve décimos de nuestra felicidad dependen únicamente de la salud». Su libro pretende acercarse a estos dos mundos tan transcendentes para todos y tan íntimamente relacionados.
«Curiosamente, aunque muchos saben lo importantes que son la medicina y la filosofía, hay otros muchos que no se dan cuenta —nos dice el autor—. Son realmente conscientes de la importancia de la salud cuando la pierden o, como decía Gadamer, cuando la enfermedad la des-oculta. Y, aunque la filosofía de cada uno, según William James —lo que significa qué es la vida para cada uno—, condiciona el sentido de nuestra existencia y las decisiones que tomamos, muchos creen que la filosofía está en los libros. La medicina y la filosofía viven con nosotros. Están en la puerta de nuestra casa y se echan sobre nosotros cuando entramos y salimos de casa».
«Schopenhauer decía que al menos nueve décimos de nuestra felicidad dependen únicamente de la salud». Benjamín Herreros
Que nuestra filosofía de vida y la salud sean los bienes más preciados que tenemos es una razón de peso para acercarnos a este libro. «Y estos dos bienes están en una continua dialéctica, buscando su equilibrio, y de ello depende nuestra felicidad. La de cada uno y, me atrevería a decir, la de nuestra sociedad», señala Herreros.
Para Joseph J. Fins, académico de honor de la Real Academia de Medicina de España, profesor de medicina y jefe del departamento de Ética médica en el Weill Cornell Medical College de Nueva York, «la medicina es más que una técnica. Es una vocación que habla de nuestra humanidad común. En Filosofía y medicina. Una historia de amor, el doctor Benjamín Herreros ha capturado elocuentemente la relación y simbiosis que existe entre ambas. Con una escritura accesible y elegante, Herreros ha escrito un libro estupendo, en la mejor tradición de sir William Osler y don Gregorio Marañón. Este volumen debería estar en la biblioteca de todos los médicos reflexivos que quieran comprender a sus pacientes, la naturaleza de la curación y los valores que informan el arte y la ciencia de la medicina».
Inquietudes existenciales y crisis sanitaria
Vivimos tiempos de inquietudes existenciales y también de urgencia y crisis sanitarias. La filosofía y la medicina tienen un papel imprescindible en estas situaciones. La medicina debe aportar rigor y transparencia, en palabras de Herreros, que señala también que se trata de una disciplina mixta, «porque en ella confluyen ciencias de la vida como la biología o la bioquímica, junto a ciencias sociales y humanidades, porque en la clínica, al tomar decisiones con los enfermos, se debe tener en cuenta el contexto social y cultural, los valores del paciente, los recursos disponibles y un largo etcétera».
«La medicina es una disciplina muy compleja. Es un compendio de saberes que hace imposible la certidumbre. Si se emplea con rigor el método científico y se manejan transparencia los aspectos no científicos de la medicina (las cuestiones éticas, culturales o económicas), todos estaremos más tranquilos, porque significará que se hacen las cosas de la mejor forma posible», continúa explicando Herreros. «La certeza en medicina es imposible y esto produce angustia en muchas personas y hasta en los propios profesiones. El malestar ante la incertidumbre es, en gran medida, la fuente de muchas teorías conspiranoicas disparatadas y favorece que aparezcan prácticas sanadoras no científicas, porque se quiere dar una respuesta ante la incertidumbre. Lo único que puede hacer la medicina en la crisis actual es seguir aportando rigor y actuar con transparencia».
¿Y la filosofía? «En cuanto a la filosofía, se echa de menos su presencia real, que haya filósofos aportando ideas que sirvan para vivir mejor, para afrontar esta crisis de otra manera. Durante la república, e incluso antes, es conocido el papel activo que jugaron pensadores como Unamuno, Fernando de los Ríos o Eugenio D’Ors. En la crisis de la posguerra, los intelectuales españoles fueron importantísimos, desde Ortega a Marañón. En el franquismo muchas veces se miraba a ver qué decían Aranguren o María Zambrano, y en la transición era habitual encontrar en los debates sociales a Fernando Savater, José Antonio Marina o Javier Sádaba. Ahora, sin embargo, vivimos en la perpetua actualidad, entre una marea de datos y opinadores que sólo buscan la adrenalina. Se echan en falta ideas, que los pensadores señalen problemas y soluciones. ¿Dónde están? Esa es la pregunta. No sé muy bien ni no se les escucha o es que están escondidos, pero lo cierto es la que repercusión social de la filosofía es mucho menor que en décadas y crisis anteriores. Necesitamos una filosofía práctica, unos filósofos prácticos, que estén encima de los problemas, que pregunten por los fines y objetivos que queremos como sociedad, que opinen sin temor. Necesitamos pensadores que den munición para seguir encontrando sentido a una sociedad cada vez más compleja y dispersa».
Deja un comentario