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La Ilustración y la educación pendientes en España

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"Conviene mirar al pasado con un doble objetivo", dice Luis Alfonso Iglesias. "En primer lugar, para aceptarlo, perder nuestro miedo atávico, tan injusto como contraproducente, porque nuestra historia, también tiene motivos para quererse a sí misma. En segundo lugar, porque nuestro pasado está lleno de futuro como lo demuestra el recorrido histórico de las diversas propuestas de cambio educativo desde la Ilustración".

"Conviene mirar al pasado con un doble objetivo", dice Luis Alfonso Iglesias. "En primer lugar, para aceptarlo, perder nuestro miedo atávico, tan injusto como contraproducente, porque nuestra historia también tiene motivos para quererse a sí misma. En segundo lugar, porque nuestro pasado está lleno de futuro como lo demuestra el recorrido histórico de las diversas propuestas de cambio educativo desde la Ilustración".

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«En estos tiempos netamente ‘antiilustrados’ parece obligado recordar la propuesta de quienes, desde posiciones más luminosas, soñaron un modelo educativo más moderno, capaz de formar ciudadanos libres y críticos», dice Luis Alfonso Iglesias, autor del libro España, la Ilustración pendiente (primer premio internacional «Diderot 2017» de Ápeiron Ediciones), en el que reflexiona sobre ello. Y añade: «Su subtítulo, La educación que sueña un país, recoge el sueño y la educación, tan necesarios en momentos de contrarreforma educativa».

Por Luis Alfonso Iglesias, profesor de filosofía

El añorado Jorge Wagensberg decía que enseñar era llevar de la mano la conversación al borde mismo de la comprensión. Pero sin lenguaje, creatividad o pensamiento propio no sucede el paso previo de la conversación y, por supuesto, la pasión por comprender.

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Luis Alfonso Iglesias Huelga, autor del libro "España, la Ilustración pendiente", nos habla en este artículo sobre su contenido y su intención.
Luis Alfonso Iglesias Huelga, profesor de filosofía y autor del libro «España, la Ilustración pendiente», nos habla en este artículo sobre su contenido y su intención.

Si aplicamos a nuestro país la afirmación kantiana de que “somos lo que la educación hace de nosotros”, podríamos decir que somos lo que nos queda por llegar a ser. La plenitud de la educación en España es el equivalente de la plenitud como país avanzado, moderno, social y democrático a pesar de que seguimos a la búsqueda de un consenso en educación, un pacto educativo imprescindible para nuestra consolidación como nación europea. Conviene mirar al pasado con un doble objetivo. En primer lugar, para aceptarlo, perder nuestro miedo atávico, tan injusto como contraproducente, porque nuestra historia, al igual que la de los países de nuestro entorno, también tiene motivos para quererse a sí misma. Aún aceptando que, si como aseguraba el poeta Jaime Gil de Biedma, “de todas las historias de la historia la más triste sin duda es la de España porque acaba mal”, nos queda el entusiasmo y la posibilidad de que, esta vez, acabe bien.

En segundo lugar, porque nuestro pasado está lleno de futuro como lo demuestra el recorrido histórico de las diversas propuestas de cambio educativo desde la Ilustración: el espíritu científico de Feijoo, la novedosa metodología de Sarmiento, el impulso administrativo de Campomanes, la reforma universitaria de Olavide, el proyecto integral de Jovellanos, la educación de las mujeres de Josefa Amar, el racionalismo pedagógico de Cabarrús, la educación para la igualdad de Arroyal, la nueva pedagogía de Picornell, la conciencia instructiva de Blanco White, la armonía vital de Sanz del Río, la emancipación femenina de Arenal, la enseñanza libre de Giner, la regeneración metodológica de Costa, la universalidad punzante de Clarín, la moderna escuela de Ferrer Guardia, las Misiones Pedagógicas de Cossío, la enseñanza emocional de Posada, la moral educativa de Sela, o la europeización intelectual de Jiménez Fraud y tantos otros que no caben en este modesto ensayo pero que figuran en el abierto hueco de la historia.

