La igualdad ha sido, es y será uno de los grandes anhelos de la humanidad. Un concepto en teoría sencillo, que sin embargo se nos ha resistido a lo largo de toda la historia. Es necesario un análisis concienzudo al respecto, por lo que en esta parte del Dosier nos vamos a centrar en el papel que las ideas filosóficas tienen en su implantación, en su impacto en la persona.
Los seres humanos hemos usado prácticamente cualquier aspecto de nuestra naturaleza para discriminarnos entre nosotros: raza, sexo, poder, clase social, riqueza, religión, lengua, cultura, tradiciones, territorio, aspecto, etc. Hemos sido capaces de encontrar en cada distinción un motivo para dividirnos, condenarnos, pelearnos y masacrarnos. Todo ello, básicamente, por el deseo de imponer nuestra voluntad unos a otros. Buena parte de la historia de la humanidad ha estado determinada por los conceptos de igualdad-desigualdad. Por un lado, las luchas de unos por dominar a sus semejantes, y por otro, las luchas de los oprimidos por liberarse y tener los mismos derechos. Pese a que la igualdad-desigualdad es un tema en el que sería lógico que nos pusiéramos todos de acuerdo, la realidad es que no es así en absoluto. Demasiado “ruido” entorno a este tema.
¿Qué entendemos por igualdad?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de «igualdad»? ¿Significa acaso que todos los seres humanos hemos de pensar igual, actuar igual y, en definitiva, vivir igual unos que otros? Ese tipo de igualdad no existe más que en las distopías literarias y en el cine. Eso no es lo que se entiende por «ser iguales». De hecho, no somos iguales. Más aún, podemos afirmar que la desigualdad es la norma en lo que a nuestra naturaleza se refiere. No existen dos personas idénticas. Nuestro aspecto es diferente, nuestro comportamiento es diferente, nuestras capacidades son diferentes, nuestro méritos y fracasos son diferentes. La idea de que la sociedad funcione bajo la premisa de una igualdad absoluta es casi imposible.
No obstante, decimos perseguir la igualdad. ¿Cuál es entonces esa igualdad realista que hemos de anhelar? ¿La igualdad de oportunidades? Pero… ¿qué oportunidades? ¿De qué manera las establecemos? ¿Con qué límites? ¿O sin ellos? ¿Bajo qué criterios morales? ¿Con qué legitimidad? Si queremos alcanzar la igualdad es necesario saber por qué.
Según el Diccionario de Filosofía de Brugger, publicado por Herder , “la igualdad está considerada como un derecho fundamental de todos los seres humanos», puesto que «a diversos seres que pertenecen a la misma especie, o que comparten la misma esencia, se les atribuye igualdad en cuanto a derechos se refiere”. Es bajo este prisma que se fundamenta la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. Siendo tan obvio y lógico, ¿cómo es que la desigualdad ha sido la norma en la historia? Quizá sea por la variedad de aspectos con que la igualdad ha sido interpretada. La filosofía siempre ha estado presente, tratando de encontrar la clave de lo que aquí hemos dado en llamar igualdad personal.
El juego social
¿Qué entendemos por “juego social” y qué papel juega la igualdad en él? Básicamente consiste en el establecimiento de unas normas de convivencia que estipulen que, siendo todos los individuos que formamos la sociedad iguales ante la ley, debemos tener la posibilidad de recibir las mismas recompensas por iguales méritos. El problema es cuando esto no sucede, cuando alguien queda excluido, no por su falta de esfuerzo, trabajo o mérito, sino por su origen, su raza, su religión, su sexo, etc. Fernando Gil Villa explica en La exclusión social que hoy son mayoría los países en los que la gente no está predestinada a ocupar el trabajo o la posición social de sus padres o de sus abuelos. Sin ser un absoluto, la tendencia en buena parte de nuestras sociedades es que el ascenso social se juzgue más por el mérito y la valía que por esos condicionantes. Es un logro reciente, aunque aún no esté completo y le falte bastante.
“La igualdad está considerada un derecho fundamental de todos los seres humanos; a diversos seres que pertenecen a la misma especie, o que comparten la misma esencia, se les atribuye igualdad en cuanto a derechos se refiere”. Diccionario de Filosofía de Brugger
El comienzo para lograr esta relativa igualdad es casi siempre el mismo: la igualdad legal. Es esta la que nos permite medir el grado de lejanía o cercanía de cada sociedad al ideal buscado. Ahora bien, aunque las leyes sean el primer paso, no garantizan que la sociedad se vuelva igualitaria de la noche a la mañana. Es necesario una asimilación de sus principios, de su filosofía, entre los individuos que forman la comunidad para establecer una igualdad firme.
Puesto que la clave son las ideas, sería fundamental cuidarlas…, pero en este aspecto se han cometido errores. Algunos se han debido a la forma de enfocar el asunto. Desde visiones e ideologías que niegan la realidad (con lo que ello supone: no podemos reparar algo que está roto si nos obcecamos en que sea el objeto de análisis el que coincida con nuestra tesis en lugar de hacerlo al revés), hasta generalizaciones que terminan impidiendo afrontar la cuestión adecuadamente.
Las ideologías han sido los grandes caballos de batalla en este aspecto. Conozcamos algunas de esas ideas llamadas a cambiar nuestras conciencias, que se tradujeron en los diferentes sistemas políticos que han existido. Y esas ideas han salido de la mente de los filósofos.
Filósofos frente a la igualdad/desigualdad
Haremos una selección entre aquellos pensadores que más directamente se preocuparon por el tema desde la perspectiva personal que nos interesa. Nos fijaremos, de entrada, en dos nombres que influirían en la formación de sistemas políticos totalmente diferentes entre sí porque reposaban en tesis igualmente distintas. Estamos hablando de Thomas Hobbes (1588-1679) y John Locke (1632-1704), a quienes quiso la historia que les tocara vivir algunos de los años más convulsos de su patria común, Inglaterra.
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