Sin lenguaje, creatividad o pensamiento propio no sucede el paso previo de la conversación y, por supuesto, la pasión por comprender

Afirmar que no hubo Ilustración en España sino ilustrados está lejos de ser un juicio negativo porque significa que hubo ilustrados a pesar de no haber habido Ilustración, es decir, figuras relevantes que imaginaron otro país y consiguieron empujar el carro de la historia de España plasmando sus proyectos en hechos: las Sociedades Económicas de Amigos del País, la Institución Libre de Enseñanza o la Residencia de Estudiantes.

Hubo además un desarrollo legislativo que combinó avances y retrocesos, pero cuyo resultado final, a mi juicio, fue netamente positivo porque logró retroalimentarse socialmente. Nadie puede negar que este país ha pasado de tener una tasa de analfabetismo del 75% en 1870 al 1,7% actual, como tampoco se puede negar que aún le queda un largo camino en pos de la Ilustración por construir en su significación más completa. Ojalá, como afirmó Giner de los Ríos, España pueda parecerse un día a su paisaje, pero hasta entonces debemos seguir reivindicando el sueño de la educación que produjo rostros empeñados en mirar hacia adelante con el compromiso (que debemos compartir) de abrir la escuela a la vida y viceversa.

En España hubo ilustrados a pesar de no haber habido Ilustración, es decir, figuras relevantes que imaginaron otro país y consiguieron empujar el carro de la historia de España plasmando sus proyectos en hechos

"España, la Ilustración pendiente", de Luis Alfonso Iglesias, con prólogo de Manuel Cruz, publicado por Ápeiron Ediciones. El propio autor nos habla aquí sobre el libro.
«España, la Ilustración pendiente», de Luis Alfonso Iglesias, con prólogo de Manuel Cruz, publicado por Ápeiron Ediciones.

Este es el objetivo del presente ensayo que toma el término “Ilustración” como sinónimo de educación y la palabra “pendiente” en su sentido de futuro con el fin de analizar la presencia del proyecto ilustrado en las instituciones, los autores y las leyes a lo largo del periodo que va desde mediados del siglo XVIII hasta la Guerra Civil española.

Hace ya mucho tiempo que el verbo aprender y el verbo aprobar se separaron y nuestra labor es volver a reunirlos urgentemente procurando adherirlos con el pegamento del pensamiento crítico. Estamos convirtiendo nuestros centros de enseñanza en centros de exámenes; nuestras aulas, en espacios donde se repite más que se piensa debido a que el proceso educativo del alumnado va destinado a inactivar su creatividad. La LOMCE, a su vez, introdujo el aprendizaje mediante estándares, cuestión, una más, que remite a la uniformización, la docilidad y el adiestramiento.

Decía Ortega y Gasset que las revoluciones se hacen contra los usos, no contra los abusos, porque si son únicamente contra los abusos, se quedan en meras revueltas, que arreglan muy poco, debido a que se mantienen los usos habituales en el país que ocurren. Poco ocupados en el ruido que hacen los árboles de los abusos, somos incapaces de ver el bosque de los usos.

Los ilustrados sabían que la educación era la cuestión más importante, esa a la que Platón denominó «lo más preciado»

Los ilustrados lo vieron a sabiendas de que la educación era la cuestión más importante, esa a la que Platón denominó como lo más preciado, cuando advertía en su Protágoras que mucho mayor riesgo se corre en la adquisición de enseñanzas que en la de alimentos. “Porque quien compra comida o bebida al comerciante puede transportar esto en otros recipientes y, depositándolo en casa, antes de proceder a beberlo o comerlo, puede llamar a un entendido para pedirle consejo sobre lo que es comestible o potable y lo que no, y en qué cantidad y cuándo. Pero las enseñanzas no se pueden transportar en otro recipiente, sino que, una vez pagado su precio, necesariamente, el que adquiere una enseñanza marcha ya, llevándola en su propia alma, dañado o beneficiado para toda la vida”.

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